Estudió primaria y secundaria en escuela católica, pero fue separada más de una vez de sus compañeras como la “manzana podrida” por disentir y defender su opinión.
Lorena Villavicencio (Guadalajara, 1964) se autodefine hoy como la diputada rebelde de Morena, una “diputada de hierro”, libre y con voz propia, aunque difiera en ocasiones de la posición de su bancada y del gobierno federal.
Cuando está enojada, lee a Mafalda para recuperar el buen humor; le encanta ir al cine y bailar salsa, así como disfrutar, de vez en cuando, unos mezcales con naranja.
¿Es usted la diputada incómoda de Morena?
No sé si sea cómoda o incómoda, no me preocupa, pero sí me asumo como una diputada con derecho a emitir su opinión en forma libre, tengo voz propia y siempre la he defendido, y me preocupa que no se asuman muchas de las causas por las que hemos peleado tantos años en la izquierda y en los movimientos democráticos; en todo caso, soy una diputada rebelde, porque creo que la rebeldía es el derecho a fijar una postura distinta.
¿Cómo es que una diputada con la agenda de los derechos de las mujeres, de la despenalización del aborto, proviene de una escuela católica?
Estudié 11 años en el Sagrado Corazón, un poco por tradición familiar, y desde ahí empecé a tener problemas muy serios por expresar opiniones distintas; me sacaron muchas veces del salón, incluso utilizando una frase bíblica que escuché recientemente, esta frase de “sepulcros blancuzcos, raza de víboras”, y con esa frase me sacó una directora en primaria de mi clase. También me separaron de las compañeras porque decían que era la manzana que pudría a las demás, y eso marcó mi vida, porque siempre he defendido mis opiniones, desde muy chica.
¿Cómo empieza a hacer política, qué la atrae, quién la invita?
Empecé en 1987, después de quedar deslumbrada por una conferencia en la que estuvieron Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez, con la Corriente Democrática del PRI, cuando se generó esta fractura en el partido hegemónico, y justamente iniciamos en la UNAM un grupo bastante amplio y apoyamos las actividades de Muñoz Ledo.
¿Qué hace en sus ratos libres, los fines de semana?
Soy absolutamente ordinaria en mi vida personal, me gusta caminar, me fascina el cine, voy sola, no necesito novio para ir al cine. Cuando estoy fuera del espacio de la política me gusta mucho estar conmigo, en mi casa, leyendo, me encanta la decoración, me fascinan los mapas y los ajedreces, me parecen maravillosos, además de que es un ejercicio para el cerebro, y también veo series, y cuando puedo viajo, porque cuando viajas empiezas a navegar en ti misma. Todos los días hago un poco de ejercicio para estar tranquila y meditar un poco, porque este medio es muy hostil por momentos.
Entiendo que tiene una colección de mapas, globos terráqueos…
Me parece que nuestra mirada tiene que ser más amplia que vernos nada más como mexicanos, creo que no tenemos que perder el sentido de la humanidad. Me gustan los mundos, porque me gusta muchísimo viajar, yo creo que una de las cosas más lindas para cualquier persona es viajar.
¿Cuál es el lugar que más le ha impactado?
Hice un viaje hace como quince años a Teherán, a Irán, y es uno de los viajes más fuertes e impactantes en mi vida. Es un país donde las mujeres son invisibles, donde tienes que disfrazarte para poder entrar. A mí me investigaron tres meses por parte de la embajada para poder hacer un viaje al interior de Irán.
¿Qué le gusta leer?
Depende de mi estado de ánimo. Cuando estoy muy enojada, me gusta muchísimo leer a Mafalda. Me parece que es un personajazo que nos da lecciones en cada una de las tiras. En este momento estoy leyendo el libro de Cómo mueren las democracias (Levitsky y Ziblatt) y me parece que es un libro que deberíamos leer todos para no incurrir en elementos que pueden afectar la democracia. Y también me gusta mucho Yuval Noah Harari, un hombre que conoce bien la naturaleza humana y lo refleja en obras como De animales a dioses y 21 lecciones para el siglo XXI.
¿Cuál es su platillo favorito? ¿Le gusta cocinar?
No. Desde hace muchos años renuncié a la cocina, soy la peor cocinera del mundo y a lo mejor eso explica mi soltería empedernida. Me encanta el café, el jugo de naranja, las quesadillas, las enchiladas, los chilaquiles, las carnitas y, de vez en cuando, me gusta echarme mis mezcales, me gusta con naranja. Los tacos de pastor, de bistec y los quesos, ¡soy quesómana!
¿Y su música?
Me gusta mucho la brasileña, se me hace absolutamente sensual; me encanta bailar salsa y, de hecho, en algún momento iba a bailar dos veces por semana al Bar León, en el centro de Ciudad de México, incluso Porfirio Muñoz Ledo fue varias veces y nos alcanzaba ahí y era un gran bailador.
¿Mascotas?
Toda mi infancia tuve perros, tuve gansos; los gansos son lo más violento que conozco; tuve gansos que cuidaban mi casa. Tuve una perra y también esa historia ha sido muy importante en mi vida, perra que amamos, con la que platicaba mucho cuando era niña, una setter irlandés, se llamaba Laiza, fue una perra que estuvo con nosotros cinco años, se perdió un día y a los dos años regresó… pero se murió a los seis meses. La verdad es que fue muy conmovedor.