Dentro de las personas migrantes existen varios factores emocionales o psicológicos, sobre todo debido a las condiciones adversas que se puedan encontrar en su camino, que generan principalmente reacciones de incertidumbre.
Una de estas reacciones es la sensación de desesperanza, al no encontrar una respuesta adecuada a lo que están buscando hacer, explicó para MILENIO Guillermo Rocha González, coordinador del Departamento de Urgencias Psicológicas de la Facultad de Psicología (FaPsi), de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL).
La desesperanza, detalló, es una de las principales reacciones que hay en la depresión.
“Es entendible que parten de una incomodidad, de una calidad de vida adversa y están buscando tener una mejor forma de vivir, pero en algún momento llega un determinado golpe de realidad, una sensación de rechazo, por la comunidad o por donde van llegando, y la incertidumbre de si esto va a servir para algo, y ahí vamos a encontrar muchas respuestas emocionales.
“Esta combinación de emociones, de ideas, de desesperanza, por un mal o buen recibimiento por las comunidades a donde vayan, y hay una respuesta depresiva, una respuesta de ansiedad”, comentó.
A decir del especialista, en el caso del grupo de haitianos que se encuentra en Monterrey, el tema de no saber cuánto tiempo van a estar aquí, si podrán cumplir su meta de llegada principal que tuvieron al migrar, el no poder asentarse, no poder establecer una convivencia duradera, va provocando cada vez un impacto emocional mayor.
En lo relacionado a los niños, dijo, se vuelve más complicado, pero en general hace que se presente una respuesta de desconexión ante situaciones emocionales adversas.
“La desconexión es una forma de no vivir, de no sufrir lo que está pasando. Y encontramos que duermen la mayor parte del día, como un estado de desconectarse a esta realidad adversa y la desesperanza que parte de la incertidumbre”, precisó.
A los niños, agregó, “les pega” gran parte, porque no saben lo que está pasando o lo que va a suceder, entonces es que desde la incertidumbre una respuesta es empezar a generarse historias, ideas que pudieran ser un poco más agradables, “una ilusión, prácticamente”.
Mientras que en el caso de los adultos, aparte de lo que están viviendo ellos, tienen la responsabilidad de los demás, de proteger o de cuidar. Entonces se vuelve un ciclo, entre darle esperanza a los más pequeños y no sentir una respuesta, un avance en su meta.
“Por lo que van a aparecer todo tipo de reacciones depresivas, de ansiedad”, puntualizó.