Luz Elena Baños Rivas: “Cada vez más las mujeres somos dueñas de nuestro destino”

Lado B

La diplomática se forjó con experiencias duras, como la invasión de Estados Unidos en Panamá y la guerra civil de El Salvador, donde aprendió que la negociación de alto nivel salva vidas

La representante de México ante la Organización de Estados Americanos (OEA). (Foto: Juan Carlos Bautista)
Carolina Rivera
Ciudad de México /

Con 33 años de trayectoria, la representante de México ante la Organización de los Estados Americanos, Luz Elena Baños Rivas (Ciudad de México, 1959), ha atestiguado dos conflictos armados en Latinoamérica y un sin número de retos en política exterior que la consolidan como una voz pujante a escala internacional.

¿Imaginó llegar hasta donde está?

Los diplomáticos somos fundamentalmente mensajeros y debemos tener un perfil de adaptabilidad plena para la vida profesional. No es que me haya imaginado estar en un lugar muy destacado nunca, todos los lugares donde he estado han tenido importancia para México y pienso que una de las principales enseñanzas en mi vida como servidora ha sido mi compromiso personal y que la pasión por mi país hagan la diferencia sin importar la tarea que me encomienden.

¿Las experiencias más difíciles que tuvo que enfrentar?

Me tocaron lugares muy duros, estuve en la invasión de EU en Panamá, fue mi primera adscripción, y después estuve casi cuatro años en la guerra civil de El Salvador, ahí aprendí muchísimo sobre lo que es la negociación de alto nivel para resolver conflictos muy graves y donde la vida de las personas están en peligro y tienes una responsabilidad ética y moral para adelantarte para frenar que la gente siga muriendo en esta clase de conflictos.

“También estuve en el Caribe anglófono, en Trinidad y Tobago, que en ese momento se encargaba de 10 países de la región. Ahí estuve un año como jefa de cancillería, como segunda en la embajada y 11 meses estuve como encargada de negocios, así que no ha sido fácil esta carrera”.

¿Qué pensaba su familia?

Esa es la parte más difícil; darle a mi familia tranquilidad era muy difícil. A mi madre le pedía que estuviera tranquila, yo estaba en la embajada y no había peligro, pero ella me decía que estaba viendo la televisión y que veía como afuera de la embajada estaban quemando la bandera de México, así que me pedía que no le dijera esas cosas.

¿Fue difícil abrirse paso?

Sí, aunque el rigor que ejerzo en mi profesión y mi formación en la UNAM fueron una pieza fundamental para entender lo que pasaba. Cada vez más las mujeres somos dueñas de nuestro destino, pero siempre ha sido difícil para las mujeres desde el cómo te perciben o te valoran intelectualmente, siempre hay un dejo de desprecio por la parte intelectual de las mujeres, así que tienes que ser más rigurosa, por eso les digo a mis compañeras más jóvenes —a las que trato de ayudar, formar y compartir mi experiencia— que sean absolutamente serias con la calidad de su formación.

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¿Hubo algún lugar al que haya preferido no ir?

Siempre te da un vuelco cuando hay un peligro para la vida, pero cuando llegué a Panamá no había esas circunstancias, me tocaron ahí; en El Salvador ya había guerra civil, así que pasé un tiempo difícil, con insomnio y algunas expresiones de disfuncionalidad de la salud, me preguntaba si hacía lo correcto, si no era demasiado para una joven. Al final solo tuve un hijo porque estando en las cosas en las que he estado cómo vas hablar de la maternidad, si apenas pude sobrevivir.

¿Y con su esposo?

Mi marido me acompañó siempre, él es artista, pero ha sido muy difícil porque hay una tradición de que las mujeres apoyan a sus esposos y eso se ve muy bien, es lo normal, pero cuando tiene que ser al contrario siempre es difícil, hay un hostigamiento hacia tu pareja, expresiones burlonas como: qué se siente ser príncipe consorte, y aunque ellos estén convencidos de que somos una familia, de todas maneras en el día a día es muy incómodo.

¿Cómo enfrentó los cambios?

Cuando mi hijo tenía 16 años ya había estado en 11 escuelas, creo que ahora que es un joven eso lo enriquece, pero cuando tenías que vivirlo en los periodos reales era muy difícil; romper con tus amigos es muy doloroso y luego no necesariamente te dicen nada, se vuelven callados, introvertidos, lloran sin decirte por qué, no quieren tener más amigos, pero cómo no sería así si 11 veces ha tenido que dejar a sus amigos y es que cuando me necesitaban en otra parte, agarraba mis maletas y a mi hijo y nos íbamos mientras mi marido se quedaba a empacar. Son cosas muy fuertes de las que no solemos hablar, tampoco son un gran problema, simplemente es nuestra realidad. Mi hijo tuvo que aprender inglés para sobrevivir, ahora quiere ser escritor y tiene que aprender español nuevamente.

¿Una profesión desagradecida?

Diría que tiene muchas compensaciones representar a tu país, porque no solo lo representas con tu trabajo, sino con tu persona y por eso debes tener un comportamiento de acuerdo con lo que estar haciendo. Los ojos del mundo están sobre ti. Hacen falta los diplomáticos de carrera y que la cancillería posicione lo que hacemos y a lo que se dedica la política exterior; tu familia no sabe a qué te dedicas, lo primero que piensan es en las recepciones, pero para mí, que no fumo ni tomo, esos cocteles son algo difícil, luego parece una grosería que no aceptes algo.

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