Migrantes hondureños consuman ‘portazo’

Reportaje

Los centroamericanos superaron en número a los policías federales mexicanos, a quienes se enfrentaron, y luego comenzaron a cruzar la frontera con Guatemala.

La caravana está constituida por unas 3 mil personas, entre mujeres, ancianos y niños. (Jorge Carballo)
Liliana Padilla
México /

Al grito de ¡No somos criminales, somos trabajadores internacionales!, los hondureños integrantes de la caravana migrante cumplieron su promesa y dieron portazo a las autoridades guatemaltecas y mexicanas en su afán por llegar a Estados Unidos.

Se congregaron cerca de las 12 del día en Tecún Umán, la ciudad que hace frontera con el río Suchiate. Ahí, una vez que mostraron que solo les era suficiente avanzar para rebasar en cantidad a los policías, derribaron un primer cerco metálico y se echaron a correr por el puente hasta el puerto fronterizo de Ciudad Hidalgo, donde ya los esperaban cientos de policías federales con equipo antimotines.

Fue una primera victoria pero, ya en territorio mexicano, justo arriba del río Suchiate, se toparon con vallas metálicas que no les fue difícil derribar, pero que provocaron un enfrentamiento que dejó al menos tres migrantes, cuatro policías y algunos representantes de los medios de comunicación descalabrados.

Una vez que las fuerzas federales se vieron rebasadas, por mucho, por los hondureños, cerraron una reja más grande, lo que llevó a muchos a arrojarse al río. Mientras, detrás de las rejas, decenas de mujeres y niños, principalmente, sufrían desmayos, deshidratación e insolación por la temperatura y la intensa humedad en el ambiente.

Fueron minutos de ánimos encendidos. Los migrantes tomaban piedras de la orilla de la vía y las lanzaban hacia los uniformados, hasta que a través de un altavoz, el comisionado de la Policía Federal, Manelich Castilla, los llamó a guardar la calma y prometió que pasarían, pero de manera ordenada. Se dispusieron autobuses para trasladar de 100 a los migrantes hacia albergues en Tapachula.

Muchos accedieron, no tanto por ganas, más bien por la fatiga y los estragos físicos que ya pesaban. Otros, sin embargo, arengaban a la gente. Los líderes de la caravana pedían no subir a los autobuses. “Es un engaño, si se suben estarán pensando solo en ustedes, estarán ya solos y Migración los va a regresar”, gritaba uno de ellos que trepó a lo alto de una techumbre y desde ahí hacerse escuchar.

La desesperación de la gente era tal que muchos optaron por arrojarse al río desde lo alto del puente. Conforme se aventaban eran más los que ya los esperaban abajo y desde ahí internarse entre la maleza.

El ir y venir de los autobuses con los migrantes hondureños fue seguido por funcionarios del Instituto Nacional de Migración, la Policía Federal, la CNDH, Unicef y ACNUR.

Se espera que en los albergues dispuestos para darles alimento y atención básica, comiencen sus trámites para solicitar refugio, aquellos que decidan quedarse en México, mientras que aquellos que sigan mil 800 kilómetros más hacia la frontera con Estados Unidos, deberán contar con su visa para poder continuar el recorrido que inició hace 400 kilómetros en San Pedro Sula, Honduras.

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