De la Colina incursionó en la producción cinematográfica, fue profesor de Análisis en el CUEC y tuvo algún crédito parecido al del guionista en varias películas.

Con la muerte de José de la Colina, las fotografías de una ya mítica serie capturada por Rogelio Cuéllar pierden a uno más de sus personajes; sobrevive Gabriel Zaid.

Este texto forma parte de Álbum de Lilith, publicado por Daga Editores en el 2000.

"Mi padre imaginaba su Cielo como un gran café al que iban llegando todos sus amigos y pasaban la eternidad conversando ; espero que ahí lo alcances".

"En José de la Colina, una dicción, un argumento y un discurso brincaban alegremente de la liviandad periodística a la autoridad del especialista".

"No era nada fácil. Fue el editor más riguroso y desalmado que he conocido, para mi bien; me enseñó que sin el máximo nivel de exigencia nunca se alcanza un verdadero rigor profesional en el oficio", recuerda Héctor Orestes Aguilar.

"Un escritor —apuntó José de la Colina— nunca sabe si pasará a la fama como Alguien con nombre y apellido, o a la evanescente gloria de ser Nadie".

"Fui el último jefe de Redacción, como se decía a la antigua, de ese suplemento casi secreto que fue El Semanario de la Cultura", recuerda Ernesto Herrera.

En Muertes ejemplares, libro tan breve como mayúsculo, De la Colina se muestra como un narrador en estado puro, a la caza de sus historias y las de los otros.

En 2002, durante el Mundial de futbol celebrado en Corea y Japón, José de la Colina escribió varios textos para La Afición que causaron polémica y revuelo.