La pandemia de covid-19 nos sorprendió a todos, incluida a la titular de la Secretaría de Salud de CdMx, Oliva López Arellano, quien se define como una optimista letrada, pues reconoce que esto va para largo.
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Médico como sus padres, desde adolescente supo que eso era su vocación, aunque ellos intentaron disuadirla; en ese camino conoció al amor de su vida, quien hace cinco años falleció tras 34 de vivir juntos, ausencia que aún duele hasta las lágrimas. Es amante la lectura, del baile —desde salsa hasta reguetón— y de cantar.
¿Dónde nació?
Aquí, en CdMx, porque mis papás tenían esa práctica de que los hijos nacieran en la capital, aunque hasta la preparatoria estudié en Zacatecas. Tengo cinco hermanos, soy la mayor y única mujer.
¿En qué momento decidió dedicarse a la medicina?
Desde la secundaria. A mi mamá la recuerdo siempre trabajando en centros de salud, ahí yo veía a las personas que no tenían para comprar sus medicamentos, entonces eso me hizo que tuviera un sentido de la justicia y también la perspectiva sanitarista de mi padre; ellos trataron de convencerme de que no estudiara esa carrera, me decían que era complicada, pero deseaba contribuir en algo con las personas. Entonces me vine a estudiar a Ciudad de México; cuando entré tenía 16 años, porque en aquella época la preparatoria era solo de dos.
¿Qué pasó después de convertirse en médico?
Salí de medicina muy joven, en el 82, me emparejé con el amor de mi vida enseguida y luego nos fuimos a Michoacán en el 84; más tarde decidí hacer una maestría, en ese momento fue la doctora Asa Cristina Laurel a hacer una práctica de campo a las comunidades donde trabajábamos mi compañero y yo y me señaló que tenía perfil para médico social, no para médico de la salud pública, y me especialicé en eso, fue una buena decisión.
¿Y el amor de su vida?
Murió hace cinco años (José Blanco Gil). Es una completa historia de amor, nos juntamos cuando yo tenía 20 años y él 40; nos llegó primero la muerte que el desamor. Vivimos 34 años juntos y tuvimos dos hijos preciosos. Anduvimos del tingo al tango 10 años, hice la maestría y luego dije: “me voy a meter al doctorado para tener un proyecto”, ahí me embaracé de mi hija (27 años) y después llegó mi otro hijo (21 años).
“Él era profesor investigador. A pesar de que me llevaba 20 años, era excepcional para su género y su generación, siempre fue un compañero solidario en todas las tareas de crianza y de trabajo, entonces fui muy afortunada”.
¿Cómo es un día en su vida?
Me levanto muy temprano, reviso el resumen de las noticias para ver por dónde hay que estar alerta; después checo mi agenda, me baño rápido, tomo un café y salgo rumbo a la oficina. Mi hija está en Barcelona haciendo una maestría, su hermano está aquí estudiando biología, y, como todos, toma clases en línea y casi siempre ceno con él.
¿Cuántas horas duerme?
Como cinco y a veces menos; no me resigno a perder algunos destellos de la vida lúdica, me gusta ver series, entonces me engancho a veces hasta las dos de la mañana y luego me arrepiento enormemente.
¿Con qué sueña?
A corto plazo, en que esta pandemia concluya: tener la vacuna, tratamiento y cierto nivel de inmunidad que nos permita la cercanía con la gente, la posibilidad de encontrarnos sin estar pensando que estamos en riesgo, y a largo plazo sueño en tener un país con menos injusticias.
¿Cuál es su pasatiempo?
Leer, bailar y cantar. Cuando mis hermanos eran adolescentes y yo estaba en mi primer año de medicina, cantaba con ellos en un grupo que tenían, pero tuve que decidir entre la farándula y las guardias en hospitales. Para bailar me gusta la salsa y hasta el reguetón, mi hijo me dice: “¡por favor mamá, ya para!”; mis papás bromean con que bailo hasta el Himno Nacional.
¿En lo personal, cómo ha sido la lucha contra la pandemia?
Ha sido aleccionador; la Secretaría de Salud no está sola, ha estado fortalecida y muchas veces empujada por la participación de otras secretarías y entidades del gobierno. Creo que es una fortaleza responder de una manera integral a la pandemia que, de otra forma, nos hubiera hecho trizas; eso no debemos dejar que se pierda.
¿Alguna vez se imaginó ocupar este cargo?
No. Dos meses antes (de ser nombrada) alguien me preguntó: “¿Oye, no te vas a ir al Gobierno de la ciudad?”. Y respondí: “¿Cómo creen? Ni siquiera me conocen”. Para mí fue una enorme sorpresa.
¿En qué momento conoció a la jefa de Gobierno?
El día que me invitó. Recibí una llamada y me dicen que desea una reunión conmigo y lo primero que pensé es que a lo mejor quería que le diera alguna visión sobre la ciudad, porque trabajé muchos años en desigualdades socioterritoriales; cuando tuve la entrevista pues sí era la invitación y nada más le dije: “déjame pensarlo 24 horas para hablarlo con mis hijos, con mi equipo de trabajo”, y lo decidí; aunque ahora la vida nos ha puesto una revolcada, fue una buena decisión, claro que sí.
¿Qué espera en el futuro?
Soy súper optimista, o sea, a pesar de todo soy una persona que está convencida del hombre nuevo; siempre bromeaba con mi Pepe, él era pesimista, pero yo soy optimista histórica, sí confío en esta visión del Che del hombre nuevo, creo que es posible entre todos.
¿Cuál es su libro favorito?
El hombre que amaba a los perros, de Leonardo Padura.