Los cuatro científicos que vaticinaron el apocalipsis

EL MUNDO

Hong Kong. Predijeron en 2007 que el hábito de comer animales exóticos era una “bomba de relojería”.

Vicent C.C. Cheng, Kwok Yung Yuen, Patrick C. Y. Woo y Susanna K.P. Lau. (EM y HKU MED)
Irene Hernández Velasco
Madrid /

La pandemia de Covid-19 que azota al planeta ha pillado por sorpresa al mundo entero. A todos excepto a cuatro científicos. Vicent C.C. Cheng, Susanna K.P. Lau, Patrick C.Y Woo y Kwok Yung Yuen, todos ellos miembros del departamento de Microbiología y del Centro de Investigación de Infección e Inmunología de la Universidad de Hong Kong, ya alertaron hace 12 largos años de la posibilidad de que surgiera un nuevo coronavirus que saltara de animales a humanos.

Y advirtieron en ese sentido de que la costumbre imperante en el sur de China de “comer mamíferos exóticos” suponía “una bomba de relojería”. Esos cuatro investigadores vaticinaron, ya en octubre de 2007, la terrible pesadilla que ha acabado haciéndose realidad. Lo hicieron en un estudio científico de 14 páginas que publicaron en la prestigiosa revista científica Clinical Microbiology Reviews, una publicación que edita la Sociedad Americana de Microbiología.

En su artículo, titulado en inglés Severe Acute Respiratory Syndrome Coronavirus as an Agent of Emerging and Reemerging Infection, los cuatro científicos analizaban el síndrome respiratorio agudo grave (SARS) que se desató en 2003, un brote a causa del coronavirus SARS-CoV. Aquella fue la primera gran pandemia del nuevo milenio y a su paso por más de 30 países de los cinco continentes dejó un total de 8 mil 096 infectados que enfermaron, de los cuales casi 800 (exactamente 774) fallecieron.

De manera profética, los cuatro investigadores de la Universidad de Hong Kong concluían hace más de una década en su estudio en la Clinical Microbiology Reviews

“La presencia de un gran reservorio de virus similares al SARS-CoV en los murciélagos de herradura, junto con la cultura de comer mamíferos exóticos en el sur de China, es una bomba de relojería. La posibilidad de un resurgimiento del SARS causado por otros nuevos virus de animales no debe ser pasada por alto, por lo tanto, es necesario estar preparados”.

Además, y por si quedaba alguna duda, añadían que la posibilidad de que resurgiera el SARS o apareciera algún nuevo coronavirus que pasara de los animales a los humanos no podía ser “ignorada”.

Y subrayaban como otro peligro a tener en cuenta “la conocida capacidad de los coronavirus de recombinarse genéticamente”.

Los cuatro investigadores, que analizaron más de 4 mil publicaciones sobre el SARS para realizar su artículo, señalaban de hecho en su estudio que la existencia de “grandes cantidades y variedades de mamíferos salvajes encerrados en jaulas atestadas y la falta de medidas de bioseguridad en los mercados (del sur de China) favorecen el salto de estos nuevos virus de los animales a los humanos. Su capacidad de transmitirse de humanos a humanos, la falta de conciencia sobre el control de infecciones en los hospitales y los viajes aéreos internacionales facilitan la rápida propagación de este agente”.

Y también apuntaban con el dedo, de manera rotunda, “al rápido crecimiento económico en el sur de China que ha llevado a una creciente demanda de proteínas, incluidas las de animales exóticos como las civetas”.

La epidemia de SARS se produjo de hecho al saltar un tipo de coronavirus de las civetas (un mamífero parecido al mapache) a los seres humanos. Algo muy similar ha ocurrido ahora con el Covid-19: aunque no está del todo claro la fuente animal de este nuevo coronavirus, se considera que podría haber llegado a los humanos a través de los murciélagos o del pangolín.

“Los murciélagos de herradura son el reservorio natural de virus similares al SARS-CoV y las civetas son el huésped amplificador, lo que subraya la importancia de la vida salvaje y de que haya bioseguridad en las granjas y mercados”, destacaban los cuatro investigadores de Hong Kong en 2007.

En su estudio publicado en la Clinical Microbiology Reviews, los científicos Vicent C.C. Cheng, Susanna K.P. Lau, Patrick C.Y Woo y Kwok Yung Yuen insistían asimismo en que “coronavirus con alrededor de un 90% de coincidencia genética con el SARS-CoV han sido hallados en murciélagos de herradura (Rhinolophus sinicus) en la región administrativa especial de Hong Kong y en la China continental”. Y lanzaban el grito de alarma: “La alta seroprevalencia y la carga viral de los murciélagos de herradura chinos infectados sugiere fuertemente que los murciélagos son el reservorio natural de los virus similares al SARSCoV, algo parecido a los que ocurre con los murciélagos de la fruta que portan el virus Hendra o el virus Nipah”.

Precisamente por eso, hacían hincapié en que los mercados en los que se venden animales vivos (especialmente animales salvajes) podían ser la “fuente y el centro de amplificación de infecciones emergentes”.

El primer caso de SARS fue detectado a finales de 2002 en la provincia china de Guangdong. El segundo caso tuvo como protagonista a un cocinero que trabajaba en un restaurante de Shenzhen, también al sureste de China, y que tenía contacto regular con distintos animales salvajes.

Respecto al virus SARS-CoV-2, responsable de la actual pandemia que sufre el mundo, se cree que su origen se encuentra en un mercado de la ciudad de Wuhan en el que se venden animales (muchos de ellos salvajes) tanto vivos como muertos. Las autoridades sanitarias siguen tratando de dilucidar cómo se produjeron las primeras infecciones.

LAS CLAVES

LOS MURCIÉLAGOS

“Estos mamíferos son el reservorio natural de diferentes coronavirus”.

OTRA ADVERTENCIA

Alertaron de un resurgimiento del SARS y pidieron medidas preventivas.