Empezar con Homero

Escolios

Desde los despliegues de erudición helénica hasta las simplezas, es increíble apreciar los tonos que va tomando la conversación durante la lectura colectiva de La Ilíada

La lectura compartida de un libro como la Ilíada, contribuye a multiplicar las claves de lectura, ayuda a penetrar en la naturaleza a veces granítica
Armando González Torres
Ciudad de México /

Los clubes del libro y otras modalidades de lectura abierta y colectiva han sido, desde el siglo XVIII, experiencias muy exitosas de pedagogía y sociabilidad literaria. De hecho, en Estados Unidos, el siglo pasado se desplegó un movimiento de lectores de clásicos que creó multitud de grupos de lectura y culminó en la famosa colección The Great Books. Utilizar las redes sociales para la lectura compartida, aparte de que zanja las dificultades logísticas que implica reunirse físicamente, amplía la cobertura y variedad de la convocatoria. Las primeras horas de este 2019 comenzó un nuevo experimento de lectura colectiva de un clásico en la red social Twitter. Pablo Maurette convocó a leer a Homero, primero la Ilíada a razón de un canto por semana durante los primeros seis meses del año y, luego, la Odisea.

A lo largo de los primeros días se ha visto una participación copiosa, con formas variadísimas: despliegues de erudición helénica; utilísimas referencias bibliográficas; lectura del poema en varios idiomas y en lenguaje de señas; abundante iconografía homérica; aportaciones poéticas, plásticas, palindrómicas y musicales en torno al poema; comentarios aparentemente ingenuos de iluminadora concisión y, por supuesto, muchas bromas, simplezas y ocurrencias. La mezcla de disciplinas, los distintos tonos de conversación y las derivas imaginativas vuelven este coloquio tan caótico como estimulante. Acaso algunos puristas del acto de la lectura o académicos celosos encuentren en estos experimentos una moda banal y se escandalicen de la irrupción de una turba variopinta y ruidosa en los apacibles mausoleos de sus clásicos. Sin embargo, lo que gana la conversación en innovación y sorpresa compensa la eventual superficialidad o esnobismo.

La lectura compartida de un libro como la Ilíada, además de que ofrece un elemento lúdico e imprevisible, contribuye a multiplicar las claves de lectura, ayuda a penetrar en la naturaleza a veces granítica de los clásicos y coadyuva a actualizar sus significados. Ciertamente, el fragmento de la antigua saga guerrera griega, que fue utilizado como motivo poético por una entelequia denominada Homero, es un arquetipo insuperable y sin caducidad de la imaginación de Occidente. Lo atractivo de la trama (que lo mismo describe intrigas, estrategias militares o combates heroicos que historias de amor o dilemas entre lo público y lo privado), la verosimilitud de sus personajes y, en algunas traducciones, la musicalidad, son rasgos que seducen a cualquiera más allá de su grado de conocimiento especializado. Por lo demás, siempre resulta actual el elenco de volubles seres divinos, semidivinos y humanos que desatan conflictos sangrientos y prolongados, que empeñan el futuro de sus pueblos y que, de un momento a otro, actúan con excepcional sabiduría o ligereza, respondiendo a veces a los razonamientos lógicos y morales más refinados y, a veces, a sus emociones, pasiones o ambiciones más rudimentarias.


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