Posee un innegable don musical, aunque fue un “señor de trompeta dorada y pañuelo blanco (Louis Armstrong)” el primero que cautivó a Roberto Aymes (Ciudad de México, 1951) desde temprana edad, por lo que con el tiempo dejó la piscología para enfocarse por completo al jazz, en el que ha transitado por más de 45 años como contrabajista, compositor y promotor.
También apasionado de la fotografía y la literatura, el conductor del programa jazzístico de radio más antiguo del mundo narró cómo desde pequeño adquirió el gusto por el género y en su casa armó una batería con ollas que tomó de la cocina, además se decantó por esta música por la libertad que da la improvisación.
Incisivo del acontecer cultural y de sus colegas, Aymes confesó que no le agradan los “críticos cretinos de arte ni el futbol”. Sobre los músicos, reflexionó que les faltan lecturas y señaló que al mexicano no le resulta fácil reconocer los éxitos de compatriotas.
¿Cómo fue tu primer acercamiento con la música?
En el México de mi infancia había muy buen gusto y preparación musical en hogares y escuelas; en las casas se escuchaba música popular, algo de jazz como Duke Ellington o Frank Sinatra. Mi padre tocaba el piano. De niño yo intentaba tocarlo, además en la cocina armaba mi batería con las ollas, mientras mi mamá cocinaba. El rock me llamaba mucho la atención, y aunque estudié psicología, siempre tuve la idea de ser baterista. Fue hasta los 23 años que inicié mis estudios profesionales de música.
¿Por qué el jazz?
Por la capacidad de improvisar, que es componer al instante, no se da en muchos músicos. Es un don, desde chico inventaba cosas cuando tocaba a Bach en el piano. Mis padres lo veían como algo chistoso. Hay algo muy importante, yo rondaba los seis años cuando vino Louis Armstrong al Auditorio Nacional y mi papá me llevó a verlo. Me encantó y al salir le dije: Quiero ser como ese señor de la trompeta dorada y pañuelo blanco.
¿Por qué elegiste el contrabajo?
Se dio natural, desde chico escuchaba una sinfónica o mambo y seguía el sonido del bajo, mi oído me permite hacerlo, algunos conocedores dicen que solo tres de cada 10 humanos distinguen sonidos muy graves, por abajo de frecuencias de los 100 hertz. Quería ser baterista, pero empecé con la guitarra en un grupo de rock, y cuando faltó el bajista, toqué ese instrumento: fue inmediato mi enamoramiento con el bajo. Desde chico siempre me quise dedicar a la música y mis padres me decían que después, aunque en este negocio hay que ser perseverante y necio.
¿Qué es lo más difícil de ser promotor?
Los presupuestos en cultura cada vez los restringen más; parece que es cierto el plan ese de haz un país inculto sin educación y cultura para manipularlo. Los proyectos de la Secretaría Cultura promueven la idea de que el artista colabore para engrandecer a la nación y no pagan. Cada profesión merece una buena paga. Si propones algo, te dicen que lo hagas baratito. Eventualmente lo hago, en Radio UNAM. Aunque es el programa más escuchado de la estación y el más antiguo del género en el mundo, nunca apoyan a Panorama del jazz, va a cumplir 60 años y no se hará nada.
¿Qué estás leyendo?
De Fernando Díez de Urdanivia estoy releyendo Mi historia secreta de la música, es divertidísimo; y el de Alex Mercado no lo he terminado, Arte, conciencia y vida. Aforismos cuánticos.
Sobre esto, creo que algo que ha enturbiado el medio musical mexicano es la falta de frecuencia de la lectura. Como decía Gustavo Campa, el más grande músico, en el libro Escritos y composiciones musicales, con prólogo de Manuel M. Ponce: “Su pereza los aparta de las buenas lecturas y lleva a crearles una grave dolencia espiritual”. Esto fue escrito hace 102 años y estamos cada vez peor.
¿Tienes algún pasatiempo?
Me apasiona el cine; con mi esposa vemos infinidad de películas y las buenas cintas normalmente tienen buena música, por eso me atraen; también la fotografía, desde chico le pedí a mi mamá una cámara y me encantan los paisajes, algunas imágenes han salido en portadas de mis discos.
¿Alguna película favorita?
Lo que el viento se llevó, me gustan mucho las películas de Kubrick, Kurosawa y Spielberg, aunque no me gusta el cine para gente pedante; no me convencen las cosas que son de élite.
¿En México la cultura es elitista?
Más que la cultura, son los elitistas quienes la promueven. Tenemos un montonal de críticos que indican cómo ver películas, cómo escuchar música o cualquier arte. Las artes deben explorarse de acuerdo con el gusto personal. Los cretinos dicen que solo son para experimentados. Además en México somos dados a no aceptar éxitos. José Luis Cuevas una vez me dijo: “En este país el mayor pecado que se comete es el éxito; si lo tienes, todo el mundo intentará opacarlo”. Creo que por eso en el país nunca tenemos éxito en deportes de equipo.
¿Te gusta algún deporte?
Siempre he hecho deporte, ahora solo camino y soy superaficionado al beisbol, nunca lo he practicado, una vez lo jugué y soy muy malo.