Vicky González se presenta como directora creativa y habitante de Barcelona, donde asiste a “laboratorios de escritura” y profundiza “en su trabajo en las artes gráficas”. Con esas credenciales ha publicado un libro, Algunas de estas cosas son ciertas (Almadía/ UANL), veinte relatos que pertenecen a esa zona gris en la cual todo producto escrito pasa por literatura.
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¿De qué habló? De la ligereza, de ese redactañol (“honestamente”, “la verdad es que”) sin pies ni cabeza con el que cada día más se cuentan historias como se podrían contar anécdotas insulsas en un bar. Hablo también de cómo la imaginación puede caer a los pies de un costumbrismo que parece extraído de las páginas de sociales. Porque, no hay que hacerlo a un lado, los narradores y protagonistas de Algunas de estas cosas son ciertas no tienen otro interés que mostrar cierto estatus social, cierta apariencia atractiva, cierta disposición al éxito económico y sexual. Y todo sin asomo de distancia crítica o ironía… como escuchar a la tía simpática recordando algunas aventuras picantes mientras destapa otra cerveza.
Los relatos —sería mejor decir viñetas— transcurren en Barcelona o Monterrey, en los aburridos santuarios de la clase media, con un ánimo descriptivo que renuncia a la tensión dramática para entretenerse con detalles que inhiben aún más la poca acción. Y solo saben de adúlteros, familias gazmoñas y mujeres solitarias despilfarrando sus ahorros. Resultan de lo más ingenuamente convencionales. Pongo un caso: “Antes”. Una mujer se instala en un departamento en “la calle de Ribes”. Para matar la rutina, asiste a clases de yoga con la esperanza de hacer amigos, pero no obtiene nada. Decide entonces ir a Estocolmo pues fantasea con encontrar “a algún escandinavo de pelo oscuro que tocara en una banda de rock”. Y eso es todo, y lo mismo con el resto: la consignación de hechos intrascendentes como abrir una puerta o comer quesadillas.
La fallida naturaleza de Algunas de estas cosas son ciertas se debe no solo a la falta evidente de una cultura literaria sino —y aventuro algo más que una sospecha— al daño que hacen los “laboratorios de escritura”, esos manufactureros de libros en serie y no creadores de auténticos escritores.
Algunas de estas cosas son ciertas
Vicky González | Almadía/ UANL | México | 2024
AQ