Confesiones de un PDF | Por Ana García Bergua

Husos y costumbres

"No sé por qué, cuando me leen, siento que no me entienden, los ojos se les blanquean de tanta luz; la verdad, ya no me reconozco".

"Fue la gloria, señores, la que me convirtió en PDF". (Foto: Shutterstock)
Ana García Bergua
Ciudad de México /

Mi nombre es PDF y soy alcohólico. Ando de aquí para allá como mancha en la pantalla, como borrón en el correo; ya no sé ni cómo me llamo, ni qué soy. Deveras, deveras, que ando perdido.

Alguna vez en mi vida fui una novela con buenas críticas. Me corrigieron muchas veces y me editaron, hasta contrataron un diseñador para vestirme elegante. Si ustedes me hubieran visto con mi traje de papel couché, la portada roja brillante, mis solapas con foto, no lo podrían creer. Hasta el derrière me cuidaron: llevaba una cuarta de forros elegantísima, condecorada de cintillos y elogios de autores importantes, una chulada. Así, hecho un príncipe, me mandaron a todas las librerías y me acabé en un santiamén, fue la gloria. Y luego me reimprimieron, me pasearon por las ferias, me tradujeron al alemán y hasta al japonés, viera usted qué frenesí, qué mareo.

Mi madre me decía: ni te creas tan importante, a todos les puede pasar como a tu primo Lauro, sus poemas ya están amarillos porque nadie lo compró y ahora es un PDF. ¿Yo un PDF? ¡Jamás!, le respondí; a Lauro lo hicieron PDF porque nadie lo conseguía, según los estudiantes. O como a Merlina, tu amiga de la Condesa. A ella la premiaron y todo, y luego se les olvidó. Pero es que ella era muy cara, su edición era muy fifí, decían. Tú eres tan bueno que circularás siempre, ¿te imaginas? Y fue la gloria, señores, la que me convirtió en PDF.

La verdad, ya no me reconozco. Mi portada está descolorida, a veces simplemente no existe; hasta textos me quitaron y ahora son una copia escrita deprisa, con erratas. Creo que me han cambiado párrafos porque alguien decidió mejorarlos. Y las líneas no caben en la página.

No sé por qué, cuando me leen, siento que no me entienden, los ojos se les blanquean de tanta luz. Se marean buscando la página en que se quedaron y yo me mareo también, de aquí para allá.

Es la gloria, me dicen, aguántate. ¿El autor? Se aguanta también: si te leen en PDF te invitarán aquí y allá, le dijeron, te promoverán, le dijeron. Y se comió su adelanto y circula, igual que yo, lleno de gloria espiritual. Eso le dijeron, lo tuyo es un bien espiritual, nada más no te vayas a sentir tocado por los ángeles, pues no eres sino un simple obrero de la cultura, pero eso no se cobra porque es espiritual, ¿entiendes?

Decidió mejor ponerse a tejer cubrebocas y calcetines a juego. Sus editores decidieron abrir un bar. Si a fin de cuentas todos sus libros terminarán en un PDF, mejor brindar, como yo. Un PDF que circula eternamente y gira y se transforma, como la materia misma de nuestro espíritu, que le dicen. Ahora el escritor y yo nos la pasamos en el bar de los editores, nos fían los whiskys y en días aciagos, la charanda.

Me llamo PDF y soy alcohólico.

​AQ | ÁSS

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