Hay varias razones para volver a los cuentos de Nostalgia de la luz (ERA) publicados originalmente en 1996. Destaco dos: continúan inspirando temores ancestrales y validan una inclinación por lo fantástico que no termina de arraigarse en la narrativa mexicana.
Prodigios, encantamientos, conflagraciones, arcanos, taumaturgias, milagros y alumbramientos son materia común de sus tramas. Se nutren de hechos provenientes —o que suponemos provenientes— de algunas mitologías: egipcia, hebrea, griega, gnóstica. Confieren también un nuevo significado a ciertos hechos maravillosos como el diluvio, la construcción de la Torre de Babel o la inmaculada concepción de María.
Guiados por un estilo exuberante y a la vez rico en su concisión, un estilo capaz de recurrir al adjetivo obligatorio y de explorar las infinitas variaciones que concede el lenguaje, los diez cuentos obtienen su perfecta unidad de la presencia del personaje que interviene desde la primera página: Calínica, la “Bendita Desafiante”, la “Maga Infusa”, la preñada condenada a vagar eternamente después de que “el Señor tomó forma de ángel, penetró en su sueño para lancinarle el vientre” y ella desafió su mandato de peregrinar a los lugares sagrados para conocer el sacrificio y el dolor.
Sea en un borroso presente o en un pasado que se remonta a los tiempos en que los cristianos perseguían a las sectas heréticas, esa figura sin reposo pasa como una sombra o una invocación por cada uno de los cuentos. De esta manera, González Suárez consigue establecer vasos comunicantes a través de los cuales fluye el mismo conocimiento en el que se sustentaba el saber gnóstico: la Creación es obra de un demiurgo burlón y, por tanto, debemos renunciar a todo placer corpóreo para alcanzar la luz verdaderamente divina que la oscuridad de este mundo impide ver. Esa es la nostalgia de la luz, no otra que la constatación de que, como escribió Cioran, “todo malestar individual nos devuelve, a fin de cuentas, a un malestar cosmogónico”.
La reaparición de Nostalgia de la luz obliga a voltear los ojos hacia las otras tradiciones que nutren a la narrativa mexicana de las últimas tres décadas. No todo pasa por haber leído a Bukowski, a Javier Marías o a García Márquez. Por supuesto, no todo pasa por el cine apocalíptico o las series de televisión. Hay refinamientos, como los que apreciamos en Mario González Suárez, que son descendientes de latitudes y tiempos muy remotos.
Nostalgia de la luz
Mario González Suárez
ERA
México, 2018