En el nombre del padre

Al margen

'La figura del mundo' es un homenaje de Juan Villoro, desde la comprensión y el amor, a uno de los grandes estudiosos de nuestros pueblos indígenas.

Portada de 'La figura del mundo', de Juan Villoro. (Penguin Random House)
Alma Gelover
Ciudad de México /

En entrevista con Guadalupe Alonso Coratella para Laberinto, Juan Villoro habla de La figura del mundo (Random House, 2023), libro en el que aborda la vida de su padre, el filósofo Luis Villoro Toranzo, quien nació el 3 de noviembre de 1922 en Barcelona. Hijo de un médico catalán y de una rica mexicana originaria de San Luis Potosí, la muerte del padre y Guerra Civil Española ocasionaron el traslado de su familia en México, país “al que nunca se adaptó del todo”.

En la entrevista, el autor de Efectos personales explica: “Hay muchas maneras de enfrentarse con los seres queridos, que no dejan de ser las personas más misteriosas que conocemos. Muchos autores escriben movidos por un deseo de revancha. En mi caso, no quise hacer un ajuste de cuentas, pero tampoco una hagiografía. Hay heridas, pero me pareció importante narrarlas una vez que estuvieran cicatrizadas. Por eso tardé tanto en escribir el libro. La vida produce roces, pero el entendimiento los cicatriza. Y comprender al otro implica verlo en sus luces y sus sombras; con los datos que aporto, otros lectores podrán interpretar a mi padre a su manera, sin coincidir necesariamente conmigo”.

Educado en su adolescencia en un internado jesuita en Bélgica, Luis Villoro Toranzo era poco expresivo, estudió filosofía y su mundo era el de las ideas. “Fue injusto con varias mujeres” y su matrimonio con la madre de Juan fue breve. “Mis padres —afirma el escritor— se separaron sin pleitos ni escándalos en una época en que el divorcio era motivo de pleitos y escándalos”. Siguieron llevando una relación amable y cuidando a sus hijos (Juan y Carmen), de acuerdo a su temperamento: reservado el del padre, volcánico el de la madre.

En la entrevista con Alonso Coratella, Villoro dice: “Tuve desacuerdos fuertes con mi padre y creo que cometió errores, aunque también fue una persona admirable. Quise mencionar puntos de conflicto, pero desde una zona en la que lo comprendía. Los hijos debemos hacer un trabajo unilateral para entender a los padres; si solo juzgas el afecto y los beneficios que te dieron, te quedas corto”.

En su relato, Villoro despeja dudas y alumbra su camino con los recuerdos de su madre, protagonista del epílogo de este libro que cuenta las contradicciones y los enigmas de los padres, que alude a la ética profunda del filósofo, a sus ideas y trabajos sobre el México indígena, a su adhesión a la causa del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y su aprecio por el subcomandante Marcos.

“Desde muy joven —se lee en La figura del mundo—, mi padre luchó contra el demonio de la vanidad. Se sabía inteligente, pero no quería caer en la arrogancia de quien tiene más respuestas que preguntas”. Fue un hombre generoso para el que la amistad era un acto de fe y “todos los días hallaba un pretexto para transformar la realidad”, para hacerla mejor para los que menos tienen. El libro es un homenaje, desde la comprensión y el amor, a uno de los grandes estudiosos de nuestros pueblos indígenas.

AQ

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