‘Feral’: lo que ya sabemos

Libros | A fuego lento

La primera novela de Gabriela Jauregui acude a una voz comunitaria que refiere los altibajos amorosos, familiares y vocacionales de cuatro amigas en la Ciudad de México… hasta que una de ellas muere asesinada.

Portada de 'Feral', de Gabriela Jauregui. (Cortesía: Sexto Piso)
Roberto Pliego
Ciudad de México /

Después de incursionar en el cuento, la poesía y el ensayo, de sus trabajos como editora y antologadora, Gabriela Jauregui ha publicado su primera novela: Feral (Sexto Piso). Para no defraudar a los tiempos iracundos que corren, y sobrevuelan por igual la política y las expresiones artísticas, ha ideado la historia de un feminicidio que es a su vez una defensa del testimonio como arma de lucha.

Una suerte de coro, de voz comunitaria venida del subsuelo, refiere los altibajos amorosos, familiares y vocacionales de cuatro amigas que comparten un departamento en el centro de la Ciudad de México… hasta que una de ellas, Eugenia, muere asesinada durante los trabajos de excavación en una zona oculta de Teotihuacán. Quién más sino un hombre, advierte el coro. Ya tenemos la indignación. Luego viene el sentimiento de pérdida y los rituales autodestructivos que las tres sobrevivientes practican con celo profano.

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Feral se despeña una vez que inicia el diario peregrinaje a la Fiscalía en busca de respuestas. La caída es ruidosa porque Gabriela Jauregui no puede hacer otra cosa que propaganda. Pocas definiciones más irritantes que la novela como asalariada del lugar común. Los policías ministeriales acarician con la mirada las piernas de las madres de todas las desaparecidas, violadas, ultrajadas… y, por supuesto, han sido corrompidos por los grandes intereses económicos. Quienes deben procurar justicia son cómplices de la injusticia. Las mujeres tatuadas con la pérdida tejen chambritas o bufandas o lo que sea; no importa, tejen. ¿De modo que se trata únicamente del aplauso del respetable? La novela que en verdad golpea y estremece, la que debería importarnos, pertenece al reino inconforme donde 2 x 2 nunca es igual a 4.

La irritación alcanza su nivel superior cuando damos con esas frases que parecerían rendir homenaje a los merolicos de la locución: “a Saratoga le preocupaba el tema de cerrar la puerta”; “Tal vez el tema del picaporte se había difuminado” (los subrayados son míos y expresan la obligación de encontrar en la realidad del lenguaje una libertad radical, una cualidad inesperada).

Feral puede convencer a los seguidores de la “experiencia directa”. Que así sea. Hay quienes buscan en otra parte.

Feral

Gabriela Jauregui | Sexto Piso | México | 2022

ÁSS

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