Inscripciones del mundo

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La filóloga Silvia Ferrara nos hace repensar lo que creemos saber sobre el origen de la escritura.

Portada de 'La gran invención. Una historia del mundo en nueve inscripciones', de Silvia Ferrara. (Anagrama)
Armando González Torres
Ciudad de México /

La escritura es una de las formas más útiles de cooperación e inteligencia social que ha permitido a los humanos subsistir como especie, pero también constituye un acto gratuito y un misterio. En La gran invención. Una historia del mundo en nueve inscripciones (Anagrama, 2022), la filóloga Silvia Ferrara aborda vivazmente, a través de algunas inscripciones célebres, diversas modalidades de escribir y simbolizar que han surgido en el tiempo.

Con erudición y amenidad, con una visión actualizada y panorámica del estado de su rama de conocimiento y con una auténtica curiosidad interdisciplinaria (a la manera del abordaje al libro de Irene Vallejo en El infinito en un junco), la autora traza un colorido fresco histórico de la escritura y sus más conocidas invenciones, funciones, transfiguraciones y enigmas.

Para la autora, la invención de la escritura parte de un proceso de azares acumulados y puede hablarse de distintos momentos de iluminación, que llevan a que distintas culturas (Egipto, Mesopotamia, China y Mesoamérica) descubran, cada una por su parte, este entramado simbólico. Aunque en tiempos modernos se decretó la arbitrariedad y orfandad del signo con respecto a las cosas, el lenguaje escrito, sobre todo en sus inicios, tiende a ser icónico y hay un “alfabeto del mundo” que se traspasa a la escritura, imitando los contornos físicos de la naturaleza.

Entre lo figurativo y lo abstracto, las escrituras emergen de su cuna y establecen un inventario de signos compartidos con propósitos pragmáticos como establecer leyes, denotar estatus o registrar transacciones. Así, la escritura se asocia a la mayor complejidad social y el surgimiento del Estado, aunque no siempre, pues, como lo refiere la autora, hay importantes civilizaciones sin escritura aparente y, a la vez, hay escrituras deliciosamente ociosas o arbitrarias.

Por eso, si bien la escritura se asienta largamente y tiende a responder a un proceso de comunicaciones e interacciones colectivas, también puede florecer enigmáticamente, como en la isla de Pascua, en condiciones de aislamiento. Tampoco puede hablarse de la sencillez o complejidad como determinantes de la evolución de una escritura y sistemas muy complicados, como el chino, se utilizan cotidianamente por millones con pocas variaciones respecto a su concepción original. Por lo demás, la memoria y capacidad de desciframiento no son infalibles y numerosas formas de escritura permanecen sumidas en el secreto. Con este libro afable y alado, con una exacta dosificación de la información y el relato y con una alegra prosa, Ferraro le devuelve la sorpresa y versatilidad a la invención de la escritura y enfatiza su variedad de expresiones y soportes.

Lejos de la historia lineal o determinista, Ferraro ofrece una perspectiva de gran alcance y demuestra que la invención de la escritura admite muchas paradojas y derroteros insólitos y puebla, de las maneras más cambiantes e inauditas, el paisaje de nuestras mentes.

AQ

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