Martes, 7 de febrero de 2023. Me entero de que hoy falleció el primer actor Fernando Becerril y, entonces, decido honrar su memoria asistiendo al teatro.
El imán que posee Nailea Norvind me empuja a cruzar la ciudad para verla en la obra 'Carne', del dramaturgo mexicano Reynolds Robledo, en el Centro Cultural Helénico. Salgo de mi casa con tiempo de sobra, me subo a la línea 9 del Metro para llegar a Tacubaya, donde no están funcionando las escaleras eléctricas. Transbordo a la línea 7 y llego a Barranca del Muerto. De ahí camino tranquilo al Helénico y compro un boleto de la parte baja.
Desde la fila G veo a Nailea sacando a flote a un personaje llamado Eva que parece hecho a su medida. Se trata de una actriz retirada de 50 años a la que su esposo le organiza una fiesta sorpresa de cumpleaños. El marido se llama Román y es interpretado por Hernán Mendoza, histrión también con muchas tablas.
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Adrián Ladrón hace el papel de Darío, quien es hijo de Román (de un matrimonio anterior), mientras que Jesusa Ochoa es la joven Abigail, supuestamente sobrina de Eva. Dirige Enrique Singer.
Las acciones entre los cuatro únicos personajes se llevan a cabo en la cocina de la hacienda ganadera donde viven Eva y Román. Hay dos puertas: una que da a las habitaciones de la casa y la otra hacia el bullicioso jardín donde se celebra el festejo.
La cocina es amplia y sus grandes paredes sirven para proyectar imágenes que contextualizan de manera atractiva algunos acontecimientos climáticos. La escenografía es de Erica Krayer, iluminación de Daniel Primo, vestuario de Jerildy Bosch y sonido de Fernando Sisniega. Un gran equipo.
La algarabía de la fiesta contrasta con los dramas que salen a flote en la cocina. Eva arrastra una profunda depresión desde el inicio de la obra y Román es un macho con careta de exitoso y feliz hombre de negocios. Darío es un ex mujeriego que al parecer ahora estudia en un seminario, mientras que la insegura Abigail no cesa de comparar su belleza con la de Eva.
El hermoso vestido de noche que utiliza Eva resalta la espigada figura de Nailea Norvind, quien no solo es dueña de una gran presencia escénica sino también de una agilidad física notable.
Nailea y Hernán pagan el boleto, pero no alcanzan a salvar un drama que está más cerca del teatro convencional que de otro con mayores aspiraciones. La estructura de Carne funciona con la precisión de un cubo Rubik que se resuelve en 90 minutos y eso alcanza para atrapar a los espectadores que se emocionan con tal o cual vuelta de tuerca, pero la obra carece de profundidad. Abundan los clichés y las frases ingeniosas, pero escasean las citas memorables.
La gran sombra que proyectan Nailea y Hernán pone de manifiesto que Adrián Ladrón aún está lejos de ellos histriónicamente, así como la inexperiencia actoral de Jesusa Ochoa, quien no proyecta la malicia que en un momento dado requiere su papel.
El hecho de que el personaje que interpreta Nailea se llame Eva, supongo que es un guiño del autor a Eva Norvind (1944-2006), bella y controvertida actriz noruega del cine mexicano de los años sesenta y célebre sexóloga que ejerció esa profesión en Nueva York.
Nailea, hija de Eva Norvind, tiene una larga y fructífera trayectoria como actriz en telenovelas, series, cine y teatro. Hernán es hijo del gran director Héctor Mendoza (1932-2010) y también tiene gran experiencia profesional. Adrián Ladrón se está forjando un sitio con tesón y Jesusa Ochoa aún tiene mucho que aprender no sólo de su padre y casi tocayo sino también de su mamá, Estela Leñero Franco, dramaturga y crítica teatral; claro, el abuelo de Jesusa fue don Vicente Leñero, periodista de altos vuelos y reconocido hombre de teatro.
De algún modo, todas esas biografías revolotean lunes y martes en el escenario y butacas del Teatro Helénico (hasta el 11 de abril), donde una obra con más carnita me hubiera hecho olvidar que, de regreso a casa, el convoy del Metro se queda parado durante diez larguísimos y angustiantes minutos entre las estaciones Lázaro Cárdenas y Chabacano de la línea 9 (debido a “un corte de energía”, a eso de las 22:30 horas). No es ficción sino realismo puro y duro, un drama que continuamente viven millones de chilangos sin saber a ciencia cierta si se trata de evidente falta de mantenimiento, sabotaje no descartable en algún caso o que a otra humilde señito se le cayó a las vías una refacción para su lavadora.
AQ