El cielo bajo el agua

A fuego lento

En ‘Lecciones de nado para naufragios recurrentes’, Leonardo Teja imagina un mundo regido por el absurdo y el control, donde el naufragio puede convertirse en un método de supervivencia.

Portada de ‘Lecciones de nado para naufragios recurrentes’, de Leonardo Teja. (Antílope/ UANL)
Ciudad de México /

Qué extraña, qué descolocada novela es Lecciones de nado para naufragios recurrentes (Antílope/ UANL). Tiene un aire tan original y a la vez tantas semejanzas con el carácter extraterritorial de las grandes intuiciones de Gombrowicz, Kafka, Beckett, el cine mudo, el teatro guiñol… Exhibe tanta audacia para hacer resonar las pulsaciones de la vida, barriendo las convenciones y anulando toda causalidad… Quiero decir que estamos frente a un mecanismo de inquietante voluntad argumental y estilística.

Leonardo Teja (1988) ha ideado una trama cuya aparente llaneza solo es la superficie debajo de la cual se agitan los brazos de la muerte, las heladas sentimentales y familiares, las pruebas de una soledad bien merecida. El protagonista y desvalido narrador es un hombre de treinta años que diseña alternativas de negocio como “medio de subsistencia”. Lo suyo es la construcción de escenarios “en la rama de juegos, deportes y sorteos”, algo así como la venta de dudosas oportunidades. Parecería una versión de la realidad como muchas aquí en esta tierra de los emprendedores sin escrúpulos y las ilusiones perdidas, pero no tardamos en reconocer que todo —los intercambios personales, la expresión de los sentimientos, los nombres, los lugares— parece responder a una lógica de la distorsión, como ocurre con la imagen que se proyecta en esas casas de espejos contrahechos.

Ya que nada en Lecciones de nado para naufragios recurrentes sigue los dictados de la normalidad, ese personaje de sí mismo, a quien vemos arruinado por el desamor —o el amor en fuga—, da un vuelco para abandonar su rutina laboral y su escaso contacto con el mundo para hospedarse en Estetitánic, un barco que también es una ciudad, que nunca zarpa y no muestra señales de hacerlo, una suerte de no-lugar o pesadilla rocambolesca donde, al mismo tiempo que aprende a nadar, y a sortear la humillación y el confinamiento, encuentra el remedio contra su propensión a hundirse en las aguas de su ridícula existencia.

Leonardo Teja ha dado forma a una novedosa monstruosidad —Estetitánic, donde cualquier elección se somete a un estricto control de calidad y nada ocurre sin autorización— para convertirse tras eso en un geógrafo de los más abisales sinsentidos.

Lecciones de nado para naufragios recurrentes

Leonardo Teja | Antílope/ UANL | México, 2025

AQ / MCB

  • Roberto Pliego
  • (1961) Cursó Letras Hispánicas en la UNAM. Fue subdirector de la revista Nexos. Autor de La estrella de Jorge Campos y 101 preguntas para ser culto, es editor de Laberinto.

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