Veintisiete años después de su publicación en aquel Joaquín Mortiz reaparece Lontananza (ERA/ Fondo Editorial de Nuevo León). Es una magnífica noticia, sobre todo si queremos conocer al David Toscana de sus primeras obras (pues siempre hay consistencias, desvíos y variaciones).
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Lontananza reúne nueve relatos protagonizados por un lugar —que es también un personaje y una manera de estar en el mundo— adonde van a dar los habitantes —hombres todos: empleados, viajeros, sobrevivientes de un mal de amores, viejos amigos, comerciantes en bancarrota y hasta poetas florales— de un pueblo norteño que se columpia del sonambulismo hacia la calca exacta de los días. ¿Para qué el diván o el confesionario o las gradas de un estadio —diríamos— cuando hay una cantina cercana: Lontananza?
Claro que nos topamos con varios borrachos —no importa si ruidosos o ensimismados, derrochadores o ahorcados— y con una sinfonola que solo reproduce una canción. Lo que importa es ese estar en el mundo, sin propósito a la vista y solo una botella o un vaso enfrente, como si tales corredores de fondo hubieran dejado atrás sus sueños y ya solo tuvieran recuerdos. No son, es cierto, los santos bebedores que maniobran una barcaza para escapar de Varsovia de La ciudad que el diablo se llevó; no son la anticipación del arcángel Gabriel que dormía con los ojos abiertos después de embriagarse en las tabernas de Jerusalén que vemos en Evangelia; tampoco se parecen a Nikolái Nikoláievich Pseldónimov, que aprende a hallarle gusto al vodka en una cantina de Monterrey-San Petersburgo antes de llegar al fin a la estación espacial Sályut de El peso de vivir en la tierra. Son de otra estirpe, y sin embargo anuncian el modo en que Toscana trata a sus personajes. Desdichados, caídos de la gracia de sus aspiraciones, o de una medianía que se sobrepone a los golpes de la fortuna hasta ganar una heroicidad apenas reconocible, son capaces de ganarse nuestra simpatía. He aquí al Toscana que expone a sus creaturas al fuego, o a sus delirios de grandeza, pero nunca las abandona. Y a menos que a alguien le haya dado por leer lo contrario, suelen alzar su trago y llamarnos a su lado para luego fundirnos en un abrazo sincero.
Lontananza
David Toscana | ERA/ Fondo Editorial de Nuevo León | México | 2024
AQ