En su primera novela, El polvo bajo nuestros pies (Tusquets), Jorge Arredondo Sevilla da vida a un pueblo —Arriaga— enquistado en un tiempo anterior a la electricidad, el papel moneda y las contiendas políticas. Imagina también a una pareja cuya descendencia va marcando el ritmo de la acción. Parece un buen propósito, al menos para dejarse llevar por los vaivenes de la ficción, hasta que no tardamos en reconocer un gustillo a realismo mágico, ya tan venerable: un padre fundador que termina hecho una ruina, un cofre con monedas de oro abandonado en un antiguo camino, un hombre que lleva la luz y otro la radio al pueblo como emblemas del progreso que anuncia la expulsión del paraíso, un coro de niños adiestrados en el canto gregoriano, vírgenes asesinas… Arredondo Sevilla tiene tantas cosas por contar que solo atina a encabalgar una tras otra, sin más orden que el de la acumulación de maravillas (aves que se hacen “cuestionamientos existenciales”, gatos nacidos para el martirologio) y golpes de fortuna (la joven esclavizada en un burdel que encuentra la salvación en la soledad de un viudo acaudalado).
Arredondo Sevilla tampoco sabe cómo narrar el mundo hiperbólico que ha creado. El menor de sus desaciertos consiste en acompañar a la mayoría de los personajes hasta el día de su muerte con una rápida transición motivada más por cierto escrúpulo moral que por las demandas de la trama. ¿Por qué esa aspiración a decirlo todo y no a vislumbrar las líneas de sombra? El mayor de sus desaciertos apenas tiene remedio. Ya que se mueve en una realidad que coquetea con la ensoñación o algunos mitos fundacionales, y ya que El polvo bajo nuestros pies trata sobre todo del destino de una estirpe, se cree obligado a emplear una escritura presuntamente suntuosa. El caso es que la suntuosidad solo pertenece a los grandes artistas y nunca se manifiesta de estas maneras: “Lo más atrabancado de las noticias hacía que la cooperación voluntariamente necesaria fuera más alta”; “La chispa del ingenio nació con la música al ser ésta la inutilidad más necesaria”; “Muchos pensamientos le llegaron a la cabeza enrojecida por el azar de la vida”.
De las lecciones edificantes y del alma universal reflejada en los ojos de los demás… mejor no hablar.
El polvo bajo nuestros pies
Jorge Arredondo Sevilla | Tusquets | México | 2024
ÁSS