Nación Avándaro

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Entre el catálogo del FCE se encuentra un libro que recupera la historia de este valioso en la historia del rock en México.

Portada de 'Avándaro. La historia jamás contada', de Luis Fernando. (FCE)
Andrea Serdio
Ciudad de México /

Avándaro. La historia jamás contada, de Luis Fernando, se encuentra actualmente entre los libros en oferta en el FCE. Publicado en 2018 por Editorial Resistencia y la Secretaría Cultura, es un veloz recorrido gráfico por la historia del rock en México en cuya portada aparece la imagen de la célebre “encuerada de Avándaro”.

La historia comienza con un mínimo homenaje al rey Elvis Presley en Memphis, Tennessee, donde la piedra del rock and roll, creada y pulida durante años por músicos negros, comenzó a rodar con atronadora potencia. Eran finales de los años cincuenta. “Una época de cambios audaces se iniciaba entre la juventud, una verdadera ola empezó a recorrer el mundo entero, impetuosa e indetenible”, escribe Luis Fernando, uno de los mejores ilustradores mexicanos, quien inició su carrera en 1979 en el suplemento Másomenos, del periódico Unomásuno.

Después del párrafo citado, el autor aclara que la ola rocanrolera encontró una fuerte muralla en México en la persona del Regente de Hierro, Ernesto P. Uruchurtu, quien se oponía “a los ‘embates’ de la modernidad corruptora”. Con todo, así fuera tímidamente, a través de covers y edulcoradas tonadas, se fue abriendo paso heroicamente hasta llegar al primer gran concierto de rock internacional en 1969 en el estadio de la Ciudad de los Deportes con la presentación de The Byrds y como grupo estelar Union Gap. La desorganización y, sobre todo, el mal sonido hicieron que durante la actuación de los Byrds comenzara una pelea campal que se hizo más intensa cuando se anunció que, ante “el desorden que hay”, la banda estelar había decidido suspender su actuación. “Al día siguiente, la prensa y los medios electrónicos no tuvieron ninguna piedad. El rock, víctima de ineptos organizadores y de la nula cultura ‘concertil’ había quedado una vez más satanizado”. De esta manera, los conciertos masivos quedaron prohibidos. Pero 1971, con un gobierno represor que pretendía lavarse la cara ante el mundo, se autorizó el “Festival de Rock y Ruedas de Avándaro”, que se llevaría a cabo los días 11 y 12 de septiembre.

El festival ha sido ampliamente documentado por sus propios promotores, como Luis de Llano Macedo, por periodistas y cineastas como Sergio García, pero Luis Fernando lo cuenta desde los ojos de un joven que se aventuró con unos amigos a vivir esa experiencia en la localidad mexiquense. Al hablar, por ejemplo, de la “encuerada de Avándaro” dice que “no fue la primera ni la última durante los días del evento. Por todos lados se veía gente desnuda y sin ningún fijón, maestro”. Habla de su viaje de ida y retorno a Avándaro, del frío y la lluvia, del ambiente que imperaba entre la mayoría de los asistentes, de la solidaridad de algunos vecinos del lugar, quienes les dieron de comer cuando, agotadas sus provisiones, estaban hambrientos, del miedo que sintieron al regresar cuando primero escucharon y luego vieron camiones llenos de soldados que formaron a la multitud en dos filas, abrieron las puertas traseras y los hicieron avanzar hacia ellas, donde “nos empezaron a repartir bolsas con comida y bebidas. No dábamos crédito”. Después llegaron autobuses enviados por el gobierno para trasladarlos a la Ciudad de México. Refiere también, con fotografías de primeras páginas, del amarillismo de la prensa nacional condenando el festival, que provocó otra vez su ostracismo. “El rock se replegó y por años sus nuevos espacios fueron galerones abandonados, sótanos, fábricas vacías, bodegas destartaladas”. Eran los llamados hoyos fonquis erigidos como “sitios de resistencia del rock”.

El libro puede leerse como una novela gráfica, por momentos insólita, del devenir en México de la música más poderosa y popular del mundo.

AQ

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