El mundo en una taza de té

Libros | A fuego lento

De Rusia a La Merced, Ethel Krauze demuestra que todo cabe en una novela sabiéndolo acomodar.

Portada de 'Samovar', de Ethel Krauze. (Alfaguara)
Roberto Pliego
Ciudad de México /

¿Una novela puede dar cuenta de una vida entera, una vida hecha de reveses, golpes de fortuna, malquerencias, naufragios, plenitudes, renacimientos, consuelos y adioses? ¿Puede caber tanto en una novela, sobre todo ahora, cuando la liquidez ha tomado el lugar de la ambición decimonónica? No es temerario arriesgar una respuesta afirmativa, siempre y cuando esa novela sea el fruto sigiloso de la tarea que se afana en interrogar (y no a uno mismo, sino a la memoria ajena) para esclarecer y modular, como lo hace, de manera a un tiempo refulgente y abismal, Samovar (Alfaguara).

Estamos en un departamento de la colonia Condesa, siempre en miércoles por la tarde. Cuantas más preguntas tiene para su abuela (Anna Talésnika), más crece la curiosidad de la protagonista, una fotógrafa con la impertinencia necesaria para traer de vuelta una historia que inició un siglo atrás. Conversar es una modalidad del amor y Samovar guarda la forma de ese ritual que se oficia con ruidosa complicidad. De esta manera, mientras a la mesa llega el té negro y los panecitos rellenos de semillas de amapola y los zapotes y los arenques, y aguijoneada por los fantasmas del pasado, la bobe Anna evoca sus trabajos y sus días. Y entonces, como aquellas imágenes que la linterna mágica proyectaba sobre placas de vidrio haciéndonos creer que tenían plena existencia, la huida de la Rusia de los bolcheviques, la noche parisina, el barco que naufraga en el mar Caribe, la Merced, el temblor de 1957, las fiestas judías, la lengua de Isaac Bashevis Singer, los amigos y familiares que se llevó el Holocausto, la sinagoga de la calle Justo Sierra, todo eso, ciudades, banquetes y jacarandas, la vida entera…. van emergiendo de esa taza de té concienzudamente negro.

Con Samovar, Ethel Krauze ha querido trazar el mapa de un mundo que existió en la medida en que su joven protagonista de 85 años, Anna Talésnika, la bobe memoriosa, tuvo las palabras justas para nombrarlo. Cerramos el libro y creemos seguir atravesando una espesura, o quizá un campo sembrado no de árboles sino de veladuras (lo que se calla pero sugiere grandes y pequeños acontecimientos), negándonos a renunciar a esa suerte de trance que solo puede inducir la Literatura… con mayúsculas.

Samovar

Ethel Krauze | Alfaguara | México | 2023 | 196 páginas

AQ

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