Son de Madera

Música

Con 'Las orquestas del día', álbum grabado durante una gira por Chicago, el grupo deleita a conocedores del género e inexpertos por igual.

El grupo Son de Madera en concierto. (Facebook Son de Madera)
Guillermo Levine
Ciudad de México /

Toca el turno de referirme a un disco-joya que descubrí hace años en la radio, antes de que la ex estación cultural de Guadalajara se convirtiera en botín de los políticos en turno. De repente prendí el radio y se oía un deslumbrante solo de requinto de tipo así como que jarocho, pero bastante especial, por fino, por extenso, por elegante.

Resulta que era de un —para mí desconocido— grupo llamado Son de Madera, del que los comentaristas dijeron que cultivaba un tipo de "rasgueo" de guitarra nada común, proveniente de otras latitudes.

Como me gustó, decidí buscar el disco —en ese entonces todavía eran comunes—, pero la tarea no fue fácil. Al fin compré uno llamado Las orquestas del día, pero no traía la pieza aquella, por lo que luego de oír solo pedacitos lo guardé y me olvidé de él. Después sí conseguí el que había escuchado por radio, una maravilla de la cual en alguna otra ocasión hablaré, pero ahora no resisto el deseo de compartir este que tuve un tiempo medio abandonado.

Las orquestas del día es un largo recital grabado en una gira por Chicago, y el disco estuvo producido con pequeñas notas en inglés por la etiqueta Music for the World. Como los CDs prácticamente desaparecieron (terrible cosa), para cada pieza del álbum original aquí indicaré su liga individual de YouTube Music pues, aunque aparentemente en esa plataforma el disco está completo, en realidad no se incluyen todas las piezas del original ni tampoco están en el mismo orden. Además, a menos de que uno esté suscrito, cada pieza viene precedida por fragmentos de anuncios comerciales. Es decir, realmente sí terminamos pagando un precio por tener la música así de “accesible”.

Comencemos pues con este escandalosamente hermoso CD, compuesto por 15 pistas, aunque en la primera solo se oye la voz del presentador: "¡Desde Jalapa, Veracruz: el Son de maderaaa!"

Las dos primeras piezas son sones en modo tradicional (“El pájaro Cú” y “Los juiles”), bonitos y bien interpretados, pero nada realmente del otro mundo, aunque sí como que las guitarras se oyen muy pero muy bien tocadas.

Luego llega el quiebre: la pista 4 (“La lucha”) es un corto verso medio cantado, medio recitado, con una sola voz femenina a capella, que resulta casi hipnótica y, sobre todo, inesperada. Solo dura un minuto, y al final es seguido por, ¡nada menos!, un clavecín, que inaugura la pista 5 (“La marea”). Allí sí las cosas toman otro rumbo: clavecín, bajo, violín y guitarras más requinto y voz jarocha. ¿¡Pero cómo!? Pues sí, resulta que nuestros músicos extraordinarios son verdaderos investigadores y estudiosos de las tradiciones artísticas y culturales: ocurre que el son jarocho tiene raíces en la música negra del Caribe, que a su vez recibió influencias de la música de los conquistadores europeos, y todos esos elementos —junto con sus instrumentos musicales— son retomados por este grupo excepcional.

Al llegar a la pista 6 (“La fantasía de Santiago”) las cosas ya se pusieron definitivamente en tal extremo de belleza, creatividad, poesía y encanto que uno queda desbordado: son seis minutos de un recorrido como pocas veces he escuchado. Con el ardor del momento —pero se repite cada vez que la escucho—, hasta estoy dispuesto a considerar esta pieza como algo comparable con las más exquisitas sonatas de Bach, por ejemplo. Comienza en modo digamos jarocho, pero pronto ingresa a zonas de contrapunto, voz de poeta trovadora de la edad media, regreso al son y al requinto jarocho acompañado por violines en modo clásico, para desembocar en una recitación-canción de tal belleza que me recordó una melodía ensoñadora incluida por Handel en una de sus cantatas (“Salomón”). Todo eso. Puedo oír esta pieza muchas —demasiadas— veces seguidas sin cansarme. A final de cuentas esa es la maravilla de la música, ¿no?: se convierte en nuestra aliada.

Las sorpresas continúan, porque la pista 7 es ¡una especie de rap jarocho!, con una voz de hombre que durante 20 segundos pregunta insistentemente "¿Por qué ando todavía callejero?", acompañada por una guitarrita. Uno no sabe qué hacer. [La pieza individual no se consigue en internet, pero al final proporciono la liga del disco completo.]

La pista 8 (“Los chiles verdes”) no tiene nada que ver con chiles verdes, pues inicia con una poética lamentación acerca de la muerte, enunciada por esa voz femenina entre nasal y gutural que caracteriza al grupo. Sí en efecto parece un son jarocho —con el típico arreglo de versos en modo A B B A— aunque enmarcado por algo que suena como violoncello, y violín, y guitarra, y bajo, y clavecín. Luego progresa y comienza en ratitos a parecerse a la música minimalista del compositor norteamericano Philip Glass, pero si qué barbaridad.

Llega el turno de “El butaquito”, una corta pieza que comienza con un fandango en rasgueos de guitarra dentro de la más pura tradición de la música barroca mexicana, aunque con voz de son jarocho. Pienso en un disco llamado “La guitarra en el México barroco”, tocado por la intérprete francesa Isabelle Villey. En las notas de ese disco (Difusión cultural UNAM) leo: "Investigaciones recientes demuestran que en la música de Veracruz se han conservado vivas muchas de las prácticas instrumentales del barroco, especialmente el uso del rasgueado, y asimismo se han mantenido en uso muchos de los instrumentos de la época de [Santiago de] Murcia [(ca. 1682)]".

Este asunto es algo serio, sin duda.

La pista 10 nos regala “El cascabel”, un son jarocho en toda línea, con esa extraña voz femenina, y rasgueado por el bajo y las guitarras, con ocasionales contrapuntos de requinto. Además, pareciera que los versos poéticos —casi existencialistas— son de la cosecha de estos espléndidos músicos. El disco no está precisamente muy bien grabado, lástima, y los bajos se oyen demasiado fuertes; a continuación sabremos por qué.

La explicación llega en la siguiente pista, "En pocas palabras", un breve discurso de apología de la música: se oye en vivo, en un festival o algo así, no en un estudio de grabación.

La bamba” —pista 12— dura cuatro minutos, pero en ratos tiene letra un tanto diferente a la tradicional, y otra vez esa peculiar voz femenina que insiste en la poesía.

“La llororacita” es entre tradicional y novedosa, con esos limitados versos en espejo pero también con una instrumentación puntuada por el requinto y acompañada por violines. (No está incluida en la compilación de YouTube que estamos siguiendo, aunque sí en el disco completo referido al final.)

Jarana de Godo” son 24 segundos de regreso al modo de guitarra barroca, como para que no se nos vaya a olvidar. (Tampoco está incluida en línea.)

El viaje termina con “Aguanieves con zapateado”, una larga pieza de más de seis minutos que inicia con una especie de paisaje musical completamente armónico, poético, hermoso, para rápidamente ceder su lugar a los sones jarochos, en ratos marcados por esa voz femenina tan especial y ahora entrañable ("con tanta luz en la voz" nos dice; y sí).

Aquí tenemos definitivamente un disco para enorgullecer a cualquier amante de este país, y una vez asimilada la emoción, la expresión y la pasión, no queda sino agradecer la existencia de tan virtuosos músicos y dedicadísimos artistas.

(Luego de mucho buscar, conseguí esta dirección en donde está el disco completo, aunque sin separación entre pistas.)

Pero hay más; hace muy poco escuché en la magnífica estación de música clásica “Opus 94”, del Instituto Mexicano de la Radio una muy corta pieza que me sedujo en forma inmediata. La estación no la identificó (sucede en las mejores familias), pero por fortuna una amiga más sagaz que yo había utilizado la maravilla tecnológica de “Shazam” que mencioné en una nota previa, y descubrí que también es de Son de Madera. Aunque no forma parte del disco aquí reseñado, no me resisto a incluirla: “Los villanos”.

Termino con una frase de la reseña del magnífico periodista cultural Pablo Espinosa en La Jornada, del año 2010: “Cierre los ojos, querido lector, escuche esta música jarocha, abra los ojos: cierto, ciertísimo: el mundo es ahora más hermoso”.

www.glevineg.com

AQ

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