En su última película, Basado en hechos reales, Roman Polansky cuestiona y se burla de las obras ar-tísticas validadas por los trágicos sucesos de la existencia humana. A través de un montaje de ambigüe-dades, el director polaco ilustra el terreno resbaladizo del sentido común y su funesta generalización en la información mediática. Por eso, muchas veces las películas, pinturas o libros que aparecen como una alusión directa al mundo concreto (las conocidas verdades falsas, políticamente correctas) son auténti-cos simulacros, voluntarios o involuntarios. Atrapar la realidad es un efecto difícil de conseguir y en muchos casos la mejor manera de hacerlo es, precisamente, por el camino contrario, es decir, a través de la máxima irrealidad como lo demostraron en México Ramón López Velarde con La suave Patria —nada suave— y Xavier Villaurrutia no con el rechazo de la violencia de su época dramática sino con la afirmación de la Nostalgia de la muerte. El primero reveló un modo original de pitorrearse de los “héroes” vivos, y las masas que los celebran, y el segundo cómo evitar la sensiblería engendrada por la “acción” y la Historia.
Desde esta perspectiva, Libro centroamericano de los muertos (FCE, 2018, Premio Aguascalientes) de Balam Rodrigo es otro texto más basado en la “realidad” sin transformación y revés y, por tanto, resul-ta prosa liviana pintada de rojo. No cabe duda de que el escritor chiapaneco es una de las voces signifi-cativas de su generación y ha escrito textos que merecen una lectura detenida. Sin embargo, en este largo poema el lenguaje permanece en el plano de la noticia y de la plañidera emoción inmediata. El li-bro en el comienzo nos sugiere la construcción de una crónica con recursos del siglo XVI —eso era una buena idea—, pero esta insinuación es abandonada casi de inmediato y en lugar de una gran historia bien contada en la voz de un testigo complejo, arcaico y veraz, hallamos una sucesión monótona de es-tampas en pastiche, corchetes pedantes y la descripción fácil con declaraciones como “en los caminos de extravío” o “destrozados por manos muertas”. Libro centroamericano de los muertos parte de la cer-teza ingenua de que basta invocar una situación social trágica y el recuerdo personal de la misma para capturarla en el entendimiento y devolverla como una invención auténtica. Es el naturalismo zolaciano —sin Zola— que domina mucha de la literatura actual.