Actualmente los arquitectos nos enfrentamos a un dilema sin precedentes en nuestra historia como proveedores de soluciones arquitectónicas para la sociedad. Se trata de la elección entre dos maneras de ejercer nuestra profesión que son incompatibles entre ellas. La primera, que es la forma habitual, implica la solución del proyecto arquitectónico de la forma más eficiente posible para satisfacer las necesidades de los usuarios y promotores de la obra sin cuestionarlas en absoluto. La segunda manera de hacer arquitectura requiere que el profesional tome una postura ética respecto de su actividad y considere los fines de la encomienda desde un punto de vista moral y no solamente instrumental. En este caso, si el arquitecto considerara que la obra que le ha sido encomendada contraviene sus principios éticos, debería debatirlos con el cliente y en caso de no llegar a ningún acuerdo satisfactorio para ambos, excusarse y rechazar el trabajo.
Estas disyuntivas son desde luego muy complicadas de abordar e identificar para la mayoría de los arquitectos, pero se pueden entender en términos relativamente sencillos. Si al arquitecto se le encarga una obra que daña ostensiblemente al medio ambiente, o bien que provoca una situación de clara exclusión social y estas dos situaciones se encuentran opuestas a su propio código moral, lo correcto sería no participar en tales obras. No sería suficiente desde el punto de vista ético deslindarse de la responsabilidad por el daño causado, aunque se encontrase dentro del marco de la ley. Tampoco bastaría con realizar un trabajo correcto desde el punto de vista técnico, ya que la colaboración con instituciones y personas con códigos morales cuestionables también resulta en responsabilidades para quien participe en dichos procesos con consecuencias reprobables.
La dificultad principal para establecer una postura ética sólida es que rara vez se nota con total claridad cuáles son los fines y consecuencias de una obra. Por ello, todos los arquitectos tenemos la obligación de prepararnos para ser capaces de analizar críticamente los proyectos que realizamos y responder por ellos.
TANGENTE
CONCEPTO ABSTRACTO
El espacio arquitectónico no es materia palpable, es un concepto abstracto producto de la visualización espacial. La actividad del proyectista arquitectónico involucra la producción de dicho espacio y éste a su vez nunca debe descuidar sus aspectos éticos.