Mi cuerpo siempre pedía la adrenalina del cuadrilátero: Silver King

Entrevista

Hijo del Dr. Wagner, César González mostró el mes pasado el orgullo de ser una persona que se forjó a sí misma y habló de la disciplina que tuvo desde que era joven; este sábado perdió la vida en el ring cuando se presentaba en Roundhouse de Londres.

“Puede haber sido un buen tornero, es un trabajo muy noble”. (Martín Piña)
Luis Salcedo Cassio
Torreón /

¿Cuál es tu nombre completo? “César Huichilopoztli González Cuitláhuac Barrón (1968); jajaja, no es cierto, solo soy César González”, así comenzó la entrevista con Silver King en abril pasado, cuando accedió a hablar con MILENIO Laguna.

Una voz y un físico que imponían, pero dentro de esa carcasa había un hombre comprometido con las buenas causas, la justicia y su pasión: la lucha libre.

Antes de saber que quería ser luchador, como su padre, el Doctor Wagner, Silver confesó que su anhelo era ser tornero, “pude haber sido un excelente tornero, pero la lucha libre ya la traía en la sangre, me llamó, me atrapó y yo solo me dejé llevar”, comentó el lagunero, quien perdió la vida este sábado en Londres, mientras desempeñaba lo que le apasionaba.

¿Qué sería César González sí no hubiera sido luchador?

Tengo un pariente que se llama Juan Carlos González, no somos primos, pero así nos decimos; cuando yo empecé a entrenar lucha libre también estudiaba y trabajaba en un taller de torno con Ramiro González, el papá de Juan Carlos; hubiera sido tornero, me gustaba ese arte de hacer las bridas, las herramientas, el torno, es muy bonito y noble ese trabajo.

¿Cómo fue tu juventud?

En esos tiempos estudiaba licenciatura en sistemas computacionales en la Universidad Autónoma del Noreste, en el centro de Torreón. Estudiaba, trabajaba y entrenaba; recuerdo que hasta me vino un agotamiento físico, pese a que nunca fui un reventado, escandaloso o que quisiera experimentar emociones diferentes; no me distraje en cosas mundanas.

¿Había tentaciones?

Yo, gracias a los consejos de mi padre, llegué a ser quien soy. En la preparatoria mi meta era salir e irme al gimnasio, no estar en la cerveza o en las fiestas o bailes, yo era tranquilo.

¿Cuándo supiste que lo tuyo era la lucha y no el estudio?

Dejé los estudios y la carrera. Lo mío era la lucha libre, le aposté a lo que me gusta; haz lo que más te gusta en la vida y nunca vas a trabajar. Hubiera sido un buen tornero, ya hacía cotizaciones a empresas grandes. Mi padre me apoyó en su momento, pero la lucha me atrapó, ya lo traía marcado y después de 32 años ya pensamos en otras cosas, como los negocios, pero la lucha es mi vida y no te puedes retirar nunca.

¿Cómo te ves a corto plazo?

Hay una crisis en la lucha libre, vemos a luchadores como Canek, Mil Máscaras, que luchan esporádicamente, y ahora la lucha está en crisis. Somos pocos los afortunados que tenemos todavía vigencia y seguimos trabajando y viviendo de esto, pero muchos luchadores, ya no. Estamos viendo lo que nos va a dar Dios para poder tener progresos hasta el último día de nuestra vidas.

¿Era exigente tu papá, el Dr. Wagner?

Desde niño cumplí con la escuela porque me lo pedían mis padres; era buen estudiante, sacaba puro 9 y 10, era dedicado al estudio y al deporte. Me pedían como requisito estudiar, y después me daban su bendición para ser luchador.

¿Qué le hace falta al luchador actual para ser como Silver?

Cuando veo luchadores que se quejan de que no tienen dinero o trabajo, pues hay que buscar la oportunidad; una prueba palpable es Último Guerrero; es una persona que realmente no me cae bien, pero sí admiro su tenacidad que tuvo para llegar a donde llegó. Teniendo familia, él se fue a Ciudad de México a un gimnasio donde les permitían dormir debajo de un ring; para ganarse eso debían limpiar el gimnasio y hacían sus funciones. Eso les falta a muchos, por el miedo de dejar a la familia y comodidades no se atreven a dar ese paso.

¿Qué te enorgullece?

Yo era un gato de angora, porque era un hijo de familia que tenía todo; mi padre me dio todo: carros nuevos, casa, todo. Fui dejando eso, dejé todo para irme a un sitio donde se metía la tierra y tenía frío, dormía con perros y gatos, además ya tenía un hijo pequeño. Hay etapas en la vida que mucha gente no supo; yo siendo un niño bien tuve que irme al suelo para levantarme poco a poco y eso me enorgullece.

¿Cómo te apoyó tu papá?

Mi padre me dejó en Ciudad de México y me dijo: “ahí te quedas”, tú sabes si te quedas o regresas; me quedé y eso me forjó como luchador y persona.

¿Qué sigue?

Ya tuve 18 campeonatos, viajes por todo el mundo, soy reconocido en varias partes; viene chavos nuevos y va cambiando la lucha libre, ahora es más aérea y riesgosa, la verdad Dios quiera y ellos duren tantos años como yo en esta bella profesión. Yo estuve en la transición de la lucha libre old school a la nueva era; el ras de lona se fue perdiendo, soy creador de varios lances, fui como que el proceso de lo que hay ahorita, son 30 años de estar en esto.

¿Cuándo el físico ya no dé para más, qué harás?

Tengo un negocio, otros proyectos en puerta y seguir con la promotoría; eso me llenará. Esa adrenalina la tienes que vivir dentro del medio y tener una que otra presentación, luchadores más grandes que yo aún se presentan; cambias el chip. La juventud se va, las lesiones son más fuertes y algún día me tocará irme de la lucha, pero me siento satisfecho de lo que logré por mis méritos, no por ser recomendado “de”; yo formé mi propia historia.

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