A fines de enero, funcionarios de salud de Corea del Sur convocaron a representantes de más de 20 compañías médicas a una sala de conferencias oculta dentro de una concurrida estación de trenes de Seúl, durante las celebraciones del Año Nuevo Lunar.
Uno de los principales responsables de enfermedades infecciosas del país les entregó un mensaje urgente: Corea del Sur necesitaba de inmediato una prueba eficaz para detectar el nuevo coronavirus.
Si bien había solo cuatro casos conocidos en Corea del Sur “estábamos muy nerviosos. Creíamos que podría convertirse en una pandemia”, recuerda Lee Sang-won, experto en enfermedades infecciosas de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Corea. “Actuamos como un ejército”, enfatiza.
Una semana después de la reunión del 27 de enero, los CDC de Corea del Sur aprobaron la prueba de diagnóstico de una compañía y pronto se sumó la de otra. A fines de febrero, Corea del Sur estaba en los titulares de todo el mundo por sus centros de detección y su capacidad para evaluar a miles de personas diariamente.
La rápida acción de Corea del Sur contrasta con lo que ocurrió en Estados Unidos.
Siete semanas después de la reunión en la estación de tren, los coreanos han examinado a más de 290 mil personas e identificado más de ocho mil contagiados. Los nuevos casos están bajando y el miércoles se reportaron solo 93, muchos menos que el pico diario de 909 de hace dos semanas.
EU, cuyo primer caso se detectó el mismo día que en Corea del Sur, ni siquiera está cerca de satisfacer la demanda por pruebas. Se han realizado cerca de 60 mil test en laboratorios públicos y privados en un país de 330 millones de habitantes.
Como resultado, Washington no sabe cuántos estadunidenses han sido infectados y dónde se concentran, lo que es clave para los esfuerzos de contención.
MILES DE CONTAGIOS
Si bien se habían identificado más de nueve mil casos en EU hasta el miércoles, unas 96 millones de personas pueden contagiarse en los próximos meses y 480 mil morir, según una proyección para la Asociación de Hospitales Estadunidenses del doctor James Lawler, experto en enfermedades infecciosas de la Universidad de Nebraska.
El caos y el retraso en las pruebas en EU costarán vidas, incluso las de médicos y enfermeras, según muchos expertos.
Ya han muerto 149 personas y el temor a la propagación desenfrenada ha llevado a restricciones extraordinarias en las relaciones sociales, economía y vida cotidiana.
“Me hace sentir que estoy viviendo en una farsa”, dice el doctor Ritu Thamman, cardiólogo y profesor clínico en la Facultad de Medicina de la Universidad de Pittsburgh. Incluso el personal del hospital que pudo haber estado expuesto no puede hacerse una prueba “¿Somos un país rico pero no tenemos este tipo de cosas?”, añadió.
En lugar de allegar al sector privado desde el principio para desarrollar las pruebas, como lo hizo Corea del Sur, los funcionarios de salud de EU confiaron, como es habitual, en kits de prueba de los CDC, algunos de los cuales resultaron defectuosos.
Luego, siguiendo los largos procedimientos de investigación de antecedentes, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos no aprobó otras pruebas que no fueran las de los CDC hasta el 29 de febrero, más de cinco semanas después de que comenzaron las discusiones con laboratorios externos.
Como resultado, el gobierno federal no logró detectar a un número incalculable de estadunidenses contagiados y perdió oportunidades de contener la propagación, dicen médicos y expertos en salud pública.
Esta semana, la FDA dijo que más de 35 universidades, hospitales y laboratorios habían comenzado a realizar sus propias pruebas.
Pero pueden pasar semanas antes de que haya suficientes pruebas disponibles para atender las necesidades.
"No estamos preparados para que alguien se haga (pruebas) fácilmente, de la manera en que lo hacen las personas en otros países", asegura Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas a un comité de la Cámara de Representantes. "Eso es un fracaso. Admitámoslo".
Y ADEMÁS
BOLSONARO PIDE EVITAR “PÁNICO”
El mandatario de Brasil, Jair Bolsonaro, reconoció la “gravedad” de la crisis el coronavirus que ya contagió a dos de sus ministros y al presidente del Senado, pero pidió evitar la “histeria”. Por segundo día consecutivo se escucharon “cacerolazos” en varias ciudades, en protesta contra del Ejecutivo y su gestión de la crisis.