• ‘No other land’: el docu que muestra la violencia contra los palestinos llega a DocsMx

La cinta será proyectada en la Ciudad de México como parte del Festival DocsMx. Sus creadores piden un alto al fuego y denuncian una situación de ‘apartheid’ en Cisjordania.

Ciudad de México /

Lo inquietante de ‘No other land’ (‘Sin otra tierra’), documental de Basel Adra y Yuval Abraham, es saber que, por más terrible que parezca lo que muestra, no hay final feliz en Palestina y lo que vino después está siendo mucho más duro.

No other land termina en septiembre de 2023. Su historia, la destrucción sistemática de las 19 aldeas palestinas de Masafer Yatta (una región en el sur de Cisjordania, a 50 kilómetros de la franja de Gaza), por fuerzas y colonos israelíes, es grave y angustiante. Pero lo peor estaba todavía por ocurrir con los ataques de Hamás ocurridos poco después, el 7 de octubre; para dar cuenta de ello, los editores apenas alcanzaron a colocar un breve texto antes de los créditos finales de la película.

“Los colonos de los asentamientos ilegales se convirtieron en la autoridad”, me dice el joven palestino Basel Adra, que protagoniza y es uno de los codirectores del filme, y a quien conocí en su aldea de Tuwani, en el área del conflicto, en noviembre del mismo año. Me tocó ver lo que describe en No other land, los soldados israelíes son a veces cómplices de los violentos activistas judíos, a veces moderadores que actúan suavemente para contenerlos en sus agresiones.

El documental se centra en la destrucción de las aldeas de Masafer Yatta/ Especial

Pero la ofensiva contra Gaza requirió una movilización general, los soldados se fueron a invadir el pequeño territorio y les dejaron a los colonos uniformes, armas y un poder incontenido. Aunque sus puestos de avanzada y muchos de sus nuevos pueblos en tierra palestina son aún considerados ilegales por el estado israelí, y ocasionalmente se libra una orden de expulsión en su contra, ejecutar la ofensiva es ahora tarea de ellos mismos.

“Se han incrementado las demoliciones [de casas y edificios palestinos]”, me dice el documentalista Basel desde Londres, donde él y su codirector Yuval Abraham, un judío israelí, están presentando No other land. “Nos impiden acercarnos a nuestros olivos, sacar a pastar las ovejas, trabajar la tierra. En seis comunidades de mi área, la gente huyó porque amenazan con matarlos si no se van”.

Con Basel, visité en aquel momento la aldea de Khirbet Zanuta, que acababa de ser abandonada. Nuestra presencia alertó a los israelíes de un asentamiento ilegal cercano, que enviaron un dron a hostigarme, simulando que se lanzaba sobre mí. Coincidió con que yo estaba grabando un video y pude registrar los hechos, queriendo confiar en que no se atreverían a agredir a un periodista extranjero de la misma manera en que lo hacen con los aldeanos indefensos. Tuve suerte.

No other land fue galardonado en la Berlinale en febrero pasado con dos Osos de Plata, pero también provocó controversias por las posturas de sus creadores en el conflicto de Israel contra los pueblos de Palestina.

Se triplica la violencia en Cisjordania

En 2022 y 2023 las acciones para despoblar las zonas rurales de Cisjordania, para concentrar a los habitantes palestinos en bolsones urbanos, produjeron un importante incremento en la violencia. Pero se elevó todavía más después del 7 de octubre de 2023, con la atención mundial colocada sobre Gaza.

Entre esa fecha y el 23 de septiembre de 2024, mataron a 693 palestinos en esta parte, según la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios; de los que 674 fueron víctimas de fuerzas israelíes, 12 de colonos y de otros siete, no se conoce el responsable (del lado contrario, la resistencia dejó 23 muertos: siete colonos y 16 soldados).

Se registraron también mil 390 ataques de colonos contra palestinos, con la destrucción de 277 hogares palestinos, de los que fueron desplazadas mil 628 personas, incluyendo 794 niñas y niños. A estos se suman lo que las autoridades israelíes demolieron, destruyeron o confiscaron: mil 725 estructuras palestinas en toda Cisjordania, expulsando a 4 mil 450 palestinos, incluidos unos mil 875 niños.

Una amistad entre un israelí y un palestino

No other land forma parte de Festival DocsMx. Se estrena el 14 de octubre en el Instituto Goethe de la Ciudad de México. El documental cuenta la historia de Basel, hoy de 27 años, desde su niñez, en la que se combinan videos de su vida normal con los de agresiones israelíes. Creció en una cotidianidad de impotencia: en años recientes, un funcionario israelí quedó a cargo de ejecutar órdenes de arrasar hogares, con bulldozers protegidos por tropas, y las lleva a cargo a pesar de los gritos de niños y reclamos de las mujeres.

En ese contexto aparece Yuval Abraham, un periodista independiente israelí que creció en Beersheba, una ciudad en el Estado de Israel, y que quiere hacer un reportaje sobre la situación en Masafer Yatta. Algunos palestinos lo ven con desconfianza: representa al enemigo que los quiere sacar de sus tierras. Basel lo acepta pero no deja de señalar que, en 10 días, el israelí regresará a su vida tranquila en su casa, tan cerca pero tan lejos.

No sin conflictos, entre ambos se desarrolla un vínculo que se convierte en un largometraje que ambos llevan a triunfar en la Berlinale, el importante festival cinematográfico berlinés, en donde reciben dos Osos de Plata, el del público y el del mejor documental, pero también campañas de odio en Alemania y en Israel.

No tanto en Masafer Yatta, admite Basel: “Mi familia y yo siempre hemos sido atacados por los colonos, así que no hay nada nuevo [a raíz de] esta película. Pero sí para Yuval y su familia, que sufren a causa de ella”.

"No Other Land" se estrenará el 14 de octubre en el Festival DocsMx/ Especial

Alemania sólo quiere acordarse de un genocidio

Alemania sufre por su pasado nazi. Por el genocidio. Ha olvidado otro, el que cometió en la campaña de exterminio étnico contra los herero (entre 24 mil y 100 mil muertos) y los nama (unas 10 mil fatalidades) en lo que hoy es Namibia, por rebelarse contra su colonia África del Sudoeste alemana, entre 1904 y 1908.

Sólo se acuerda de los nazis de Adolf Hitler. Y como acto de contrición, se ha impuesto apoyar a Israel en todo lo que haga, con dinero y con armas. Aunque sea ‘apartheid’. Aunque sea otro genocidio. El tercero, ya, en la historia alemana reciente. Y esto significa pasar por encima de derechos y libertades como los de expresión, reunión y manifestación, en caso de críticas a Israel o a la complicidad de Berlín.

La campaña represiva empezó en noviembre de 2023, cuando una exposición de la fotógrafa sudafricana Candice Breitz fue cancelada por la Galería Moderna del Museo del Sarre, bajo el argumento de que la artista había firmado una carta del movimiento Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS), que el gobierno alemán califica de “antisemita”. Ella dice que eso es falso, que apoya el derecho al boicot pero no es partidaria del BDS, y no ha firmado nada: “Es posible condenar totalmente a Hamás, como lo hago yo, inequívocamente, y al mismo tiempo apoyar la lucha palestina más amplia por la libertad frente a la opresión, la discriminación y la ocupación”.

Además, Breitz es judía: “Puede que tenga la dudosa distinción de ser la primera artista judía a la que Alemania le ha quitado plataforma y financiación, pero no soy la primera judía a la que esto le ha afectado”, declaró. “Un amplio espectro de activistas, artistas y otros trabajadores culturales están siendo manchados y desplumados”.

Basel Adra y Yuval Abraham, directores de "No Other Land"/ Especial

La acusación de antisemitismo se blande como espada flamígera de un ángel vengador. Con ella, las cabezas de muchas personas están siendo cercenadas de eventos, concursos y becas “de manera preventiva”, por instituciones temerosas de ser envueltas en polémicas por los entusiastas cazadores de disidencias.

Respetar los llamamientos de Naciones Unidas

Basel Adra declaró en Berlín, en su discurso al recibir los premios, el 24 de febrero de 2024: “Es muy difícil para mí celebrar cuando decenas de miles de mis compatriotas están siendo asesinados y masacrados por Israel en Gaza, y mi comunidad en Masafer Yatta está siendo borrada por excavadoras israelíes”.

Luego se dirigió al punto débil del país anfitrión: “Solo pido una cosa: que Alemania respete los llamamientos de la Organización de las Naciones Unidas y deje de enviar armas a Israel”. Tan simple. Tan correcto, en términos de la legislación internacional: respeto a Naciones Unidas. Y tan insoportable, para la hipocresía imperante.

Pero lo que sostuvo Yuval tendría mayores consecuencias: “En dos días, Basel y yo regresaremos a una tierra en la que no somos iguales. Yo vivo bajo la ley civil y Basel, bajo la ley militar. Vivimos a 30 minutos el uno del otro, pero yo tengo derecho a voto y Basel, no. Soy libre de moverme donde quiera en esta tierra, pero Basel, como millones de palestinos, está encerrado en Cisjordania”.

“Una de las preguntas que planteamos en la película es cómo podemos lograr un cambio para poner fin a la ocupación”, continuó el israelí. 
“Creo que una respuesta es que la gente realmente se levante. Hay muchas personas poderosas en esta sala, hay muchos ministros y personas cuyas voces son escuchadas. Necesitamos pedir un alto al fuego. Necesitamos pedir una solución política para poner fin a la ocupación. Esta situación de ‘apartheid’ entre nosotros, esta desigualdad, tiene que terminar”.

Provocó un escándalo en la Berlinale

La maquinaria del castigo se activó de inmediato. Su primera víctima: la ministra de Cultura, Claudia Roth, que en el evento se dejó llevar por el entusiasmo y aparece en un video aplaudiendo. El principal partido de la oposición, la Unión Demócrata Cristiana, pidió su renuncia inmediata. Miembro del Partido Verde, que integra la coalición gobernante, Roth quiso salir del problema afirmando que no le había aplaudido al palestino, sino “al periodista y cineasta judío israelí Yuval Abraham, quien se pronunció a favor de una solución política y una coexistencia pacífica en la región”.

Pero la indignación no quedó ahí. Otro de los partidos del gobierno, el Liberal-Demócrata, por ejemplo, demandó quitarle el financiamiento público al festival de cine de Berlín. O el derechista alcalde de Berlín, Kai Wegner, que soltó en X un posteo fúrico contra la “intolerable relativización” hecha por Basel.

Lo más grave se produjo en Israel, donde Kan, la televisión pública, acusó a Yuval de haber pronunciado un discurso cargado de antisemitismo. “No hubo antisemitismo en el discurso de Yuval Abraham”, respondieron 40 cineastas israelíes en una carta abierta. “Ni tampoco ningún llamado a la violencia. Todo lo contrario: fue una descripción factual de la realidad en Cisjordania y un llamado al fin de la violencia y al alto el fuego”.

El portal periodístico israelí +972, para el que colaboran Basel y Yuval, señaló que el escándalo muestra varias tendencias alarmantes: “Ilustra la depravación del discurso alemán sobre antisemitismo, que ha llegado a interpretar las declaraciones contra la ocupación israelí (incluso de los propios judíos) como racismo antijudío.

“Refleja la creciente intolerancia a escuchar duras verdades sobre el ‘apartheid’ israelí, no sólo en lugares como Masafer Yatta, sino también en Gaza, que sigue sitiada y bombardeada. Y demuestra que muchos no pueden comprender una alianza entre palestinos e israelíes que reconozca sus dinámicas de poder y resista activamente los sistemas de desposesión y dominación que los hacen desiguales ante la ley israelí”.

Yuval había señalado el absurdo de que, habiendo nacido y crecido tan cerca, para él fuera fácil llegar al aeropuerto internacional y volar a Berlín, mientras que Yuval debía superar controles fronterizos para ir a Jordania a tomar el avión. Paradójicamente, a partir de que la televisora lo exhibió, ya no podía regresar. “Estoy recibiendo decenas, cientos, de mensajes anónimos, tipo ‘cuando vuelvas, te estaremos esperando, hijo de puta’, ‘te daré caza en el aeropuerto’. Soy periodista y he escrito cosas más críticas que lo que dije en el discurso, pero nunca había experimentado nada así”.

Después, “una turba israelí de derechas llegó anoche a buscarme a mi casa”, en Beersheva explicó en un post. “Amenazaron a mis familiares cercanos, que tuvieron que escapar a otra población en medio de la noche”.

“El uso atroz de esta palabra [antisemitismo] por parte de los alemanes, no sólo para silenciar a los críticos palestinos de Israel, sino también para silenciar a israelíes como yo que apoyamos un alto el fuego que ponga fin a la matanza en Gaza y permita la liberación de los rehenes israelíes, vacía de significado la palabra antisemitismo y, por lo tanto, pone en peligro a los judíos de todo el mundo”, continuó el cineasta.
“Como mi abuela nació en un campo de concentración en Libia y la mayor parte de la familia de mi abuelo fue asesinada por los alemanes en el Holocausto, me parece indignante que los políticos alemanes en 2024 tengan la audacia de utilizar este término como arma contra mí de una manera que puso en peligro a mi familia”.
“Si esto es lo que están haciendo con su culpa por el holocausto”, espetó a los alemanes, “no quiero su culpa”.

Los creadores hacen un llamado a México

Aunque Basel me dice que no se siente más expuesto que antes, Yuval expresó en su mensaje que el mayor peligro es para el palestino que “vive bajo una ocupación militar rodeada de violentos asentamientos”. Y celebró que No other land “esté provocando un importante debate internacional sobre este tema”.

Como se ve en No other land, ambos tienen puntos de desacuerdo y este parece ser uno de ellos. “La película está en los festivales y en los medios pero [...] siguen matando palestinos todos los días y robando sus tierras y la limpieza étnica de nuestros hogares está aumentando en lugar de disminuir debido a la atención pública”, me comenta Basel. “Y esto se debe a la impunidad que los gobiernos occidentales le dan a la ocupación y al ‘apartheid’ de Israel. No hay consecuencias para las acciones de Israel contra los palestinos, ya que continúan y aumentan los crímenes contra nosotros”.

En cualquier caso, “llamaría a la gente de México a que venga a ver No other land, es una película muy importante”, concluye el activista palestino. “Hemos estado trabajando en ella desde los últimos cinco años y es muy importante que la gente entienda lo que realmente está sucediendo y esta película podría ayudarlos. Lo que sea que ustedes puedan hacer para ayudarnos, protestar, hablar de nuestra historia, venir a Palestina y solidarizarse con nosotros, si pueden, cualquier cosa que puedan hacer”.



GSC/SF/ CMOG 

  • Témoris Grecko
  • Periodista, documentalista y analista político que ha cubierto conflictos sociales y armados en 95 países y territorios, publicado siete libros y escrito cinco documentales.

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