“Imaginemos el siguiente escenario. En cuestión de días, una epidemia de gripe letal se propaga por todo el mundo, interrumpiendo el comercio y el turismo, desatando un caos social, destrozando la economía global y poniendo en peligro decenas de millones de vidas”, fueron las proféticas palabras escritas el 1 de enero de 2020 por Gro Harlem Bruntland, ex directora general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el diario español El País.
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Mientras tanto, en casi total hermetismo, en China brotaba un nuevo tipo de neumonía que no empezaría a ocupar algunos espacios informativos hasta siete día después sin darle aún la dimensión que hoy ocupa con su nombre pandémico: Covid-19.
La columna de Brundtland, ex primera ministra noruega, se basa en un informe que le fue comisionado por la OMS y que hace seis meses ya advertía, de acuerdo a datos recabados por BBC el 18 de septiembre: “El espectro de una emergencia sanitaria mundial se vislumbra peligrosamente en el horizonte”.
El informe titulado “Un mundo en peligro” afirma textualmente: “Nos enfrentamos a la amenaza muy real de una pandemia fulminante, sumamente mortífera, provocada por un patógeno respiratorio que podría matar de 50 a 80 millones de personas y liquidar casi el 5% de la economía mundial”.
El documento de 45 páginas advirtió entonces: “Una pandemia mundial de esa escala sería una catástrofe y desencadenaría caos, inestabilidad e inseguridad generalizadas”. Y sentenciaba: “El mundo no está preparado”.
En este primer informe, la Junta de Vigilancia Mundial de la Preparación señaló que “las recomendaciones de grupos y comisiones de alto nivel anteriores establecidos tras la pandemia de gripe H1N1 de 2009 y el brote de ébola de 2014-2016” no se han aplicado de manera eficiente o de plano, nunca se han llevado a cabo y enfatiza: “Durante demasiado tiempo hemos permitido que se suceda un ciclo de pánico y abandono en las pandemias; prodigamos esfuerzos cuando surge una amenaza grave y nos olvidamos rápidamente cuando la amenaza remite. Ha llegado el momento de actuar”.
Como si fuera el guion de lo que está viviendo el mundo actualmente ante el Covid-19, el informe de la OMS aseguró entonces que “la confianza en las instituciones se está erosionando. Los gobiernos, los científicos, los medios de comunicación, la salud pública, los sistemas sanitarios y los profesionales de la salud de muchos países se enfrentan a una quiebra de la confianza pública que amenaza su capacidad para actuar de forma eficaz”.
E incluso, señaló el papel de internet ante la pandemia: “La situación se ve exacerbada por la posibilidad de que se difundan de forma rápida y generalizada, a través de las redes sociales, informaciones erróneas que puedan entorpecer el control de las enfermedades.
El documento de la OMS cita al Banco Mundial para estimar el costo de una nueva enfermedad infecciosa, meses antes de que estallara la nueva cepa del coronavirus a escala internacional y arrastrara a todos los indicadores económicos: “Una pandemia de gripe mundial de una escala y virulencia parecidas a la que tuvo lugar en 1918 supondría un costo de 3 billones de dólares para la economía moderna, o lo que es lo mismo, el 4.8% del producto interior bruto (PIB)”.
La OMS puntualizó entonces que no existe voluntad política para evitar una pandemia: “Los dirigentes nacionales responden a las crisis sanitarias cuando el miedo y el pánico alcanzan niveles importantes, pero la mayoría de los países no destinan energías y recursos a esta cuestión con la continuidad necesaria para evitar que los brotes se conviertan en desastres”.
Bruntland, que en su columna del primero de enero retomó el informe de la OMS, culminaba su escrito con un consejo a los gobernantes: “Tenemos el conocimiento y las herramientas. No hay ninguna excusa para que nos tomen por sorpresa sin estar preparados”.
Hoy, a seis meses del informe, el Covid-19 está presente en 160 países con un cuarto de millón de infectados y diez mil muertos.