Patricia es cajera de supermercado desde hace dos años. Cuenta que su trabajo es sagrado, lo disfruta y gracias a ello mantiene a sus tres hijos. A diferencia de miles de personas en México que han suspendido sus actividades o trabajan desde casa, ella ha sostenido su rutina. Los supermercados son los únicos sitios autorizados en Ciudad de México para abrir en horario regular.
- Te recomendamos Empresarios turísticos urgen ayuda del gobierno para evitar pérdida de empleos Negocios
Su tocaya labora en el área de frutas y verduras y se irá a descansar a partir de hoy, tiene más de 60 años y la empresa le ha pedido que deje de trabajar porque pertenece a la población vulnerable. Desde hace siete años, Paty y su sobrina Brenda son empleadas del mismo supermercado, solo que Brenda tiene otro cargo y por su edad se quedará en la tienda el tiempo que sea necesario. Los empleados de esos giros son una parte de la población en México que seguirá activa y cuyos horarios ni salarios serán modificados.
Paty está tranquila por irse a casa, “es que somos vulnerables y nos podemos enfermar, aunque me siento muy bien, pero pues uno nunca sabe quién viene y qué es lo que traen de sus casas”, cuenta; ella, además de uniforme trae delantal, guantes, gorra y tapabocas que cambia cada ocho horas, como medida preventiva.
“En casa tengo todo preparado, mi hija (de 14 años) se hará cargo de todo, ella realizará las compras y yo de comer”, cuenta alegre de terminar en unas horas su jornada de ocho horas”. Hasta ahora, Paty se trasladaba todos los días desde Chalco hasta el centro de CdMx. Recorría una hora en el Metro y usaba al menos dos autobuses y un microbús para llegar a su trabajo. “Ahí es donde sentía más riesgo, porque aún hay mucha gente en el transporte público”.
“En la tienda hemos tenido medidas todo el tiempo”, cuenta mientras reabastece el stand de plátanos y manzanas. “Aquí hay gel y se supone que esos círculos son para que la gente se mantenga separada de la otra persona, pero no hacen mucho caso”, cuenta entre risas.
Desde hace dos semanas, la mayoría de los supermercados, específicamente de las grandes cadenas, colocaron estampas en el piso para delimitar el desplazamiento de los clientes y establecer una distancia adecuada entre un cliente y otro, para evitar aglomeraciones en las filas para pagar.
Patricia, de 58 años, señala que no todo respetan las medidas. “Todos quieren entrar e irse rápido, la mayoría busca que quien está enfrente se apresure a pagar y ser ellos los atendidos”. En cada una de las cajas de la tienda también se colocaron acrílicos para evitar el contacto con los clientes y cada vez que termina de despachar a uno, las y los cajeros como Patricia desinfectan sus manos.
“Aún no he entrado en pánico, me gusta mucho mi trabajo, hay buenas prestaciones y nos están dejando trabajar, que ya es ganancia”, cuenta.
“El mayor temor, creo de todos, es perder el trabajo”, externa el subgerente del supermercado, David, quien asegura que frente al pánico que se ha esparcido en redes sociales, sus empleados han permanecido muy tranquilos y amables frente a la clientela.
“Creo que el miedo a perder el trabajo es más fuerte que cualquier cosa, necesitamos seguir aquí porque estamos en un supermercado, pero también por un asunto de supervivencia, porque necesitamos trabajar para llevar dinero a nuestras casas.
“Los empleados, como Patricia, han sido muy valientes y permanecido muy serenos ante las amenazas de saqueos, como han ocurrido en otras tiendas”, confiesa David.