En su respuesta a la crisis, Rishi Sunak, ministro de Hacienda, se mostró flexible y pragmático. Este presupuesto refuerza esa impresión, pero nos dice cuatro cosas importantes. Una es que la pandemia dejará un legado desagradable a largo plazo. Otra es que Sunak quiere aferrarse a la sobriedad fiscal. La tercera es que el gobierno está abandonando las ideas económicas a las que se aferró durante tanto tiempo. La última es que el gobierno no tiene una estrategia de crecimiento. Uno puede describir esto como un conservadurismo realista a la antigua. Un término alternativo puede ser derrotismo.
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Como se esperaba, a pesar del éxito del despliegue de la vacuna, Sunak tuvo que extender el costoso apoyo de la economía. Si el gobierno se siente obligado a forzar a la gente a quedarse en casa y a que cierren las empresas, tiene que compensarlos. Por consiguiente, el régimen de licencias sin derecho a remuneración se extenderá hasta septiembre, al igual que el apoyo a los autoempleados. El aumento de crédito universal de 20 libras por semana también continuará durante otros seis meses. En total, Sunak aumentó el apoyo relacionado con la pandemia a los hogares, las empresas y los servicios públicos en 44 mil 300 millones de libras más, lo que lleva su costo a 344 mil millones de libras o 16 por ciento del producto interno bruto (PIB).
La pandemia es sin duda una de las conmociones más devastadoras que ha experimentado Reino Unido en tiempos de paz. El costo humano es el más trágico, pero el económico también es enorme. En 2020, el PIB per cápita se redujo en 10.4 por ciento, la mayor reducción en 300 años. La Oficina de Responsabilidad Presupuestaria (OBR, por su sigla en inglés) también pronostica un endeudamiento neto del sector público de 16.9 por ciento del PIB en 2020-2021, un nivel nunca antes visto en tiempos de paz. Aún se prevé que será de 10.3 por ciento del PIB en 2021-2022.
Por desgracia, a pesar de unas perspectivas en cierto modo mejores de lo esperado en noviembre pasado, todavía se prevé que la conmoción económica no solo será profunda, algo que sabíamos, sino duradera, lo que temíamos. La OBR asume que la pandemia reducirá la producción en 3 por ciento en relación con la trayectoria que tenía antes de la contingencia en el mediano plazo. Pero la trayectoria proyectada antes del covid ya era bastante baja. En resumen, después de 4 por ciento en 2021 y de 7.3 por ciento en 2022, se pronostica una desaceleración del crecimiento económico para llegar a entre 1.6 y 1.7 por ciento anual.
Se esperaba que una pérdida permanente en la producción generará un agujero fiscal, pero Sunak sigue siendo un canciller conservador, pues insiste en volver a la sobriedad fiscal. Se proyecta que las medidas que propone contengan el aumento de la deuda neta del sector público inducido por la pandemia a no más de 25 por ciento del PIB entre 2019-2020 y 2023-2024. Se prevé entonces que la relación de endeudamiento caiga de 110 por ciento del PIB en 2023-2024 a 104 por ciento en 2025-2026. También se pronostica que la brecha entre los ingresos corrientes y los gastos gestionados se reduzca a 2.8 por ciento del PIB para 2025-2026. En ese momento, el gobierno volverá a pedir prestado solo para invertir.
Para lograr esto, se prevé que los impuestos alcancen 35 por ciento del PIB en 2025-2026, el nivel más alto desde finales de la década de 1960, cuando Roy Jenkins era canciller. La última vez que la tasa de impuestos fue más alta que esto fue después de la Segunda Guerra Mundial. Este es un aspecto clave en el que este gobierno es diferente de sus predecesores. George Osborne logró casi toda su consolidación fiscal tras la crisis financiera mediante recortes en el gasto. Más sorprendente aún, no son solo cualquier impuesto, sino los impuestos a las empresas los que aumentarán. El alza de la tasa general del impuesto corporativo de 19 a 25 por ciento es un giro notable de los recortes de Osborne de 28 a 19 por ciento. Más asombroso: este es el primer aumento desde 1974. Se espera que los cambios recauden 17 mil millones de libras (alrededor de 0.6 por ciento del PIB), la mayor parte del aumento de ingresos planeado por Sunak. Buscar la consolidación de esta manera es un giro sorprendente de la política conservadora habitual.
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Políticamente, el paquete parece astuto. Los grupos de cabildeo a favor de reducir el gasto público y menores impuestos a las empresas ahora apenas son poderosos, pero la pregunta es si la estrategia es suficiente para enfrentar los desafíos que enfrenta Gran Bretaña tras del brexit y la pandemia. La respuesta, me temo, es que no lo es.
A corto plazo, el principal estímulo para la recuperación, además del paquete de apoyo, es la “superdesgravación” de dos años de 130 por ciento para gastos de capital. Peor aún, a largo plazo, como dice la OBR: “El aumento en la tasa del impuesto corporativo aumentará el costo del capital, reduciendo el capital social deseado y la inversión empresarial en el mediano plazo”. Un mejor arreglo hubiera sido aumentar tanto la tasa de impuestos como las desgravaciones de capital. Pero eso no habría generado los ingresos que busca el canciller.
Existe la duda de si la recuperación será tan fuerte como para reducir las cicatrices a largo plazo, pero algo más importante es de dónde vendrá el crecimiento. Hay una serie de gestos en la dirección de “subir de nivel”, pero ninguno de ellos parece tan grande para cambiar el panorama de un país con enormes brechas en la productividad regional, bajo rendimiento y bajas tasas de inversión. El Banco de Infraestructura de Reino Unido con un capital de 12 mil millones de libras no será mucho. ¿Dónde está la ambición de inversión? ¿Dónde está el plan de política ambiental? ¿Dónde está, para el caso, la discusión sobre el precio del carbono?
Tras la respuesta a la pandemia, falta la visión a largo plazo necesaria para un país que enfrenta un futuro incierto. Si la única gran innovación es un impuesto elevado a las empresas, ¿cuál es el plan de crecimiento económico? Estos no son los conservadores de antaño, pero estos nuevos, por desgracia, carecen de ideas audaces.
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