El cartujo no solo apoya la reforma electoral propuesta por el Ejecutivo, sino desde ahora muestra sus cartas y se la juega por Mario Delgado para presidente del INE. Quién lo duda, es uno de los más grandes valores de la democracia mexicana.
Hombre ejemplar, como atestigua su trayectoria, nadie puede acusarlo de no ser fiel a sus elásticas convicciones o de tener ideas propias, esa maldición de quienes abandonan el camino de la fe verdadera. Nadie como él conoce al monstruo desde dentro, estudió economía en el ITAM, cuna de tantos lobos de la derecha, donde observó y analizó el comportamiento y la hipocresía de los conservadores.
Si los ojos son el espejo del alma, los de Mario Delgado hablan a gritos de un personaje honesto y sincero, perfecto para convertirse en árbitro electoral. Tal vez sus deseos vayan en otra dirección, pero la patria morenista es primero, y él lo sabe.
En estos días, cuando está fresco el recuerdo de las tumultuosas elecciones de congresistas nacionales del partido en el poder, nadie —excepto la oposición y los resentidos— puede reprocharle nada a Mario, su trabajo fue intachable, y si hubo mapaches, acarreos, compra de votos, robo de papeletas y violencia, la culpa no fue suya. Por eso resulta injusto llamarlo “líder gris, ilegítimo y neoliberal”, o de establecer “pactos mafiosos”, como lo hace John Ackerman, quien ha recordado el entusiasmo de Delgado por la reforma educativa de Peña Nieto. Pero eran otros tiempos, y todos deberían comprenderlo. Es también inaudito pedirle “piso parejo” o cuestionar las encuestas internas de Morena para seleccionar a sus candidatos, cuando la equidad y la transparencia son el sello de la casa. Es cierto, la renovación estatal de este organismo se ha pospuesto por numerosas denuncias de irregularidades durante las elecciones, presentadas por sus propios militantes, pero de ahí a llamarlas “olimpiadas del fraude”, como lo ha hecho Alejandro Rojas Díaz-Durán, es un exceso y no borra la idea del monje de candidatear a Mario Delgado como el mejor para presidir el INE, tan cuestionado desde el altar de la patria.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.
José Luis Martínez