Traidores, los que deciden vender su alma al diablo (que en la actualidad se conoce con otros nombres) a cambio de poder, dinero, “cumplir un sueño” dejando atrás principios, dignidad y la honra que difícilmente se puede recuperar.
Traidores los que con conocimiento de causa del daño que sus decisiones le hacen al país se acobardan y se unen al rebaño sesgado, prefiriendo pasar desapercibidos antes que levantar la voz y exhibir cuando algo no está bien.
Cobardes, los que venden sus conciencias a cambio de banalidades temporales. Y en dicha transacción afectan a inocentes que confiaron en ellos.
Que deshonra llevar ciertos apellidos, que emulan a la traición, la cobardía, el engaño, el individualismo, la soberbia, pero sobre todo el poco valor cívico y el nulo amor a la nación que por desgracia aparece en sus pasaportes.
Mi reflexión no va a nadie en específico, solo a aquellos y aquellas que les quede el saco, que en el fondo afronten que no solo le fallan a su país, sino a ellos mismos, a sus antepasados y a su descendencia quienes pagarán también las consecuencias de sus malas decisiones.
Pero ya antes lo había escrito y lo seguiré escribiendo y gritando si es necesario: México sigue vivo y seguirá. Porque, aunque algunos personajes crean que lo pueden controlar todo, siempre llega algo mayor que les recuerda su insignificancia y que ni el dinero, ni el poder, ni los puestos, ni nada... es para siempre, los malos, tarde o temprano, también se van.