• Un Mercedes-Benz llevó al FBI hasta Ryan Wedding, exatleta y socio de Los Chapitos

  • De promesa olímpica a narcotraficante de alto nivel, gracias a su alianza con Los Chapitos. El FBI cree que Ryan Wedding se esconde en México con ayuda del Cártel de Sinaloa.
Ciudad de México /

DOMINGA.– Una rareza. Como mirar el cometa Halley por el cielo o un eclipse solar total. Millones pasarán su vida anhelando ver uno, incrédulos de que semejante máquina haya sido creada por el hombre, a pesar de que existe y rueda por el mundo: el Mercedes-Benz CLK-GTR Roadster, uno de los autos más exclusivos y extremos que ha conocido la humanidad.

Es un auto de carreras hecho para la calle. Un cohete con ruedas que acelera de 0 a 100 km/h en cuatro segundos y que puede alcanzar los 320 km/h. Por fuera, sus materiales son los mismos que los de un jet privado; por dentro, tiene delicados asientos de piel ultrafina. Su valor actual ronda los 13 millones de dólares.

La recompensa que el Departamento de Estado ofrece por Ryan Wedding es más alta que el costo del lujoso vehículo | Shutterstock

Pero no basta con tener el equivalente a 237 millones de pesos en la cartera: el fabricante puede condicionar la venta a partir de variables, como la fortuna personal, la fama y el prestigio del comprador. Por ejemplo, la superestrella Drake, uno de los raperos más ricos del mundo, se quedó con las ganas de tener uno en su cochera, pese a que su riqueza supera los 400 millones de dólares, según celebritynetworth.com.

​El Mercedes-Benz CLK-GTR es tan raro que sólo hay seis en el mundo. Cinco dueños permanecen ocultos y uno es conocido: el exatleta olímpico Ryan Wedding, quien al poseerlo se acercó a dos mundos diferentes pero cada vez más familiares: el lujo extremo y el feroz desempeño de la pista. ¡Ah! Y a un tercer mundo: el del crimen organizado, específicamente, el imperio de Los Chapitos.

De deportista olímpico a narcotraficante, el caso Ryan Wedding

El ex atleta olímpico Ryan James Wedding es protegido por el Cártel de Sinaloa, reveló el FBI. | Especial

El villano de esta historia tuvo una infancia de ensueño. No lo mueve la pobreza ni el rencor, sino la fama y la ambición. Lo mismo que los otros villanos de este texto, Los Chapitos, quienes nacieron en cuna de oro y con una fortuna suficiente para alejarse del camino criminal pero prefirieron continuar en la jerarquía del Cártel del Sinaloa.

Ryan Wedding nació en 1981 en Thunder Bay, una ciudad en Ontario, Canadá, que parece inventada para un cuento de Navidad. Su padre es un exitoso ingeniero civil y su madre es una reconocida enfermera. La abundancia en casa le otorgó el privilegio de buscar una profesión que primero le diera placer, no dinero.

Y su elección fue ser un deportista de tiempo completo sobre nieve aprovechando que podía entrenar todos los días en una enorme y lujosa estación de esquí llamada Mount Baldy, propiedad de sus abuelos. Ahí aprendió patinaje en hielo y motocross, pero eligió finalmente ser un ‘snowboarder’ competitivo, un deporte que en 1995 le otorgó un lugar en el equipo olímpico de Canadá.

Wedding participó como snowboard de slalom gigante para Canadá en los Juegos Olímpicos de Invierno de 2002 en Salt Lake City, Utah | Shutterstock

La joven promesa parecía destinada a la grandeza. Con 1.91 metros de altura, más de 100 kilos de musculatura, ojos azules debajo de una rubia cabellera y encima de una sonrisa encantadora, el tipo parecía tener todo lo que buscan las marcas en un representante. Pero la oportunidad que lo catapultaría al cielo lo enterró bajó la nieve:

A los 21 años, en su anhelado debut en los Juegos Olímpicos, los de Invierno 2002 en Salt Lake City, Utah, quedó en el lugar 24 y el sueño de una medalla terminó abruptamente, al igual que su carrera. “Wedding pasó de triturar nieve en las pistas olímpicas a distribuir cocaína en polvo”, dijo Akil Davis, subdirector de la oficina del Buró Federal de Investigaciones en Los Ángeles, el FBI, cuando reveló públicamente lo que ese pésimo resultado provocó en la vida del atleta, al que apodaban The Giant (‘El gigante’) por su estatura y potencial de convertirse en ídolo de millones.

Poco después del fiasco, Ryan empezó a consumir drogas, principalmente marihuana. Luego, a distribuirla entre amigos. Y en 2008 llegó a las primeras planas de los diarios locales pero por las razones incorrectas: buscando la misma adrenalina de la nieve y el pódium olímpico viajó a San Diego con dos acompañantes para comprar cocaína y revenderla. El plan iba bien hasta que el vendedor sacó una placa y su arma: era un agente federal encubierto.

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Un año más tarde Ryan entró a juicio y se declaró culpable de tráfico de drogas a cambio de una reducción en su sentencia. Justificó su carrera criminal por la frustración de sus sueños olímpicos –argumentar la necesidad de dinero habría sido un tiro en el pie por la fama de su familia– y en la sala de audiencias montó un teatro de arrepentimiento. Una mentira ensayada por varias semanas en su celda.

“En los últimos 24 meses que he pasado bajo custodia he tenido la oportunidad de ver de primera mano lo que las drogas le hacen a la gente y, sinceramente, me avergüenza haber sido parte del problema durante años”, dijo mientras sus ojos de seductor experto se clavaban en la jueza, quien lo veía embelesado. La estrategia dio resultados.

De una década en la cárcel, pagó sólo dos años. La jueza lo liberó por su supuesto arrepentimiento sincero y buena conducta. Ese error se revelaría pronto, ha dicho el FBI, pues Ryan salió de la cárcel para crear inmediatamente una estructura criminal con socios en toda América del Norte, gracias a las conexiones que logró en el Centro Correccional Metropolitana de San Diego.

Su apodo cambió cuando fue deportado a Canadá y encontró un socio que lo conectara con narcotraficantes mexicanos: The Giant se convirtió en El jefe. Léase ese alias con acento sinaloense.

De Los Ángeles a Toronto: Ryan Wedding hizo nevar cocaína

En Estados Unidos, Ryan Wedding, exatleta olímpico canadiense, es vinculado con el Cártel de Sinaloa

Ryan Wedding se volvió un narcotraficante prolífico. En los medios estadounidenses insisten –con un poco de orgullo y otro tanto de vergüenza– que El Jefe es la versión de Joaquín El Chapo Guzmán en el país de la hoja de maple. Tan hábil que podía mover 600 toneladas de cocaína pura al año, desde México a Los Ángeles y luego hasta el norte de Estados Unidos y los paisajes nevados de Canadá.

Su principal socio debajo del Río Bravo, según el FBI, fue el Cártel de Sinaloa, que en el año 2012 aún no estaba dividido entre Los Chapitos y La Mayiza, pero que sí tenía ciudades claramente asignadas para el bando de Guzmán Loera y de Ismael El Mayo Zambada. Ryan y sus cómplices preferían hacer negocios con los narcotraficantes de Culiacán, el bastión del ‘Chapo’ y sus hijos.

Su modo de operar era complejo pero fue resumido así por las autoridades estadounidenses: entró a prisión siendo un ‘dealer’ local y al salir tenía esa hambre inconmensurable de los grandes capos. El efecto usual que producen las cárceles en México, Canadá y en casi cualquier país del mundo en un joven delincuente.

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De vuelta en su país se instaló en un lujoso departamento en el centro de Monreal y buscó a un contacto que le recomendaron en prisión: Philipos Kollaros, un notorio narcotraficante quien en su currículum criminal constaba que había sido arrestado en Toronto con un cargamento de cocaína con un valor de millones de dólares. El tipo de criminal de altos vueltos que buscaba el exatleta.

Kollaros había edificado un millonario negocio de tráfico de cocaína gracias a su amigo Joe, quien tenía una compañía de veleros en la costa atlántica de Canadá, cuyos ingresos se dividían entre navegaciones recreativas y el transporte de drogas. Aprovechando que 70% de los narcóticos ilegales se mueve por rutas marítimas, la empresa de Joe ofrecía traslados seguros de cocaína. Un emprendimiento de altos rendimientos y bajo riesgo, pues Canadá no atraía la atención del FBI entre 2012 y 2014, así que el riesgo era bajo.

Kollaros y Joe ya tenían ganado el mercado narcótico de varias ciudades canadienses importantes, como Montreal y Nueva Escocia, pero necesitaban un nuevo integrante para expandirse por el país. El ambicioso Ryan era el indicado, así que Kollaros se lo presentó a Joe. El trío esperaba que, al asociarse con los sinaloenses, se convertirían en una especie de embajada local del Cártel de Sinaloa, que en ese entonces superaba en presencia internacional al Cártel Jalisco Nueva Generación.

El tráfico de cocaína es uno de los negocios más redituables para los cárteles | DEA.gov
“Cuando Joe conoció a [Ryan] Wedding, supo de inmediato que se trataba de un criminal sofisticado. Wedding le hizo preguntas detalladas a Joe sobre la capacidad de almacenamiento de sus barcos y le ayudó a diseñar un plan para transferir el contrabando desde un gran buque de investigación, que llevaría la droga a una flota de barcos pesqueros de arrastre más pequeños, los cuales llevarían discretamente el botín a la costa”, escribió el periodista Simon Lewsen.

El grupo funcionó a la perfección. Una máquina narcótica perfectamente engrasada. Incluso, para no levantar sospechas por sus viajes a México, Ryan se casó con una mexicana, Miryam Andrea Castillo Moreno, quien realmente era su cómplice en lavado de dinero y conexiones con los cárteles. Los cuatro hicieron nevar cocaína desde Los Ángeles hasta Toronto.

Pero Ryan volvió a cometer un error de novato: Joe también era un agente encubierto que permitió las operaciones del grupo sólo para profundizar la investigación. En 2015, con todos los datos de la organización criminal, Joe desató una oleada de 15 órdenes de aprehensión que se ejecutarían de manera simultánea. Le llamó Operación Harrington.

Ryan y Kollaros estaban en los primeros lugares de la lista de personas por arrestar.

Las ejecuciones de Ryan Wedding, una copia de los cárteles mexicanos

La policía de Canadá intentó arrestar a Ryan Wedding | Foto ilustrativa Especial

Alguien debió avisarle a Ryan Wedding que las autoridades iban contra él, porque cuando la Real Policía Montada de Canadá llegó a su departamento en Montreal ya había huido. Los demás no tuvieron la suerte de tener un informante: cayeron sorprendidos por la verdadera identidad de Joe.

Kollaros también fue detenido pero 24 horas después lo regresaron a las calles con libertad condicional. Los medios canadienses especulan que hizo un pacto de colaboración a cambio de convertirse en un testigo protegido, una posición que representaba un peligro para el exatleta olímpico, quien desde 2015 ya era considerado prófugo de la justicia. Tres años más tarde, el 7 de noviembre de 2018, en pleno juicio contra los detenidos de la Operación Harrington, Philipos Kollaros fue asesinado a tiros afuera de una cafetería en el barrio Petite Italie de Montreal.

Luego, más testigos o personas vinculadas al Jefe murieron en extrañas circunstancias: balas perdidas o accidentes automovilísticos de película. Así fallecieron Jaspreet Kaur Sidhu y Jonathan Acevedo-García, entre otros. Las autoridades acusan a Ryan de estar detrás de las ejecuciones copiando el estilo de los cárteles mexicanos. De ese modo se aseguraba, desde una ubicación desconocida, que nadie hablara sobre sus crímenes.

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Pero un hombre se salvó de esa racha homicida: Rolan Sokolovski, un joyero de Toronto identificado por las autoridades estadounidenses como uno de los principales lavadores de dinero de Ryan. El FBI le seguía la pista por sus sospechosas transacciones de compra y venta de criptomonedas, cuyas ganancias terminaban en cuentas de banco asociadas al Jefe. Y hurgando en sus movimientos financieros encontraron una factura con fecha del 8 de agosto de 2024 de una peculiar adquisición: un Mercedes-Benz CLK-GTR Roadster.

El FBI de inmediato ató cabos y encontró que Rolan Sokolovski había usado su empresa Diamond Tsar para conseguirle ese vehículo extravagante a Ryan Wedding, quien al parecer sigue siendo un adicto de la velocidad, incluso en la clandestinidad. De inmediato, el FBI aseguró el vehículo como un elemento más para dar con el paradero del Jefe.

Un Mercedes-Benz aparcado en las oficinas del FBI

El FBI ha encabezado las investigaciones contra Ryan Wedding | Foto: Abraham Flores Garduño

Hasta ahora, ese Mercedes-Benz CLK-GTR Roadster es el automóvil más exclusivo incautado en la historia del Buró Federal de Investigaciones de Estados Unidos. Un indicador del poder de Wedding: en 117 años de existencia del FBI, se han decomisado automóviles de lujo a una serie de millonarios capos de la mafia italiana, china, colombiana, mexicana pero, el Mercedes del Jefe, tiene un valor que supera con creces al resto de los incautados.

El FBI cree que Ryan se esconde en México con ayuda del Cártel de Sinaloa. Mientras lo encuentran, su nombre ya está en la lista de los 10 fugitivos más buscados, una lista negra en la que alguna vez estuvo el terrorista Osama bin Laden. El Departamento de Estado de Estados Unidos ofrece por él una recompensa de 15 millones de dólares, que es cinco millones más de lo que vale la cabeza de sus socios Iván Archivaldo y Jesús Alfredo Guzmán, los dos “chapitos” en fuga.

Wedding forma parte de la lista de los más buscados del FBI en el mundo. | FBI

Las fotografías recientes de Ryan Wedding son evidencia de su cambio de vida. Poco queda del atractivo atleta con cara de niño y sonrisa de modelo que soñaba con una medalla olímpica. Hoy es un hombre de mirada dura, ceño fruncido, con bigote y pasado de kilos.

Mientras evade su captura, el auto de 13 millones de dólares sigue aparcado en algún estacionamiento privado del FBI, cuyo titular Kash Patel aún no sabe si destruirlo o subastarlo, o acaso conservarlo como una metáfora: no importa el dinero que tengas ni los narcos que te cuiden, el Tío Sam –si quiere– te encontrará. Y sabrás que tu fin se acerca cuando empieces a perder tus bienes predilectos. Incluso, si son una rareza como el extravagante Mercedes-Benz CLK-GTR Roadster.


GSC/ATJ

  • Óscar Balderas
  • Oscar Balderas es reportero en seguridad pública y crimen organizado. Escribe de cárteles, drogas, prisiones y justicia. Coapeño de nacimiento, pero benitojuarense por adopción.

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