A Antonio García Conejo, senador del PRD, se le quiebra la voz cuando se le pregunta qué extraña más del campo… recuerda que ahí pasó su niñez, vivió carencias y también fue feliz con su familia, con quien dice tiene una muy buena relación, incluso con su hermano Silvano Aureoles, gobernador de Michoacán.
Recordó que cada que va al rancho monta su caballo Palomo y presume que es buen cantante de música ranchera. Cuando no está en el Senado se va a Michoacán, de donde es originario. Ahí se da tiempo para reunirse con la gente del partido y dedica tiempo a un trabajo más difícil que el de ser político, el ser padre de sus tres hijos, de 21, 17 y 10 años.
Trabajó en un triciclo llevando carga de la Central al mercado y le pagaban 10 o 15 pesos por viaje. También fue migrante y regresó para cumplir sus sueños y estudiar leyes.
¿Qué hace en casa cuando está con sus hijos?
No salgo mucho con ellos, pero a veces vamos a algún restaurante. Me encanta ir al campo; soy de origen campesino, tengo perros, caballos, chivos, borregos, vacas, patos y gallinas. Voy al rancho con mis hijos, principalmente con el varón, que tiene 17 años, a darles de comer a los animales. También vamos a ver la milpa, a trabajar.
¿Eso ayuda a olvidar el trabajo legislativo?
Me relaja, me traslado a otro mundo y dejo todas las tareas públicas. Me transformo en el papá para platicar con mis hijos. Dedico mucho tiempo a la función pública, entonces hace falta estar con los hijos.
¿Qué es más difícil ser político o papá?
Las dos cosas tienen similitud. No es fácil a veces convencer a los hijos, platicar con ellos y decirles que eso no es correcto o animarlos a que hagan algo.
¿Es buen padre?
Solo ellos lo pueden decir, yo me considero un papá buena onda, pero estricto. Les llamo la atención cuando les digo que hagan una cosa y no la hacen; platico con ellos, me gusta escucharlos y no soy demasiado extremista.
¿Cuando está en el rancho monta a caballo?
Sí, monto a mi caballo, se llama Palomo.
¿Desde qué edad monta?
Desde que tenía cinco años. Nací en el campo, donde vivía solo había dos casas y para llegar a donde había más casas era como una hora de camino. Hasta los 12 años conocí la ciudad. A veces cabalgo mediodía con mi hijo o con la más chiquita por el campo.
¿Su comida favorita?
Las combas, que es como un frijol grande que solo se da en ciertas partes del país y se cocina con epazote. Mi otra comida favorita es el pollo en salsa verde.
¿Y usted cocina?
Actualmente no, pero sí llegué a cocinar por necesidad cuando mi mamá no estaba. Mi hermana la mayor y yo cocinábamos para los más chicos. Somos siete varones.
¿Extraña la vida en el campo?
Sí, claro que sí.
¿Por qué salió del Ejército?
Iba en la preparatoria cuando salió la convocatoria para el Ejército, tenía 16 años. Fui soldado raso alrededor de un año. Fui ahí, porque me dijeron que si entraba podría estar en un internado y hacer una carrera universitaria, pero se vino una política antidrogas y no se permitía que los soldados rasos entraran en automático al Colegio Militar, por eso pedí autorización para salir.
¿Cuándo decide irse como migrante?
Cuando tenía 18 años crucé a Estados Unidos y estuve tres años en Texas. Trabajé en un fábrica de ropa, en un restaurante como busboy y luego de mesero.
¿Hablaba inglés?
Poquito, aprendí a decir mesa, cuchara, silla, agua… (risas) lo básico. También trabajé en un hotel haciendo limpieza, sacando las sábanas de las habitaciones, ahí trabajaba de 7 de la mañana a 4 de la tarde y de las 6 de las 11 de la noche hacía la limpieza en unas oficinas.
¿Y por qué regresó?
Era una oficina del consulado de Indonesia y conocí un abogado que me animó a seguir estudiando, por eso volví a México después de estar tres años en Estados Unidos; cuando regresé, volví a la prepa, venía decidido a estudiar. Para ese entonces tenía 21 años.
¿Y después de la "prepa"?
Vengo de una familia muy pobre, trabajé los fines de semana en una combi en Huetamo para sacar lo de la comida y seguir sosteniendo mis estudios. Cuando me vine a Morelia a estudiar leyes me metí a una casa de estudiantes para sostenerme, porque iba a ser difícil trabajar y estudiar, pues dejaban muchas tareas. En la casa del estudiante 2 de Octubre te daban comida y dormía en un cuarto, con literas y cuatro compañeros. Desde la prepa acudía a las reuniones del PRD, ahí empecé en la política.
¿Usted canta?
Sí, cuando me baño… (risas) me gusta cantar cuando me siento en confianza.
¿Qué está leyendo?
Cómo mueren las democracias, de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt.