En la facultad pasé de ‘estudihambre’ a ‘pobresor’: Rogelio Garza, ‘El Ranchero’

Entrevista

El rector de la UANL se considera romántico y asegura que en su juventud tuvo varios ángeles que lo llevaron a destacar en el basquetbol y futbol americano, pese a que su papá murió cuando él era adolescente.

“Soy el mayor de ocho hermanos, nacimos uno tras otro porque no teníamos televisión”. (Raúl Palacios)
César Cubero
Monterrey /

Primer tambor en la banda de guerra de una secundaria modelo en Reynosa, Tamaulipas, huérfano de padre desde los 13 años, sensible y tan romántico que tenía en “Mi tesoro” la canción que no podía faltar en sus serenatas, hombre de una sola novia, padre de tres hijos y abuelo de cuatro nietos. Es Rogelio Guillermo Garza Rivera, El Ranchero, rector de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), quien incluye las 3E: entusiasmo, energía y empatía a la vida y comparte que su mayor satisfacción en este trayecto es transformar vidas y ayudar a los demás.

¿Cuándo y dónde nació?

Reynosa, Tamaulipas, el 29 de noviembre de 1951. Originario de Tamaulipas, por cosas del destino, mi mamá era de General Bravo, Nuevo León, y mi papá de Rancho Grande, alrededor de Bravo. Ellos se casaron muy jóvenes, mamá tenía 17 años y papá 19, yo nací al año.

Mi mamá es del 13 de noviembre, mi papá del 23 de noviembre. Soy el mayor de ocho hermanos, ya se me adelantaron tres; yo no sé por qué Diosito me brincó tan rápido.

¿Cómo era de niño?

Como todos. Vivía en una colonia sin pavimento, en una casa de madera, sin piso, en un cuartito y nos fuimos llenando de hermanos y ya no cabíamos. Con mucho esfuerzo y trabajo mi papá amplió la casa; recuerdo con mucho cariño el primer cuarto que hicieron con blocks (de concreto). Papá era muy cercano a todos nosotros, fuimos ocho, pero uno tras de otro porque no había televisión, de hecho ni televisión teníamos, recuerdo que iba con el vecino de enfrente que tenía una casa de material y ahí vi por primera vez la televisión, veíamos los juegos de beisbol.

¿A qué se dedicaba su papá?

Mi papá tuvo muchas actividades, terminó de cabo aduanal, pero desgraciadamente hubo un accidente trágico, a mi padre lo mataron en mi casa, hubo un enfrentamiento y cayeron mi papá y la persona que le enviaron. Fue una tragedia, mi mamá ya no quiso vivir en esa casa, porque también murió una hermana atropellada frente a esa casa.

¿Cómo se vive una juventud sin el padre como guía?

Mamá ha sido una guerrera, gran luchadora y lo demostró: enviudó a los 31 años, papá tenía 33 años cuando falleció, y ahí se vio la fortaleza para sacar a todos y tener una educación. Yo le pedí quedarme con mis abuelos paternos para terminar la secundaria.

¿Cuál fue su primer apodo?

El Reynosa, me lo puso el profesor Segovia, mi maestro de matemáticas. Fue cuando me invitaron a jugar basquetbol y el profesor Omar Sandoval fue uno de mis ángeles; nos exigía calificaciones, de lo contrario no nos dejaba jugar, y nos llevaba lonches. Para mí fue un padre, me procuró mucho, tanto que de repente me llevaba a la calzada Madero a comprar un pantalón o zapatos, y así era con todos. Fuimos campeones en la juvenil C, yo no me perdí ninguna selección de Nuevo León, siempre representé al estado en el basquetbol.

¿Y el de El Ranchero’?

Al llegar a FIME (Facultad de Ingeniería Mecánica y Eléctrica) ya sabían quién era, y me decían El Reynosa, el apodo de El Ranchero llegó después, con Cayetano Garza, otro gran ángel que tuve en mi vida estudiantil. Ahí me obligaron a jugar futbol americano, yo no sabía nada, pero llego al entrenamiento con patillas y pelo largo, entonces Cayetano me ve y dice: “a ver tú, Ranchero, a ver si sabes correr”. Y me fue bien, fui el novato del año, el campeón corredor y campeón anotador. La verdad, me gustó mucho la fraternidad, mis grandes amistades son del futbol americano, obviamente tengo mis amigos del basquetbol, pero el americano me marcó y terminé con los Auténticos Tigres.

¿Qué recuerda de su trayectoria profesional?

Recuerdo que cuando terminé mi carrera en el 74, el director de FIME, Jorge Urencio Ábrego, que era otro ángel, me dijo que me quedara como maestro; yo en vacaciones me iba a Pemex o Houston para ganar unos dólares, entonces le pregunté que cómo andaba ahí el sueldo, porque allá me ofrecen tanto. Me dijo que no me preocupara, que ahí me ayudarían, y le dice al secretario administrativo: “ingeniero Barocio, dale aquí unas clases a… a… a El Ranchero; y ahí pasé de mi etapa de estudihambre a pobresor.

¿Cuál fue su mejor anécdota antes de casarse?

A mi esposa la conocí en la secundaria 1, ya tenemos más 40 años de casados, fue mi única novia, muy light. Apenas le agarraba la mano, uno venía con otra educación y no era ese acoso que ahora vivimos. Tan respetuosos éramos que cuando mi abuelo me regaló un Falcon 64, que costó 500 dólares, fui al lote a McAllen, le puse gasolina y pa’ Monterrey; llego a la Normal y pos yo, ya ves, me sentía bien ancho, porque la llevaría en el carro a su casa y la sorpresa fue que no se quiso subir: “le tienes que pedir permiso a mi mamá”, me dijo, y pues tuve que dejar el carro e irnos a su casa en el camión.

¿Qué se generó de esa relación?

Tengo tres hijos y cuatro nietos.

¿Cómo es como papá?

Muy cariñoso, la mala de la película era la mamá, yo todo lo contrario. Afortunadamente mi esposa, al fin maestra, ayudó mucho para que los muchachos hoy sean hombres y mujeres de bien, mis dos hijos son ingenieros y mi hija licenciada en educación, con maestría los tres, afortunadamente salieron a la mamá.

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