De sueños eléctricos y corazones rotos

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Grupo editorial diverso que abarca diferentes temas y formatos. La calidad periodística y la diversidad de contenidos son aspectos que definen a las editoriales de Milenio.

México /


EL ÁNGEL EXTERMINADOR

Miriam Canales

@miricaiba

Una noche con The Human League

Se les puede definir de “iconos del techno pop”, “one hit wonder” o solo como “retromanía” por su “Don’t You Want Me?”, pero tuvieron que transcurrir 40 años desde su fundación para que The Human League se presentara por primera vez en México, asombrando a su público más joven.

Sheffield es una ciudad al norte de Inglaterra de industria metalúrgica. El ruido de sus fábricas quedó plasmado en los oídos de un puñado de músicos que lo encauzaron con dosis de electrónica para crear un sonido “industrial”. De esta mezcolanza surgen a mediados de los setenta grupos como Cabaret Voltaire o The Future, que se llamaría después The Human League, y su posterior escisión: Heaven 17, con Martyn Ware e Ian Marsh como integrantes primigenios y disidentes.

De este historial synthpop ya solo quedan recuerdos, pero la ciudad continuó pariendo otras bandas de rock portentosas como Def Leppard, Arctic Monkeys o Pulp. Es así como un fragmento del arsenal de Sheffield aterrizó la noche del sábado 18 de mayo en un foro interno del World Trade Center en el marco de la boda real inglesa y la disputa electoral mexicana teniendo al dj Mateo Lafontaine, alias Década 2, como telonero.

Phil y sus chicas llevaron la velada más allá de “Don’t you Want Me?” o “Human”, esos temas que suenan hasta el hartazgo por la radio “del recuerdo”, para una escasa pero selecta concurrencia que sabía a lo que iba: “Soy fan de The Human League desde que tengo memoria gracias a mis tíos, que nos cuidaron de chiquitos y nos encauzaron en la música ochentera. Quiero enseñarle eso ahora a mi hija”, cuenta Trilce González, padre de familia de 34 años que llegó acompañado de amigos y su niña Aria de cinco, ataviada con una chamarra rosa de talla infantil y el logo de la banda estampado. Juntos habían acudido en marzo a presenciar a Depeche Mode; confiesa que siendo bebé gustaba de arrullarla al ritmo de britpop, The Smiths o Morrissey. Aria nunca despegó la vista de Phil, Joanne y Susan.

Lana es otra chiquita de tres años, apenas habla y todavía no está en edad escolar, pero sus padres la han hecho poner los oídos en Pet Shop Boys, Phil Collins y Depeche Mode, cuyos conciertos ya ha atestiguado. “Hemos hecho de esta música su escuela”. Cuando inquiero qué opina del reguetón, su familia ironiza: “¡Di que no sabes qué es eso!”. Le pregunto si de grande aspira dedicarse a la música y su respuesta naive es afirmativa.

Enganchando a nuevas generaciones de escuchas está también el caso de María Sofía, de cinco añitos, estudiante de preescolar que ha sido llevada por sus padres tanto a tocadas de Molotov como a un reencuentro de la banda punk Masacre 68. Esa noche también vivió la experiencia del trío de Sheffield. De vez en cuando ella y su familia visitan el Tianguis del Chopo como quien va a la iglesia: “Según el concierto y el lugar es a donde la llevamos. Éste sí era de ‘ambiente familiar”. Comenta su joven progenitor.

En estos tiempos de formatos físicos en declive, streaming predominante, grandes estrellas fallecidas como Bowie y el reguetón dominando al mundo, ¿cuál sería la posición del new wave más allá de la nostalgia? El pasado es visto desde una óptica actual y el grupo todavía recurre a su bagaje de antaño como sus amados sintetizadores y keytars para interpretar canciones poco conocidas, pero no inferiores, como “Sky” (de su disco Credo, de 2011). “The Things That Dreams Are Made Of”, “Mirror Man”, “Love Action” y “Open Your Heart”, de su LP más comercial: Dare! (1981), que aún mantienen un peso en la memoria. “Heart Like A Wheel”, “Being Boiled”, “The Lebanon” y “Fascination” son otros ejemplos. La androginia, los ojos delineados y el maquillaje intenso que los caracterizaba han quedado atrás. La inclusión de nuevos músicos en escena y la sátira contra líderes políticos son otras de sus nuevas fórmulas; las caras de Theresa May, George Bush, Hillary Clinton, David Cameron o Boris Johnson desfilaron en sus pantallas caracterizados como animales.

Phil Oakey no tiene el nivel de estrellato de Dave Gahan o Bernard Sumner; en 1981 declaró a la revista británica The Face “que no hacían lo que otros grupos, como usar drogas”; tampoco está en el ojo de los paparazzi, pero su aportación a la música inglesa es significativa. Joanne y Susan son otras dos figuras femeninas notables en una efervescencia synthpop dominada por hombres. Sus voces se mantienen frescas con el paso de los años y buscan apropiarse de la modernidad.

Giorgio Moroder, uno los padrinos del techno resucitado ahora por Daft Punk para los millennials, es otro de los que en aquella década de pelos de laca y hombreras vio un potencial en Phil. Juntos parieron en 1984 una colaboración llamada Together In Electric Dreams, para la película Sueños eléctricos, que tocaron como cierre final con una audiencia satisfecha que, a la pregunta expresa de “¿No me quieres?”, respondieron de manera positiva. Sí, sí los queremos.

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