México y el mundo enfrentan una escasez hídrica. En las últimas cuatro décadas, la extracción de aguas subterráneas se ha acelerado, por lo que el 30 % de estos sistemas están sobreexplotados.
Esto, según un reporte publicado en la revista Nature, donde se señala que más del 80% de los sistemas acuíferos que muestran descensos acelerados también experimentaron una disminución en las precipitaciones a lo largo del tiempo.
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La disminución de las precipitaciones puede causar que los niveles de agua subterránea caigan, tanto por impactos indirectos (por ejemplo, aumento de las extracciones de agua subterránea durante las sequías) como por impactos directos (es decir, tasas de recarga reducidas).
Si bien en las últimas fechas el tema enciende las alarmas, el panorama no es nuevo, de hecho, desde hace años se han buscado diversas maneras de adquirir agua mediante otras fuentes, como el mar, que conforma alrededor del 71 por ciento de la superficie terrestre.
Actualmente existen procesos para quitar la sal que el océano posee, se les conoce como desalinización, gracias a su aplicación el agua se vuelve apta para el consumo humano y otros usos, como la agricultura. Este proceso se lleva a cabo en plantas especializadas. De acuerdo con Aquatech, hasta 2021 había poco más de 20 mil plantas de desalinización contratadas en todo el mundo.
A nivel regional, es decir, en el continente americano, los países que cuentan con este tipo de plantas son: México, Chile, Colombia y Argentina, mismas que se han instalado con el objetivo de abastecer agua para la minería y consumo humano, esta abre la pregunta de si a futuro la desalinización podría ser una respuesta ante la falta de agua.
¿Mar sin sal?
Si bien se podría pensar que en el mar hay suficiente agua para enfrentar la escasez de este recurso en el mundo, la situación no es del todo fácil y viable, según lo señalan diversas investigaciones.
Primero hay que tomar en cuenta que existen varios métodos para la desalinización del agua, entre los que destacan la ósmosis inversa y la destilación. La primera es el método que consiste en aplicar presión para forzar el paso del agua a través de una membrana semipermeable, que permite el paso del agua pero retiene las sales y minerales, mismos que son indispensables para una correcta hidratación del cuerpo humano.
Por otro lado, la destilación implica la aplicación de calor al agua para evaporarla y luego condensarla, obteniendo agua desalada.
Sin embargo, la implementación de la desalinización a gran escala presenta varios desafíos, como lo son los altos costos de inversión y operación, la eficiencia energética y el impacto ambiental por el uso de recursos no renovables en el proceso, como combustibles fósiles, como señalan estudios de la Administración de Información de Energía de Estados Unidos.
En ambos procesos demandan una gran cantidad de energía para operar, lo que también impacta en el costo, ya que entre más energía resulta más caro. No es de extrañar que las plantas desalinizadoras más grandes del mundo se encuentren en Emiratos Árabes, Arabia Saudita y Qatar.
Además, se producen residuos salinos que deben ser manejados adecuadamente para minimizar el impacto ambiental. Un estudio publicado en 2019 ya advertía del peligro que representan las plantas de desalinización que operan en todo el mundo.
Tras recopilar y analizar datos de más de 16 mil de estas plantas, se encontró que producen al día 142 millones de metros cúbicos de salmuera, un 50 % más de lo previamente estimado.
Esta salmuera se caracteriza por tener impactos negativos en el ecosistema marino, ya que provoca un mayor calentamiento en el mar así como reducción de oxígeno en el agua, según explican en su investigación los científicos del Instituto para el Agua, el Medioambiente y la Salud (UNU-INWEH), de la Universidad Wageningen (Holanda), y el Instituto Gwangju de Ciencia y Tecnología (Corea del Sur).
El caso de México
En México, según la Comisión Nacional del Agua (Conagua), la desalinización es una alternativa viable para incrementar la disponibilidad de este recurso para la población debido a su vasto territorio costero.
De acuerdo con el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA) en el territorio existen 320 sitios donde están instaladas 435 plantas desaladoras. El estado con el mayor número de desaladoras es Quintana Roo, con 124 de ellas, le sigue Baja California Sur, con 71.
Según lo reportado por Germán Arturo Martínez Santoyo, director general de Conagua, casi todas estas plantas desalinizadoras se enfocan en el abastecimiento de agua potable en desarrollos turísticos, pequeñas comunidades y agricultura de exportación.
Esto se debe a que la implementación de la desalinización en México enfrenta los mismos desafíos que se presentan a nivel global. Según lo señalado por las autoridades los restos que dificultan este tipo de proyectos son:
- El costo, mismo que depende de diversos factores, principalmente la ubicación de la planta y la fuente de abastecimiento.
- Las dimensiones y la cantidad de energía utilizada, el cual representa hasta el 70% del total.
- El posible impacto ambiental.
Algunos expertos consideran que esta medida debería de ser implementada como último recurso para la obtención de agua. Cabe recordar que en 2016 las autoridades de Baja California autorizaron que un consorcio internacional iniciara en Rosarito: una planta desalinizadora con una capacidad de generación de 380 millones de litros de agua diarios, misma que tuvo una inversión de nueve mil millones de pesos.
LHM