Una investigación que abarca el análisis de 13 mil 62 embarazos positivos a covid-19 registrados en los 442 hospitales de las 32 entidades federativas de México, reportó que la muerte materna se originó, básicamente, en sectores con pobreza y en pobreza extrema, donde los hospitales carecían de camas y terapias intensivas; de personal médico capacitado, con insumos y de lo mínimo necesario para enfrentar la emergencia en este sector vulnerable.
La investigación mexicana Comorbilidades, pobreza y vulnerabilidad social como factores de riesgo de mortalidad en gestantes, ganadora del premio de las 31 edición del World Congress on Ultrasound in Obstetrics and Gynecology, de los más prestigioso del mundo en el que participaron expertos clínicos de cuatro continentes, dejó en claro, de acuerdo con sus autores, Salvador Espino y Sosa, y Raigam Jafet Martínez Portilla, que la emergencia sanitaria hizo aún más notoria la desigualdad en la prestación y calidad de servicios otorgados a las mujeres en condición más vulnerable, pobres y marginales.
En esta investigación, en la que reportaron 176 muertes maternas en México con covid, de las más de 13 mil analizadas hasta el corte del análisis, Raigam Jafet Martínez Portilla comentó que, a pesar de que se implementó todo un plan de atención a las embarazadas en hospitales privados, la realidad es que entre las embarazadas en condiciones socioeconómicas apremiantes “no hubo lugares”, explicó a MILENIO.
“No hubo lugar para ellas en los mejores hospitales. Todos los hospitales grandes estaban saturados, pasaban las pacientes horas, días, buscando una cama UCI, sobretodo de terapia intensiva. No había la referencia médica requerida por falta de servicios de salud, y a ello se suma que no estaba preparado el personal".
“Las que lograron ser atendidas en hospitales grandes, por ejemplo, carecían de especialistas que dieran atención más allá de lo básico. Tenemos hospitales para dar atención básica, pero no para atender situaciones complejas. No habían terceros niveles bien preparados para una emergencia de tal magnitud”, subrayó Martínez Portilla.
El investigador apuntó que se careció de elementos necesarios para atender a las pacientes, tales como sangre, estudios de laboratorio y camas de terapia intensiva. “Pueden construir hospitales y clínicas que se ven muy bonitos, pero no tienen absolutamente nada con que trabajar. Si los hospitales grandes, los institutos y los centros más importantes de la Ciudad de México a veces también carecen de lo necesario y trabajan bajo protesta por no tener insumos, hay que imaginarse cómo están esos hospitales rurales donde no hay nada. Te mandan de pasante y no hay nada”, criticó.
Salvador Espino y Sosa, médico materno fetal del Instituto Nacional de Perinatología, coautor de la galardonada investigación, añadió que “en México una muerte materna significa dejar alrededor de tres hijos huérfanos, y esto tiene una carga social muy importante. La mujer es el centro de la familia, sobre todo en las mexicanas, porque vela por la educación de los hijos, la seguridad alimentaria. Cuando se da esa muerte materna se destruye esa unidad familiar, la unidad funcional de nuestra sociedad para reducir la delincuencia, violencia y la pobreza”, sostuvo.
“Por eso nos interesó al equipo de estudio analizar el impacto en el embarazo basándonos estos reportes epidemiológicos del Registro Nacional Mexicano de Coronavirus, y aunque puede resultar lógico que les va peor a las que menos tienen, no habíamos cuantificado en términos estadístico. Nuestro estudio nos permitió y fue algo que valoro mucho la comunidad científica internacional, sobre todo europea, donde se nos otorgó este premio”, destacó Salvador Espino y Sosa.
Detalló que los resultados de la investigación muestran que las mujeres pobres ingresaron menos a terapia intensiva, lo que significa que no tuvieron oportunidad de ingresar a una unidad crítica, “ingresaron menos y murieron más”, explicó. Además, sucedió lo mismo cuando se compara la mortalidad en un hospital privado con respecto a un público.
“En la base de datos que está publicado en este artículo el 2.27 por ciento tenía acceso a los servicios de salud privados y el 36.93 por ciento a servicios de salud públicos”, añadió Raigam Jafet Martínez Portilla, especialista en Medicina y Cirugía Fetal.
En la base de datos del Observatorio de Mortalidad Materna, abundó Salvador Espino y Sosa, se establece que los decesos en México prácticamente se duplicaron en la pandemia. “Casi la mitad de las muertes maternas que ocurren actualmente obedecen a covid-19; de ahí la importancia de que se intensifique esa campaña de vacunación hacia las mujeres embarazadas”, dijo.
Espino y Sosa detalló que los recientes datos reportan 938 muertes maternas, de las cuales, 449 fueron o tuvieron covid-19. Esto quiere decir que 47.8 por ciento están asociadas al coronavirus.
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Actualmente, el reporte epidemiológico establece que el riesgo de mortalidad de una embarazada sin covid contra una que padece la enfermedad es del 65 por ciento en México.
En la investigación se recopilaron datos para cada paciente, tales como la edad, si padecían diabetes mellitus pregestacional, enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), asma, inmunosupresión, hipertensión crónica, enfermedad cardiovascular, obesidad (definida como un índice de masa corporal igual o superior a 30), enfermedad renal crónica u otras morbilidades no especificadas, el hábito de fumar, la presencia de neumonía, ingreso a UCI y muerte materna. Para evitar sesgos, debido a la falta de datos, recuperaron y analizamos los datos de la última actualización del Registro Nacional Mexicano de Coronavirus, que contiene información completa sobre los resultados en cada actualización.
Resultados como la neumonía y el ingreso a la UCI tienen datos faltantes sobre el resultado, por lo tanto, para el cálculo de esos resultados sólo se utilizaron análisis de resultado de datos completos. Los determinantes sociales incluyeron: etnia (incluida la proporción de personas que son indígenas), acceso a los servicios de salud privados, seguridad social para los servicios de salud pública, índices de rezago social o de vulnerabilidad y pobreza para los estados. Además, los determinantes sociales se calcularon por código postal para cada participante, ciudad, estado y país.
“Las medidas de desventaja socioeconómica representadas por los índices de vulnerabilidad y pobreza también se asocian con un mayor riesgo de complicaciones asociadas con la infección por SARS-CoV-2. Las mujeres de muy alta y alta vulnerabilidad pueden no tener acceso a la atención médica y por lo tanto su probabilidad de ser ingresadas en UCI o intubadas es menor, debido a la falta de atención adecuada.
Por el contrario, las mujeres con baja vulnerabilidad que, en definición, tienen un mejor acceso a la atención médica tienen un mayor riesgo de ingreso en la UCI e intubación y, al mismo tiempo, menor riesgo de muerte. Durante la pandemia esto es lo que sucedió en la vida real, los hospitales públicos estaban abarrotados mientras que las personas que podían pagar un hospital privado tenían casi una cama segura en la UCI.
Otra explicación del mayor riesgo de intubación e ingreso a la unidad de Cuidados Intensivos en mujeres con baja vulnerabilidad puede ser la mayor incidencia de hipertensión crónica, señalaron. Por otro lado, a pesar de la mayor incidencia de obesidad en el grupo de muy alta vulnerabilidad, el análisis de regresión logística múltiple mostró que la vulnerabilidad alta, así como la obesidad, son “predictores” independientes de mortalidad.
“Nuestros hallazgos de que un nivel socioeconómico más bajo se asocia con una mayor incidencia de neumonía por SARS-CoV-2 y muertes maternas respaldan la evidencia existente de que las comunidades densamente pobladas que viven en la pobreza tienen un mayor riesgo de transmisión comunitaria sostenida de diversas enfermedades infecciosas, incluido el SARS-CoV-2. Por otro lado, las embarazadas con un índice de vulnerabilidad muy bajo tienen menor riesgo de mortalidad.
“En general, nuestros hallazgos sugieren una posible relación causal entre la educación, el acceso a los servicios de salud, la infraestructura básica, la calidad y el espacio en la vivienda y los bienes del hogar con la mortalidad en embarazadas con infección por SARS-CoV-2, lo que podría explicar por qué la mortalidad materna es mayor en países en desarrollo y en grupos minoritarios con acceso limitado a los servicios de salud en los países desarrollados”, concluyeron.
LP