Una enfermera sale de su turno laboral, camina por el pabellón y deja atrás a tres o cuatro personas fallecidas por complicaciones causadas por el covid-19 y, aunque se trata de extraños, fue la última persona que las asistió y vio sus rostros antes de morir.
Luego se quita el equipo de protección personal, caretas y lentes, que la sofocan de calor y la deshidratan; para después asearse y volver a un cuarto de hotel, a una casa sola o a una pieza alejada de su familia, por temor de llevar consigo el virus y contagiar a sus seres queridos. Se alista, su nueva jornada empezará en unas horas.
Eduardo Ángel Madrigal de León, director general del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz (INPRFM), recreó esa imagen para dar a conocer la investigación clínica efectuada con 5 mil 958 trabajadores de la salud que han estado al frente de la emergencia sanitaria desde febrero del 2020, en realidad se enfermaron a pesar de la falsa idea de que ya están entrenados para convivir con el dolor y con la muerte.
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“El 37.5 por ciento de los trabajadores de la salud desarrolló Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT); el 37.7 por ciento depresión y el 52 por ciento insomnio”, de acuerdo con algunos resultados del estudio Salud mental y covid-19. Trabajadores de la salud, dijo.
Madrigal de León detalló que los factores de riesgo que desencadenaron el TEPT se ligaron, entre otras cosas, con el miedo de contagiarse de covid-19 y de morir. La depresión con el duelo por pérdida de colegas, amigos, seres queridos, incluso de extraños, y el insomnio con las largas jornadas, sin descanso ante la ausencia de personal, en las primeras etapas.
Por lo regular, explicó, el personal de salud “vive solo, o está separado, condición que favorece o incrementa el trastorno por estrés postraumático”, el cual se presenta cuando una persona se enfrenta con eventos traumáticos como ver gente enferma y que fallece; experimentar miedo y pánico a contagiarse; o sentirse amenazado, como ocurrió al principio de la pandemia, cuando la gente atacaba a los trabajadores médicos.
“Es sufrir mucho estrés, como ocurren con los países en guerra y que siguen en guerra, aunque, actualmente mucha gente en la calle los haya normalizado efectuando sus actividades cotidianas”, explicó.
El hecho de estar metido en ese equipo de protección que sólo les generaba un calor insoportable durante la jornada de trabajo y encima traer caretas, lentes, cubrebocas, no los alivió, agregó el especialista.
“Todo este equipo que las personas identifican como trajes de astronautas carecen de la tecnología de aire acondicionado requerido. Ese hecho implicaba una situación muy estresante y gran dificultad para el ejercicio de las actividades. Estaban incómodos. No se sentían seguros de evitar contagiarse, además, tuvieron un aumento en la carga laboral”, comentó.
Por ello, remarcó que tuvieron que extender su horario laboral en lo que contrataban a más personal, que en muchos casos, carecía de experiencia. Les tocó también tratar a sus propios compañeros contagiados y a mucha gente en los pasillos, porque los hospitales, en la segunda ola de contagios, llegaron a saturarse.
“En los primeros meses las cifras de contagio fueron muy alarmantes: en el 2020, de marzo hasta el 28 de diciembre, eran 182 mil 246 trabajadores de la salud con covid-19, de un total de un millón 372 mil 243 casos, lo cual habla de un 14 o 15 por ciento de prevalencia en el personal de salud, y las muertes también se iban sumando, 2 mil 397”, acotó.
Sólo en el Instituto Nacional de Psiquiatría, que no fue adaptado para tratar covid-19, “llevamos 140 personas contagiadas de una población de 680, ninguna de ellas, por fortuna, dentro del hospital. Pero hemos tenido que lamentar la muerte de cinco compañeros de trabajo; entre ellos, un médico internista y un médico psiquiatra”, mencionó.
Más de mil casos de síndrome del ‘trabajador quemado’
En mil 359 casos, los trabajadores desarrollaron Síndrome de Burnout (conocido también como síndrome de aniquilamiento o del trabajador quemado), caracterizado por un estrés laboral crónico, agotamiento físico y mental prolongado, propensión a las adiciones como el alcoholismo, tabaquismo y otras sustancias, altos niveles de ansiedad e irritabilidad.
El director explicó que el Instituto Nacional de Psiquiatría se sumó a la estrategia nacional de la Secretaría de Salud como respuesta a la emergencia sanitaria en la que participaron otras instituciones sanitarias, asociaciones, la academia, como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); cuyos datos, en conjunto, revelaron situaciones alarmantes sobre el impacto de la pandemia entre el personal de primera línea.
“Se atendieron a 234 personas en crisis y con riesgo suicida; así como 254 casos con exacerbación de trastornos mentales (antes no diagnosticados); y mil 359 casos con Síndrome de Burnout”, dijo, tras referir que en la investigación estuvieron involucradas, además, la Federación Nacional de Colegios de Psicología y asociaciones de psicologías.
La mayor parte de las personas con dichos cuadros clínicos fueron jóvenes y básicamente médicos residentes, aunque también atendieron de manera personal, línea telefónica y videollamadas a enfermeras y médicos, así como a diversos trabajadores de la salud. “Hay más mujeres. No porque se enfermen más que los hombres, sino porque aceptan con mayor facilidad la ayuda”.
En el Instituto, desde inicio de la pandemia de covid-19, se capacitó a un grupo de personas para atender los correos electrónicos que pusieron a disposición y, de esa manera, contuvieron crisis emocionales. Algunos fueron derivados a la consulta externa de hospitales, incluso identificaron 89 casos en los que se exacerbaron los trastornos mentales, básicamente, por cursar con depresión.
En la intervención directa, dijo, encontramos 25 pacientes con enfermedades mentales y los cuales fueron detectados porque “nos buscaron al salir positivos a covid”. Resaltó que los orilló el temor al contagio y a fallecer.
Se trata de padecimientos mentales como depresión, algunas con psicosis, trastorno bipolar y otras alteraciones. “Se exacerbaron los síntomas por la falta de atención debido a que tuvimos que cerrar muchos servicios, y por la vulnerabilidad a la que fueron expuestos".
“Encontramos que el 29.4 por ciento tenía riesgo suicida. Hicimos la atención ambulatoria para reducir el riesgo y en dos casos se determinó la hospitalización”, aseveró.
En general, las repercusiones en la salud mental para todos los trabajadores se han manifestado con irritabilidad, ira, incertidumbre, estrés, ansiedad, falta de motivación, fatiga, tristeza, depresión problemas de sueño y de concentración.
“Conductas no saludables: consumo de alcohol, de tabaco, abuso de otras drogas para poder librarse de esa especie de fatiga, de ese estrés, de ese recuerdo permanente de haber asistido en la muerte a varios de sus pacientes. Uno o dos tragos, por ejemplo, pueden reducir un poco esa ansiedad pero en el corto plazo afectará su capacidad de funcionar en el trabajo”, aseveró el especialista.
El personal de salud, como cualquier mexicano, presenta los mismos factores de riesgo como son: sobrepeso, obesidad, enfermedades crónicas y patología hereditarias, pero este sector se caracteriza, además, por tener un alto nivel de autoexigencia.
“A la hora de presentar síntomas de estrés, insomnio y depresión; de trastorno de estrés postraumático, el personal de salud se resiste a ser atendidos por personal especializado. Creen que ellos pueden, que es cuestión de voluntad. Reconocer que están cansados es símbolo de debilidad, más aún cuando lo que están enfrentando le resulta traumático.
“El temor de ser estigmatizados por buscar apoyo propicia esa autoexigencia y, por ello, bloquean sus propias emociones. No se permiten manifestarlas y eso va agregando problemas, que terminan por explotar”, dijo.
Incluso, recordó, uno de los hospitales reconvertidos y armados se negaba a atender a pacientes con historial de padecimientos mentales, argumentando que “iban a entrar en crisis de pánico” cuando en realidad las probabilidades son iguales o menores entre ese sector tratado.
En México, sólo el 16 por ciento de las personas con algún problema de salud mental tienen atención especializada.
“Hay 5 mil psiquiatras en el país y solamente en la Ciudad de México vivimos 2 mil, y en otras ciudades grandes mil 200. No hay atención especializada. La solución es la telepsiquiatría”, explicó.
De hecho, comentó, el INPRFM, junto con otras instituciones de salud mental, enviaron a la Cámara de Diputados una solicitud para que se legisle y otorgue validez a la atención médica a distancia ,no solamente en la salud mental sino para otras áreas.
La legislación es urgente, aseveró, porque en la actualidad, con la tercera ola de contagios, se está elevando la consulta externa. “Hay una altísima demanda, el doble de los tradicional” entre las personas y está sucediendo a pesar de que algunas hayan normalizado su vida en medio de la emergencia sanitaria.
Es preciso, insistió, aprender de las lecciones. Romper con el estigma de la enfermedad mental y crear redes de apoyo, capacitar a médicos generales y a residentes a detectar síntomas a efecto de ser asesorados por especialistas y encontrar una solución a la falta de presupuesto y de especialistas en salud mental. Acceso para todos a través de telepsiquiatría .
scsa