Carmen guarda en su memoria la primera vez que vio el cielo y sus estrellas a consciencia: tenía apenas cinco años cuando su papá le enseñó a buscar las figuras de las constelaciones y observar la luna.
“Creo principalmente que el que alguien me llevara y me hablara acerca del cielo y de las estrellas fue algo que sembró una semillita en mí”, recuerda.
Fue así como empezó a preguntarse por los astros e idear un plan para un día viajar al espacio exterior.
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En todo el mundo solo el 33.3% de investigadores son mujeres, además, en los ámbitos de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés) llevan la desventaja, pues no solo son menos sino que además, reciben menos salario por sus investigaciones y tienen menos posibilidad de crecimiento en sus carreras.
Así lo señalan datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y del Instituto de Estadística de la UNESCO (UIS, por sus siglas en inglés).
Las cifras no son nuevas, de hecho, a lo largo del tiempo se ha buscado revertir este panorama, es por ello que, con el fin de reconocer el rol clave que han tenido y tienen las mujeres en la comunidad científica y tecnológica, el 11 de febrero fue declarado Día Internacional de las Mujeres y las Niñas en la Ciencia.
En el marco de esta celebración MILENIO entrevistó a dos científicas mexicanas que, como muchas de sus colegas, se han abierto paso en los espacios de investigación.
Una mirada al vasto espacio
Con apenas 12 años, Carmen Victoria Félix Chaidez ya había revisado los perfiles de quienes trabajaban en el sector espacial y comenzaba a practicar las actividades que pudieran encaminarla al lugar que quería alcanzar.
“Me metí a clases de inglés porque sabía que tenía que comunicarme en inglés si quería ir al espacio. Por ejemplo, las pruebas que les hacen a los astronautas como nadar, me metí a clases de natación. Fui haciendo cosas que me fueran acercando a lo que yo quería lograr”
Para ella, tener un mapa mental le ayudó a guiarse, así llegó a la carrera de Ingeniería en Electrónica y Telecomunicaciones pues sabía que a través de esta área era posible involucrarse en el sector espacial.
Al terminar de estudiar ingeniería en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey, obtuvo una beca para la Maestría en Ciencias Espaciales en la Universidad Internacional del Espacio (ISU) en Francia. Su trayecto no terminó ahí, pues en 2010 realizó su pasantía en el Centro de Investigación Ames de la NASA en el Departamento de Pequeños Satélites.
Su carrera continuó en ascenso: ocho años después (2018), hizo historia al convertirse en la primera mujer mexicana seleccionada como candidata a Científico-Astronauta por la IIAS. Esto la llevó a realizar vuelos acrobáticos, operaciones en trajes espaciales, procedimientos de egreso de cápsulas espaciales y procedimientos de emergencia y supervivencia en mar abierto.
La científica espacial ha realizado varias campañas de vuelos en microgravedad y experimentos científicos para el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) como probar prendas con sensores biomédicos diseñados para viajar al espacio.
El maravilloso mundo microscópico
Para la pequeña Susana no existía la ciencia y aún así, pasaba las tardes haciendo experimentos, poniendo pasta de dientes a las hormigas o estudiando el movimiento de las lombrices. Su cabeza estaba llena de preguntas “¿Qué pasa si le muevo aquí?” “¿Qué pasa si le quito esto?”.
Ahora, con más de 20 años de experiencia en investigación científica, asegura que siempre hubo algo dentro de ella que la guío a elegir su vocación.
Y es que, actualmente, Susana López Charretón se desempeña como viróloga del Instituto de Biotecnología de la Universidad Nacional Autónoma de México, su trabajo, enfocado especialmente en el rotavirus, ha sido reconocido a nivel internacional.
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En 2001 (y junto con su esposo Carlos Arias Ortiz) recibió el Premio de Microbiología Carlos J. Finlay, que le otorgó la UNESCO. Once años después fue galardonada con el Premio L'Oréal-UNESCO “La Mujer en la Ciencia 2012".
“Tuve la suerte de entrar en un campo en el que había muy poca información. Eso te abre mucho las puertas de la imaginación y de la investigación, tienes el campo abierto”, explica al narrar cómo es que llegó a enfocarse en este microorganismo.
Otra razón que la llevó a centrar su trabajo en el mundo de los virus, fue la posibilidad de combinar dos áreas que le apasionaban: la salud y la investigación básica. Gracias a ello, descubrió procesos microscópicos que la siguen impresionando.
“Desde que comencé y hasta ahora, sigo pensando que los virus son maravillosos, son muy pequeñititos, pero son extraordinariamente eficientes y tienen las mejores herramientas para conquistar a las células (...) Son como los dueños más poderosos de la biología”
Susana considera que su labor es apenas una pieza dentro de un enorme rompecabezas en el que muchos investigadores contribuyen para lograr que el conocimiento científico sea aplicado.
El camino y sus brechas
Pese a tener dos caminos diferentes, tanto el de la ingeniera Carmen, como el de la Dra. Susana, coinciden en diversos puntos, por ejemplo, las insistentes voces que cuestionaron los rumbos en los que encaminaron sus vidas.
Susana creció en la época en que las niñas alcanzaban a estudiar hasta la secundaria, por ello, no faltó quien cuestionara su decisión de seguir con su carrera en vez de casarse y tener hijos.
“La familia, los tíos y los abuelos decían: '¿Para qué va a estudiar? Que se case y ya tenga a sus hijos”, comenta.
En el caso de Carmen —quien además fue de las pocas mujeres de su generación en estudiar una ingenieria— siempre sintió que tenía que demostrar constantemente que merecía estar en el lugar que ocupaba.
“A mí me tocó escuchar comentarios como: ‘Mejor escoge una carrera para mujeres, algo más fácil’, ‘Luego te casas y tienes hijos, mejor escoge algo con lo que no vayas a batallar’. Esos comentarios se siguen escuchando, a veces la propia familia es quien desalienta a las chicas al escoger este tipo de ramas”, comenta.
Para Carmen, este es el primer filtro ‘a superar’ antes de ingresar a una STEM, luego vienen los retos al estar dentro, en un mundo “dominado por hombres y personas con muchos más años de carrera profesional”.
“En algún punto sentí que tenía que esforzarme a lo mejor un poquito más que mis compañeros hombres para demostrara que merecía el lugar que estaba ocupando (...) muchas veces sentí que no se me tomaba tan en serio y era muy frustrante”, asegura.
Madres, esposas ¿científicas?
Hay otro factor que ambas científicas han notado a lo largo de sus respectivas carreras, y son las decisiones que se toman más allá del ámbito laboral, especialmente cuando tiene que ver con la pareja o los hijos.
“Muchas mujeres hablan de una carrera en ascenso y cuando se convierten en madres, se les cierran las puertas. Hay muchas mujeres que pierden sus trabajos justamente regresando de la incapacidad”
La viróloga ha observado algo similar en su área de estudio —misma en la que la matrícula de mujeres suele ser mayor que la de hombres— pues ha notado que el proceso después del doctorado es como un cuello de botella en la carrera de una mujer.
“En general, en la parte en la que yo estoy, en los laboratorios, en las maestrías y hasta en los doctorados hay más mujeres. El parteaguas es el doctorado, digamos que acabas el doctorado, y tienes una edad que es tu edad fértil y que es tu edad de decisión para saber si vas a tener hijo, harás tu postdoctorado o tendrás una pareja”
“Por ejemplo ser investigadora y tener hijos en México se vuelve imposible porque no hay guarderías en el trabajo, no hay tiempos de maternidad muy grandes, todo eso es en contra de tu carrera”, añade.
En este sentido, la Dra. López Charretón también ha observado que, en más de una ocasión, entre parejas de investigadores, se termina favoreciendo al hombre para que continúe con su labor mientras que la mujer opta por declinar para salvar la relación.
Cabe señalar que, de acuerdo con la organización internacional Mothers in Science (MiS) convertirse en madre puede tener un impacto significativo en la carrera de una científica.
Por ejemplo, el 38% de las casos encuestados informaron que habían recibido menos ofertas de trabajo o promociones desde que se convirtieron en madres, además de que casi dos tercios de las encuestadas (61%) sintieron que tener un hijo había afectado negativamente a su carrera.
Un empuje para las niñas
Ambas investigadores coinciden en que uno de los principales factores que influyó en su vida fue el apoyo que recibieron por parte de sus padres.
“Mis papás nos apoyaron muchísimo y nos dijeron ‘hagan lo que les guste hacer’ yo creo que eso es definitorio (...) Mi papá no entendía muy bien lo que hacía cuando yo ya estaba en el doctorado, pero estaba muy contento porque me veía muy contenta”, comenta la viróloga.
En el caso de Carmen, tanto su padre como su madre le insistieron para que pensara no solo en que era lo que quería ser de grande sino también en las cosas que tenía que hacer para lograrlo.
Además del respaldo de su familia, las dos investigadoras destacan la importancia de creer en sí mismas y confiar en sus convicciones, de ahí el mensaje que deja Féliz Chaidez a las niñas:
“Creen en ti, cree en tus sueños, confía y apuestale a lo que más te apasiona y haz oídos sordos a los que te dicen que no, porque va a haber muchas personas que te digan que no lo puedes lograr, o que tus sueños son demasiado grandes”, comenta la ingeniera.
LHM