En el mes de enero, de hace siete años, Montserrat Gutiérrez amaneció con una “bolita” indolora que comenzó a crecer y se atendió hasta el mes de mayo, “pasé por muchos doctores” hasta que “el ginecólogo me sugirió que fuera con un infectólogo, me hicieron estudios y me operaron; me quitaron 52 ganglios, y me sometí a varios ciclos de quimioterapia”, explicó la paciente diagnosticada con linfoma.
Para Gutiérrez aquella bolita que atribuía a una infección común de garganta, en realidad se trataba de un linfoma, es decir, de un tipo de cáncer caracterizado por células blancas y defensivas del sistema inmunitario que pierden sus mecanismos de control y se multiplican anormalmente y de forma rápida, causando daño a la persona.
En un principio se pensaba que tenía cáncer de tiroides; sin embargo, luego de “varios cortes y revisiones nos dimos cuenta de que era linfoma y, después de los ocho ciclos, me propusieron que se hicieran cuatro más para evitar cualquier recaída.
“Hace justamente dos años fue que me dieron la noticia de la remisión de la enfermedad”, relató la paciente quien logró embarazarse de una niña bautizada como Lucía, “mi milagro”.
“Soy sobreviviente de cáncer desde hace siete años y quiero compartirles lo que me ha dejado esta experiencia: me dedico a dar acompañamiento a otras personas que se encuentran atravesando por alguna enfermedad grave con empatía y el mayor aprendizaje que obtuve fue que, como pacientes, debemos tener un rol activo, entendí que era parte de mi curación, haciendo que las cosas funcionen”.
Luego de la quimioterapia, recordó, siguió con su “vida normal, mi hijo en aquel momento tenía tres años y fue mi motor para seguir adelante. Al principio fue muy duro porque las quimioterapias eran muy duras, con una duración de ocho horas y de ahí llegaba a bañarlo”.
En México se ha detectado un incremento de casos de linfomas del cuatro al cinco por ciento, junto con el cáncer de pulmón y de próstata. Supondría que deben de haber entre ocho o nueve nuevos casos cada año.
“Si un ganglio dura inflamado dos o tres semanas, es motivo para acudir al médico. Si el médico a simple vista no encuentra una razón por la cual haya crecido esa bolita, habrá que quitar el ganglio y analizarlo. Cualquier ganglio inflamado en cualquier parte del cuerpo que dure inflamado más de dos semanas es motivo para ir a ver al doctor”, detalló Eduardo Cervera Ceballos, presidente de la Asociación Mexicana de Síndrome Mielodisplásico.
¿Qué sucede en el cuerpo?
“Los linfocitos B producen anticuerpos que ayudan a sanarnos del covid, por ejemplo; los otros linfocitos son los llamados T, cuando hay una enfermedad, se encargan de atacar y acabar con ella. Cuando hay un crecimiento desmedido de uno de estos linfocitos se origina el Linfoma”, dijo Cervera Ceballos.
La bolita indolora que de pronto crece puede aparecer, de acuerdo con Cervera Ceballos, en el cuello, en la amígdala, en la axila o en la mama, asimismo, en el mediastino, que es el centro del tórax, entre los dos pulmones; en el estómago, cerebro, riñón, páncreas, lengua, incluso, hay algunos que aparecen hasta en el parpado.
“El linfoma es un tumor oblicuo, puede estar en cualquier parte del cuerpo”, por eso, “cualquier bolita que dura inflamada de dos a tres semanas, es motivo para acudir al médico ya que se puede tratarse de linfoma”, detalló el especialista del Instituto Nacional de Cancerología (INCAN).
La mayor parte de los linfomas son enfermedades adquiridas, es decir, algo en el transcurso de la vida hace que se transforme un linfocito y pierda su mecanismo de control, y se dispare, originando de 2, 4, de 8 a 16, 16 a 32, 32 a 64 y así progresivamente un linfoma agresivo.
“Puede duplicar su masa celular cada 40 horas, entonces en 2 días si teníamos un millón de células malas ya tenemos 2 millones, nada más para dar una idea. Generalmente son fenómenos ambientales, que cambian a ese linfocito, muchos de ellos inclusive asociados a virus como el herpes, o con el Helicobacter pylori (gastritis que daña la mucosa protectora del estómago y del intestino delgado, causando ácido estomacal, úlcera).
Asimismo, con la presencia de Borreliosis (fiebre transmitida por garrapatas o piojos infectados, por ejemplo); tuberculosis (infección contagiosa causada por bacterias que afecta principalmente a los pulmones y también cualquier otro órgano, incluidos los huesos, el cerebro y la columna). Es importante no olvidar la predisposición genética.
“Hay una enfermedad denominada mononucleosis infecciosa, también conocida como "la enfermedad del beso" que les da a los adolescentes (el virus de Epstein-Barr) se transmite a través de la saliva. Pueden contraerla al besar a alguien y no se dan cuenta, aunque les crecen los ganglios de la garganta, les da fiebre, les duele la garganta
“El genoma del virus se guarda en el genoma del linfocito transformándolo y volviéndolo linfoma, este es un factor causal. Sin embargo, en la gran mayoría de los pacientes con linfoma no logramos reconocer cuál fue el factor que lo causó”, aseveró.
Como cualquier cáncer, precisó el director del Centro Oncológico de Médica Sur, tiene etapas: la uno, significa que está confinado a un solo ganglio; en la dos, el tumor se ubica en dos lugares diferentes que pueden estar por arriba del diafragma o por abajo del diafragma.
“La etapa tres está arriba y abajo del diafragma y etapa cuatro es cuando se encuentra en diferentes órganos, que no son linfoides como hígado, pulmón, inclusive la propia médula ósea”, aclaró.
El linfoma también se divide en A y B. Se encuentra en la etapa A cuando el paciente no tiene síntomas y en la B ya se presenta fiebre, sudores y pérdida de peso.
“Hoy se pueden reconocer más de 40 tipos de linfomas” que afectan ganglios o a su periferia, algunos se les denomina marginales; que resultan difusos o forman folículos, algunos afectan el hígado y el vaso, o la pierna.
El linfoma, como cáncer de una parte del sistema inmunitario o del llamado sistema linfático, se denomina también de Hodgkin y de no Hodgkin.
Los pacientes con “linfomas de Hodkins tienen un comportamiento un poquito más ordenado; se da principalmente entre gente joven, en la segunda o tercera década de la vida, aunque puede haber algunos casos de personas que están ya en los sesenta años y generalmente afecta el cuello y el mediastino. Hay casos muy avanzados o casos muy resistentes a tratamiento, cerca del 70 por ciento de los casos de los pacientes con este tipo de linfoma se pueden curar ya que responden bien a quimioterapia”.
Los linfomas no Hodgkin, detalló, comienzan cuando un tipo de glóbulos blancos, llamado células T o células B, se hacen anormales y se pueden diseminarse a las demás partes del cuerpo.
Una persona está en mayor riesgo si tiene un sistema inmunitario débil, proclive a las infecciones, con anemia.
Sin embargo, explicó el hemato-oncólogo, hay un grupo de linfomas que “son sumamente agresivos y se comportan como una enfermedad gemela de la leucemia linfoide , es decir, que tienen linfocitos anómalos circulando en la sangre, por eso se piensa que la leucemia linfoide es una variante agresiva del linfoma y se engloba como lo que ahora conocemos como enfermedades linfoproliferativas” (proliferación anormal y exagerada de linfocitos, un tipo de glóbulo blanco encargado de protegernos frente a diversas infecciones).
El linfoma Hodgkin y el linfoma no Hodgkin, aseveró, se trata con quimioterapia y diferentes medicamentos destinados a matar esas células, recientemente, se han añadido al botiquín algunos fármacos diseñados específicamente para atacar algún componente de las células linfomatosas y destruirlas.
“Con esto debo decir que aproximadamente un 60 o 70 por ciento de los pacientes reciben quimioterapia juntos con estos anticuerpos. Hoy por hoy, estos tratamientos elevan la respuesta superior al 90 por ciento, por lo tanto, los linfomas hoy, no importando su etapa, ya sea tres o cuatro, puede tener un pronóstico favorable”, explicó Cervera Ceballos.
Pocos hemato-oncólogos
Eduardo Cervera Ceballos, presidente de la Asociación Mexicana de Síndrome Mielodisplásico reconoció que en México hay alrededor de 800 especialistas, de los cuales, alrededor de 250 están dedicados a la parte maligna de los cánceres de la sangre. Son insuficientes para una población superior de 120 millones de habitantes.
“Somos poquitos y si juntamos a los oncólogos que ven linfomas quizás no llegamos a 500. Entonces una apuesta que tenemos que hacer como médicos y como país es incrementar el número de médicos que se formen en esta área médica”.
Además, se requieren de radiólogos especializados en oncología cuando la masa tumoral es muy grande. “Yo he visto pacientes que llegan con linfomas en el cuello cuyo tamaño es más grande que la cabeza, ahí necesitamos radioterapia para disminuir el volumen.
“Cuando el linfoma se encuentra en un área particularmente dolorosa, se usa la radioterapia para poder aliviar ese dolor en lo inmediato. Otra opción, cuando el linfoma se ha metido en el hueso y lo está carcomiendo porque hay riesgo de colapso, también en los casos de linfomas del cerebro es más conveniente tratarlos con radioterapia. Pero fuera de estos casos es y seguirá siendo por muchos años la quimioterapia”, aclaró.
LG