Sargazo para biocombustible, nueva industria que aprovecha el desastre

Investigador de la Universidad de Guadalajara destaca las posibilidades de una de las especies de sargazo que invaden las playas de Quintana Roo.

1 kilogramo de sargazo seco produce 14.7 litros de biogás inflamable. (Cortesía)
Agustín del Castillo
Guadalajara /

La crisis ambiental, y sobre todo, económica, por el impacto al negocio turístico, que ha generado la masiva presencia de sargazo marino en las playas del Caribe Mexicano, la zona que más divisas genera en el sector para todo el país, podría paliarse con una oportunidad económica para una nueva industria: la de los biocombustibles, dijo el investigador del Departamento de Zonas Costeras del Centro Universitario de la Costa Sur de la Universidad de Guadalajara, y miembro de la asociación civil Vive Planeta Azul, Francisco de Asís Silva Bátiz. 

La organización no gubernamental ha desarrollado con el Instituto Politécnico Nacional y con la UdeG, un proceso de obtención de biocombustibles a partir de Sargassum-natans. “Después de un año de pruebas, ensayos, repeticiones, se logró la estandarización en laboratorio de un proceso de aprovechamiento integral del sargazo. Este proceso rinde productos como bioalcohol y biogás así como materia que se puede utilizar como pastura para ganado o en la producción de composta”, explicó. 

La transformación del sargazo en productos útiles “implica un proceso cerrado, dentro del modelo de la economía circular, en el cual el material de desperdicio de un proceso es utilizado en el siguiente proceso”, añadió. La secuencia es: primero se obtiene bioalcohol mediante la fermentación del alga Sargassum natans y otros ingredientes comunes; por cada gramo de sargazo seco se producen 0.29 ml de alcohol, es decir producir un litro de alcohol necesita fermentar 3.5 kilogramos de sargazo seco. Dos, la sustancia que queda como residuo después de haber obtenido el bioalcohol, es utilizada como acelerador de la combustión y quema de Sargassum natans para la obtención de biogás. A partir de una mezcla dentro de un biodigestor que contiene 170 gramos de sargazo seco, nutrientes, lodos, lixiviados y 400 mililitros de agua, se obtienen 2.5 litros de biogás inflamable. Es decir, bajo este proceso, 1 kilogramo de sargazo seco produce 14.7 litros de biogás inflamable. 

Tres, los restos de este proceso, las cenizas, “pueden ser utilizados como forraje para ganado o bien para la producción de composta. El análisis de contenido de las cenizas indicó una calidad y cantidades similar a la de forraje ganadero”. 

El proceso ya está en nivel de laboratorio, pero “es necesario escalarlo a una planta piloto en campo”. Esta planta piloto se propone instalar en Mahahual, una playa enclavada al sur de Quintana Roo y muy cerca de la capital, Chetumal, donde nació este proyecto, precisa Silva Bátiz.
“Se diseñaría con el tamaño adecuado para facilitar su operación por poco personal, pero suficiente para probar su eficiencia procesando una cantidad dada de kilogramos de sargazo/día/semana. Además, el modelo puede escalarse en dos sentidos: a) escala del proceso, es decir desde nivel personal o artesanal hasta nivel industrial; y b) escala espacial, al ser modular, se podrían distribuir estas plantas en los lugares apropiados y que permitan cubrir un áreas de playa dada, con la capacitación adecuada del personal que la operaría”. 

El modelo puede detonar una industria, y no se trata de grandes inversiones, lo que permite a comunidades, ejidos, cooperativas de pescadores, integrarse. “Puede ser implementado en pequeñas comunidades y grandes ciudades; generan riqueza en nivel local, empleos y generación de fuentes alternativas de energía; puede entrar en un esquema de auto sustentabilidad en el cual la inversión fuerte es la inicial y con la venta o autoconsumo se generan recursos para su mantenimiento y operación. Es replicable y escalable. Se involucran los habitantes de las comunidades costeras”, sostiene el científico. No se prevé un problema de contaminación residual, no se liberan malos olores y no hay liberación de metales pesados por encima de las normas, pero estos serían retenidos y filtrados. 

En las temporadas que no hay sargazo “se pueden detener sin mayor impacto y sus costos de nuevo arranque son bajos”. Pero lo más importante, “se contribuye a la solución de la grave problemática que genera el sargazo en las playas del estado de Quintana Roo”. 

Por la invasión de sargazo, añade el investigador, secretario de Vive Planeta Azul AC, este año se han colectado cerca de 130 mil metros cúbicos, “que equivalen a que cada metro lineal de playa sea cubierto por 2 m3 de algas en una extensión de 200 kilómetros de litoral”, lo que significa un formidable desafío ambiental y para la próspera industria turística local, que genera cerca de la mitad del producto interno bruto turístico del país. 

“La Secretaría de Turismo estima que Quintana Roo, con sus casi 100 mil cuartos, recibió cerca de 17 millones de visitantes en 2017 y al Aeropuerto Internacional de Cancún arribaron 23 millones de vacacionistas, de los cuales 12 millones se hospedaron en más de 36 mil habitaciones. Según cifras de la Secretaría Estatal de Turismo (Sedetur), la derrama económica anual del turismo y sus visitantes alcanzó los 8 mil 810 millones de dólares en 2017, posicionando al Estado como número uno del país por importancia turística, aportando más del 50 por ciento del PIB turístico nacional. Pero la invasión de algas también implica la inversión millonaria anual del gobierno federal, estatal y municipal, en 2015, de 210 millones de pesos, en 2018, de 62 millones de pesos; y de dinero de los empresarios sólo para la simple acción de retirar el alga de las playas y trasportara a su sitios de disposición final”, agrega. 

La disminución del valor escénico, malos olores, aguas marrones y turbias, muerte de peces, pastos marinos y de arrecifes de coral, son parte de los impactos ambientales a corto y mediano plazo de estas invasiones de algas. “Los vaticinios son pesimistas, por un lado lo atípico de estas arribadas está siendo vinculado a los efectos del cambio climático global [en este caso el incremento de la temperatura del mar y la modificación de corrientes oceánicas y costeras del Océano Atlántico, en el hemisferio sur frente a Brasil y África] y por otro lado el gran volumen se vincula al exceso en el mar [a lo largo de la costa de Sudamérica y Centroamérica] de sustancias como residuos de fertilizantes utilizados en la agricultura que favorecen el rápido crecimiento y reproducción de las algas. Estudios indican que en estas condiciones el alga es capaz de duplicar su peso en tan sólo once días”. 

Las macroalgas forman parte de la flora del Caribe Mexicano, se han registrado cerca de 40 especies. “Su presencia en las playas del Mar Caribe ha sido documentada por varios investigadores y es un fenómeno natural de periodicidad estacional, extendiéndose desde junio hasta febrero dependiendo de la zona del litoral de Quintana Roo. Las arribadas que se han presentado a partir del año 2014, se consideran como atípica en términos del volumen y periodos”. 

Este caso de la invasión por algas que provienen de otros sistemas muy lejanos, “alimenta la percepción de que ante fenómenos globales no valen títulos nobiliarios y reconocimientos internacionales, es decir no es algo que tenga solución local y habrá que trabajar también en los ámbitos regional e internacional para tratar de entender mejor para poder actuar, si acaso hay acciones viables algunas que tomar”, de ahí la pertinencia de desarrollar el nuevo modelo a nivel de industria local. 

Vive Planeta Azul, AC, presidido por Erick Becerra Vega, reunió a expertos del Instituto Politécnico Nacional (Jorge A. Mendoza Pérez) y de la UdeG, tanto el Cucsur como el CUCEI (Francisco Silva y Valeria Estrada Rodríguez), para generar el modelo, que urgen a aplicar.

GPE

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