Que César Medina sufra de neblina mental, una suerte de pérdida de memoria súbita, no es el único síntoma del covid-19 que ha padecido desde hace poco más de ocho meses, cuando él estima que se contagió. También ha pasado por las fiebre, las nauseas, los dolores musculares, las diarreas, las cefaleas, la fatiga y la lengua blanca con llagas.
Para su mala suerte, en todas las pruebas habidas y por haber, César ha salido negativo al virus. Por eso la mayoría de los médicos que lo han tratado suponen que nunca ha tenido coronavirus y padece pura ansiedad.
Tan sólo hace unos días, el jefe de medicina interna del Hospital Civil de Guadalajara le dijo que “no pasa nada”, que “nunca se ha contagiado”, y lo dio de alta. Le recetó corticoides y le recomendó que sacara cita con el gastroenterólogo para revisarse el colon irritable, y que también fuera a ver al neurólogo para tratar la pérdida de memoria.
“Ahora mi reto es encontrar a otro médico porque no puedo vivir así, tomando corticoides”, dice César por teléfono, desde Zapopan, Jalisco, donde vive. “¿Por qué los médicos se niegan a reconocer el covid persistente? ¿Es un tema político? ¿Es ignorancia e indolencia?”.
Todo empezó el 18 de octubre del 2020, cuando tuvo la primera fiebre que lo tiró en la cama. Luego le vino la tos y enseguida le cayó una diarrea interminable. La prueba PCR salió negativa. Por eso le recetaron antibióticos para los malestares gastrointestinales y un jarabe para la garganta.
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"Te dicen que es tu imaginación"
Días después, el cuadro clínico se agudizó. Entonces César consultó por videollamada a un internista en la Ciudad de México. “Él me diagnosticó covid y me mandó a guardar cuarentena durante 15 días”; tiempo en el que perdió poco más de diez kilos por la falta de apetito, las fiebres y la diarrea.
“Me sentí bien unos días, pero para principios de noviembre me regresó la fiebre acompañada de otros síntomas: entumecimiento de los dedos, temblores, piquetes, ataques de ansiedad y la neblina mental”.
Y otra vez, a buscar a un médico. “Médicos que cobran consultas de más de mil 500 pesos y que sólo te dicen que no se sabe nada del covid-19, que me tocó la de malas, o que, de plano, te dicen que es tu imaginación”.
El diagnóstico que le dieron a César fue: secuelas de coronavirus y que, con el tiempo, desaparecerían. Y sí: para finales de diciembre y principios de enero, César ya se sentía “al 90 por ciento”. Así que regresó a su trabajo en el ayuntamiento de Tlajomulco. “Pero como era la época en que más alto estaba el contagio, volví a las fiebres y tuve lengua blanca, lengua covid”.
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Después de sortear la burocracia del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), César pudo acceder al Centro Médico de Occidente. “La jefa de inmunología fue honesta y me dijo que no existía un protocolo médico para darle seguimiento a los pacientes post covid”. A César no le sorprendieron las palabras de la doctora.
Desde noviembre, el hombre abrió un grupo en Facebook al que llamó Covid Persistente México. Surgió porque, preocupado por sus padecimientos, encontró a colectivos en España, Argentina, Perú y Brasil, quienes también están inquietos por el llamado “Long Covid” en Gran Bretaña o Estados Unidos, ante el número de personas en el mundo con este tipo de sintomatología.
Covid Persistente México empezó con 30 miembros y ha pasado a sumar casi 4 mil. “El grupo es un espacio de acompañamiento a los pacientes ante el rechazo de los médicos. Es un espacio de empatía, y de reivindicación política para exigir nuestro derecho a la salud digna”.
— ¿Y cuál de los cientos de testimonios que han escrito las personas en el muro de Covid Persistente México es el que más te ha llamado la atención?
—Para mí todos son testimonios importantes. Algo que he aprendido es a no desmeritar el dolor del otro, a empatizar con el dolor ajeno. Nos queda claro que hay discriminación y rechazo hacia nosotros, no sólo de los médicos, también de la población. En mi trabajo ya no me creen que siga enfermo.
César cuenta que ha leído mucho sobre el covid-19 y ahora sabe, por ejemplo, que la prueba de heces que realizan los chinos es más confiable que la prueba fosa faríngea, porque el virus, a diferencia de otros coronavirus, no es una enfermedad que ataque sólo al aparato respiratorio; en segundo lugar ataca al intestino.
“Pero si le dices eso a los médicos, se te quedan viendo y te preguntan: ‘¿Eres médico?’ ‘No, pero he leído’, les respondes y, como ellos no leen y son ególatras, se enojan”.
César cree que la indolencia médica tiene una raíz: la política sanitaria del gobierno federal, la cual, hasta ahora, insiste en que el cubrebocas no es esencial, en que quienes se enferman o se mueren son personas con comorbilidades o en que el covid-19 no es grave para los jóvenes.
“Yo tengo 30 años, hago mucho deporte y la he pasado muy mal. En cambio, y por fortuna, mi padre, de 66 años, diabético, no tuvo mayores consecuencias ahora que se contagió. Mi mamá, de 64, hipertensa, también la libró”.
—¿Si tuvieras a López-Gatell enfrente qué le dirías?
—Un periodista local que me entrevistó pudo hacerle llegar una pregunta al doctor José Luis Alomía sobre el covid persistente y respondió que no existía. Días después, cuando Gatell presentó secuelas, entonces dijo que sí existía. Salvo en Francia, en Gran Bretaña o en Estados Unidos, ningún otro país está hablando del covid persistente.
— ¿Y por qué crees que casi nadie lo está hablando?
—O porque reconocerlo sería un colapso para el sistema de salud. O porque hay ignorancia e indolencia.
César dice que en sus planes estaba llevar su queja a la Comisión Nacional de Derechos Humanos. “Pero no me dieron las fuerzas ni el cuerpo”.
Y ahora está en busca de un médico, después de que en el Hospital Civil de Guadalajara le aseguraran que nunca ha tenido covid-19. Que es su imaginación.
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