"Tristeza, depresión, enojo, en el trabajo me desconcentro porque llega Día de Reyes, Día del padre y no lo puedo ver. Sobre todo, es tristeza porque él tiene un padre que puede estar con él siempre, que puede contar conmigo, todo lo que un padre debería ser, pero me he perdido su infancia, sus juegos, es una situación muy difícil”, dice Efrén con impotencia, pues lleva seis años sin poder convivir con su hijo, según cuenta, tras el divorcio solo ha podido ver al menor diez minutos durante los juzgados.
Cuando Efrén y su ex pareja decidieron separarse, él asegura que pensó que el proceso se llevaría en “buenos términos”, ya que ambos habían acordado días de visita, la manutención, entre otras acciones legales, pero desde el 2013 la otra parte ha interpuesto demanda, tras demanda para evitar la convivencia.
“He intentado que las convivencias sean efectivas, ya se habían determinado por un juez del sexto oral que me permitió ver al menor, a ella se le preguntó si estaba de acuerdo, ella dijo que sí, pero a la semana siguiente cuando fui por mi hijo, ella me llevó una orden de restricción”.
En procesos de divorcio como este, que llevan muchos años, hay varios juicios y la convivencia es eliminada tajantemente, los más afectados son los menores, pero por la forma de los procesos son los más ignorados, pues tanto los abogados como los padres se enfocan más en peleas internas en la relación, y los niños y niñas son usados como escudos de venganzas o hasta como “moneda de cambio” para el pago de manutención. Cuestiones que los pueden dañar de por vida.
“Cuanto puede afectar a los niños si sus padres no están dispuestos a ceder, pues toda la vida, nosotros vemos a adultos que dicen lo difícil que le resultó sobrellevar ese conflicto entre los padres, y el cómo se pueden sentir desleales si apoyan a uno u a otro. A mí me parece que mientras esas revanchas tengan en medio a los menores, será muy complicado”, afirma la doctora María del Carmen Montenegro, doctora en psicología y especialista en el tema de la UNAM.
El Artículo 12 de la Convención por los Derechos de los Niños Niñas y Adolescentes, marcan que es fundamental escuchar a los menores en toda aquella condición que los pueda perjudicar, pero según la especialista “es justo lo que no se hace” en este tipo de procesos, pues considera que todo está mal empleado, desde las peleas, la forma de manejar el divorcio e incluso los métodos de convivencia, pues no considera que los centros de convivencia empleados sean siempre el lugar adecuado para que el menor se desarrolle con uno de sus padres.
“Lo más preocupante es que el niño no es escuchado, tenemos que hacer valer esto, pero no se sabe cómo, los especialistas muchas veces dicen ‘yo escucho al niño, pero voy a hacer lo que más considere pertinente’, pero lo más pertinente es poder garantizar que el niño tenga la libertad de poder decir los que quiere”, resalta Montenegro.
Justamente en las convivencias la doctora Montenegro también ve inconvenientes en los métodos empleados por la justicia mexicana, como lo es en los lugares de convivencia o en los acuerdos por la pareja, pues les quita la estabilidad que necesitan los menores.
“Los niños pasan unas semanas con el papá, otras con la mamá, si bien esa es una condición que busca dar condiciones de igualdad, exponen al niño a un no espacio, a no tener un hogar y que no tenga un lugar fijo. A mí me parece que en todo esto lo que siempre ha prevalecido es la lucha de la pareja, argumentos que quieren vencer al otro y todo esto afecta al niño”, condenó
En un juicio oral del 2019 el hijo de Efrén que ahora es un menor de 9 años, pero cuando inició con todo esto proceso tenía tres, platicó que extraña a su papá, lo quiere y no entiende el por qué no lo puede ver, situación por la cual incluso ha llorado.
“El no recuerda cuándo su papá lo ha visitado, desde pequeño siempre lo veía los sábados, pero tiene mucho que no lo ve. Recuerda que todos los sábados se asomaba para ver si venía, pero luego se ponía a llorar porque su padre no llegaba”, se puede leer en la transcripción del juicio oral, cuestión que Efrén señala que todos los sábados él corría de su trabajo para poder ver a su hijo, pero por los mismos conflictos no se le permitía.
Efrén cuenta que los problemas incrementaron cuando por una crisis que tuvo se quedó sin trabajo y por esa razón se atrasó en los pagos de manutención.
“Yo me quedé sin trabajo un tiempo, las crisis financieras que luego tenemos, a la fecha ya no ha faltado la pensión mes con mes (…) Cuando encontré trabajo le volví a pedir que me dejara ver al niño y que acordáramos algo para que me pudiera empatar en las cuentas y no me lo permitió. Aunque le di una suma fuerte, que me costó conseguir, pero lo hice por mi hijo (…) y hace poco le volví a mandar mensajes pidiéndole que me deje ver al niño, que me dejara acercarme a él, para que sepa que tiene papá, que estoy ahí para él, pero a los tres días llegaron a traerme otra notificación de restricción, en donde no le puedo hacer ni llamadas, ni mensajes a la señora”, detalló Efrén.
En cuanto al tema de la manutención, la doctora Montenegro detalla que también puede ser un factor para que uno de los padres tenga sentimientos de “rencor” que canalizan a los hijos “pueden predecir a los niños o niñas que no han tenido experiencias adversas con su padre o madre a que reconozca en él o ella a alguien que no lo quiere, porque no le da dinero”.
Otro problema que ve la especialista en varios casos es que durante los juicios orales alguno de los padres intenta orientar a los menores para que digan cosas que no los afectaron o que ellos ni si quiera recuerdan. “hemos visto casos en donde le dicen a los menores, ‘vamos a ver a una amiga y con ella vas a tener que hablar, pero ¿recuerdas la vez que tu papá o mamá hizo esto? Tú dile lo que pasó’”, algo que la especialista ve innecesario y perjudicial para los menores.
Pero para hacer todos estos procesos los padres también tienen un tipo modus operandi que especialistas han notado, que no solo consiste en orientar el pensar y recuerdos del menor, si no en pasarlo a temas legales.
“Los papás y mamás que deciden divorciarse eventualmente tienen juicios de hasta ocho o diez años, no se ponen de acuerdo, y tiene que entrar un juez de familia. Lamentablemente el común denominador son las denuncias falsas, que son llevadas a juzgados de familia para evitar que los menores se acerquen a su papá o mamá o que los mismos niños no tengan el amor, paz y ternura de alguno de sus progenitores”, condena Miguel Ángel Planta, director de la organización civil MAAS Infancias felices, lugar en donde llevan este tipo de casos.
La pandemia ha afectado todos estos procesos
El caso de Efrén no es el único, según el Inegi en promedio hay más de 400 divorcios diarios en el país, de los cuales un 90 por ciento son en un juicio en un tribunal. Lo que quiere decir que 9 de cada 10 parejas que se separan llegan a un juez de familia.
Sobre esto Miguel Ángel Planta, director de la organización civil MAAS Infancias felices, detalló en entrevista con MILENIO, que todos estos procesos se han retrasado por el cierre de juzgados por la pandemia del covid-19, en donde los más afectados siguen siendo los niños, pues los lugares o personas con las que podía canalizar los problemas les fueron arrebatados.
“Hay millones de niños que en los últimos 10 años han pasado en juzgados de familia, cuyos casos no han llevado el medido proceso y si de por si los niños ya afectan alejamiento con uno de sus progenitores, ahora con el covid-19 es aún más difícil, porque los menores están aislados y ya no ven a sus amigos que podrían ser un apoyo, el covid también ha sido un reto para los adultos que ven a las plataformas electrónicas como una forma para la convivencia”, aseveró el director de la organización.
Sobre este tema, la doctora Montenegro resalta que este proceso en pandemia también puede ayudar a que los menores sientan que su padre o madre los ha abandonado
“El niño no va a entender que un trámite parado, él o ella va a entender es que el padre o madre no está y pueden interpretar a que no los quiere, o que los abandonó, aunque lo sigan viendo, siempre quedará un impacto, y si a esto le agregamos la predisposición de alguno de los progenitores les afectará más”.
Los especialistas ven una posible solución
Para mejorar estos escenarios en donde las afectaciones pueden ser de por vida, la doctora Montenegro considera que es importante que en el país se generen políticas públicas en donde se reeduque a los jueces, abogados y padres para que entiendan que en el proceso lo más importante es la estabilidad del menor y que tiene la posibilidad de expresar lo que quiere. Esto solamente si en la relación no hubo violencia.
“Hay que sensibilizar a todos, hay que generar condiciones de educación, evidentemente cuando hay violencia hacia el niño ahí no hay nada que hacer, pero en todo lo demás como la manutención, es ahí cuando se debe de oír al niño y educar a los padres para que asuman sus responsabilidades para no perjudicar a los niños”
Ella recomienda que los padres juntos hablen con los menores, de cuál será el cambio, que ya no se entienden, que van a vivir separados.
“No es posible que se siga pensando que el niño ya va a olvidar, cómo adultos no se les olvida y hay adultos hasta de 80 años que siguen reclamando algo a sus padres y claro que tiene afectaciones graves para los menores”, condenó.
dmr