“Antonio Alatorre, filólogo y traductor, dio esplendor a nuestra lengua. En la academia lo recordamos a 100 años de su nacimiento”, así abrió el escritor Aurelio González Pérez el homenaje que la Academia Mexicana de la Lengua (AML) rindió al también crítico literario y ensayista.
“Antonio era un hombre de contrastes y algunas veces, con sus críticas académicas, siempre sustentadas, podía parecer feroz y terrible pero en realidad era un hombre tímido y discreto”, agregó.
- Te recomendamos Arqueólogos hallan muro novohispano en La Lagunilla Cultura
En el homenaje a Antonio Alatorre (1922-2010) participaron también: Liliana Weinberg, Angelina Muñiz-Huberman, Javier Garciadiego Adolfo Castañón y Carlos Prieto, todos miembros numerarios de la AML.
Alatorre buscaba que el estudio literario y la crítica fueran claros y comprensibles en un mundo que se regodeaba en neologismos y términos oscuros para hablar de la literatura más sublime.
“No me interesa poner una máscara a los que escribo ni emplear vocabularios difíciles para fingir un amplio conocimiento sobre el tema, siempre me ha interesado estar cerca del lector común y no del especialista”, relató Aurelio González Pérez, sobre lo que pensaba Antonio Alatorre.
Cada uno de los participantes dieron testimonio de la vida y obra del autor, que se distinguió por ser un estudioso estricto, serio, puntual, ejemplar y generoso; atento a la lengua y a la literatura como fenómenos humanos, y a la importancia del diálogo y de la lectura; enemigo del burocratismo y las solemnidades; historiador, melómano y narrador; en suma, un hombre sincero, directo, erudito.
“No entiendo esto de la defensa del idioma… a los idiomas no hay que defenderlos, las lenguas se defienden solas porque son más fuertes y potentes de lo que se cree”, pensaba el maestro Antonio Alatorre.
Por su parte, Liliana Weinberg resaltó que el filólogo siempre defendió a la lectura como acto de comprensión y libertad.
“Siempre mostró que el acercamiento a los textos tiene que ser un acercamiento de libre elección; amoroso y sensible, el primer paso para cualquier construcción de conocimiento”.
En su participación, el escritor Javier Garciadiego afirmó que Antonio Alatorre es reconocido como un gran filólogo, sin embargo, tuvo otras facetas.
“Melómano y cantante amateur. Novelista de una sola novela, su espléndida La migraña, traductor esmerado, casi perfecto, ejemplar; creador del Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios de El Colegio de México y un importante historiador”.
Antonio Alatorre es autor de Los 1001 años de la lengua española (1979); Ensayos sobre crítica literaria (1993); Serafina y Sor Juana (con Martha Lilia Tenorio; 1998), Flores de sonetos (antología a su cuidado; 2001), El brujo de Autlán (2001), El sueño erótico en la poesía española del Siglo de Oro (2003), Cuatro ensayos sobre poética (2007) y Sor Juana a través de los siglos (1668-1910) (2007), entre otros.
Entre sus traducciones destacan Literatura europea y Edad Media latina, de Ernst Robert Curtius (con Margit Frenk); La disputa del Nuevo Mundo, de Antonello Gerbi; Erasmo y España, de Marcel Bataillon; Memorias póstumas de Blas Cubas, de Machado de Assis y las Heroidas, de Ovidio.
“Antonio era capaz de ir atrás de los saberes adquiridos y de desnudar la verdad. Por eso, Antonio Alatorre es una figura permanentemente viva y es una lección filológica de lectura y de honestidad”, opinó el poeta Adolfo Castañón.
Antonio Alatorre fue editor, director y colaborador, de publicaciones como la Revista Mexicana de Literatura y la Nueva Revista de Filología Hispánica.
Finalmente, el chelista Carlos Prieto agradeció a Antonio Alatorre sus comentarios y observaciones a su libro: Cinco mil años de palabras Comentarios sobre el origen, evolución, muerte y resurrección de algunas lenguas.
“Él tuvo la amabilidad de recibirme en su casa, le entregué el manuscrito del libro, lo leyó en detalle, me hizo varias recomendaciones y siempre le estaré agradecido por su valiosa ayuda pues siempre lo admiré”.
PCL