Adiós a Emilio Renzi: muere Ricardo Piglia

El literato, uno de los más destacados de Latinoamérica, expresaba que la escritura se parecía “más bien a una manía, un hábito, una adicción”.

Consideraba que la literatura estaba en cuestión por “una suerte de fascinación por los hechos reales”.
Jesús Alejo Santiago
México /

Aspiraba a escribir poesía, pero cuando era muy joven se dio cuenta de que su camino estaba en otro género, uno en el cual se convirtió en uno de los referentes de la literatura en español en los últimos años. Ayer Ricardo Piglia perdió su batalla contra la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), enfermedad contra la que luchaba desde 2013.

“Soy un lector continuo de la poesía, incluso estoy más al tanto de lo que sucede con la poesía en América Latina que de lo que sucede en narrativa. Trato de leer toda la poesía que puedo en las lenguas que conozco, y creo que es el género al que todos aspiramos, básicamente porque, con muy pocas palabras, expresa sentidos y emociones múltiples. Esa capacidad de decir mucho con pocas palabras es el horizonte que tenemos los escritores”, decía en una entrevista con MILENIO en 2013.

Nacido en la localidad bonaerense de Adrogué, el 24 de noviembre de 1941, Piglia era considerado uno de los mejores exponentes de la nueva época de la narrativa argentina, quien, pese a la enfermedad, se mantenía lúcido para la escritura; incluso en noviembre pasado confesó a EFE que acababa de terminar un libro de cuentos y trabajaba en otro sobre las novelas cortas de Juan Carlos Onetti.

La literatura le permitía “seguir vivo”, después de que en 2013 le diagnosticaran el ELA, mal que afecta a la movilidad pero no a las facultades mentales y que provocó que en sus últimos tiempos necesitase de apoyo básico para leer y trabajar.

“La enfermedad me ha hecho descubrir la experiencia de la injusticia absoluta. ¿Por qué a mí?, se pregunta uno, y cualquier respuesta es ridícula. La injusticia en estado puro nos hace rebelarnos y persistir en la lucha”, dijo Piglia.

EXIGENCIA DE CLARIDAD

El literato se decía un escritor privilegiado porque logró un reconocimiento entre los lectores que muchos otros autores de calidad no han alcanzado: fue una de las plumas más lúcidas de la literatura hispanoamericana, con títulos como Respiración artificial, Plata quemada, La ciudad ausente y Blanco nocturno.

“Me parece que estamos obligados a una exigencia de claridad, no en el sentido de la simplificación sino en decir aquello que intentamos decir de la manera más clara posible, lo cual supone un trabajo estilístico mucho más complejo, porque me parece que nos rodean unos lenguajes sociales donde todo está oscurecido por los clichés, los lenguajes comunes y las falsas simplificaciones. Esa es la primera responsabilidad del escritor”, señalaba Piglia en otra entrevista con MILENIO en 2013.

El escritor solía recordar que cuando abandonó su lugar natal para instalarse junto a su familia en Mar del Plata, a los 14 años de edad, fue cuando descubrió el mundo literario. Explicó que la mudanza se debió a “una historia política, una cosa de rencores y odios barriales” que obligaron a la familia a instalarse en Buenos Aires.

En 1967 publicó su primer libro de relatos, La invasión, que mereció una mención especial en el Séptimo Concurso de Casa de las Américas; ocho años después, en 1975, el escritor lanzó su segundo volumen de relatos, Nombre falso, que fue traducido al francés y al portugués.

Luego vino una serie de novelas que marcaron su destino en el ámbito literario, gran parte de ellas protagonizadas por su álter ego, Emilio Renzi. Obtuvo reconocimientos como los premios Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas, en 2013, y el Formentor de las Letras, en septiembre de 2015.

MEMORIOSO

Hace algunos años, Piglia había emprendido la tarea de recordarse a sí mismo mediante el proyecto de Los diarios de Emilio Renzi, cuyo primer volumen, Años de formación, apareció en 2015, que se complementó con Los años felices y Un día en la vida.

En el primero de la serie se cubren los años que van de 1957 a 1967, donde resalta la pregunta “¿cómo se convierte alguien en escritor —o es convertido en escritor—?”.

“No es una vocación, a quién se le ocurre, no es una decisión tampoco, se parece más bien a una manía, un hábito, una adicción, si uno deja de hacerlo se siente peor, pero tener que hacerlo es ridículo, y al final se convierte en un modo de vivir (como cualquier otro)”, escribe en el volumen.

“Estamos en un momento en que la literatura está en cuestión”, comentaba en 2013, “la novela, la ficción básicamente: hay una suerte de fascinación por los hechos reales, que viene por diversas vías, desde el periodismo o una cultura de masas en internet en donde todo mundo está contando sus historias reales, y yo defiendo mucho el espacio de ficción como un espacio muy particular, porque no es ni verdadera ni falsa”.

Después para Piglia fue muy complicado viajar, dejarse ver por sus lectores, hasta que la noticia de su partida se expandió la mañana de ayer.

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