La artista Águeda Lozano ha encontrado en el pincel y el cincel su propio lenguaje artístico, algo con el que dice "venía" desde la infancia.
A raíz del homenaje que la Pinacoteca Nuevo León le brinda con la exposición Del Pincel al Cincel. 1974 - 2019, la artista chihuahuense formada en Monterrey ofreció una entrevista a MILENIO Monterrey, donde habla de sus inicios e intereses.
La muestra cuenta con 70 pinturas junto a 10 esculturas en acero, expuestas en distintas salas del Colegio Civil y estará expuesta hasta el próximo septiembre.
¿Cómo fue su formación en el Taller de Artes Plásticas de la UANL?
Yo venía de Chihuahua, allá se buscaron las escuelas para que nos retiráramos mucho de nuestros padres.
En el Taller éramos como 20 alumnos, yo tomé los tres turnos de clase que había. La escuela fue para mí un impulso en el dibujo y, viendo a todos los artistas que ya habían pasado por ahí, creo fue lo que me formó.
¿Cómo llegó la pintura a 'tocar la puerta' de su vida?
A los 11 años me gustaban los colores, pero pinté el mar, aunque yo soy de la sierra de Chihuahua, en algún lado debí verlo y estiré una tela sobre una tabla y lo pinté. Con el tiempo me di cuenta que fue un acto razonado y no infantil.
¿Cómo pasa de la pintura a la escultura con acero?
Mi trabajo, aunque está basado en la geometría, yo la considero como una geometría orgánica. Al acero llego porque un galerista me dijo 'yo quisiera ver qué pasa detrás de la tela', entonces empecé a hacer maquetas en cartón... pero yo vengo de una familia donde mi padre tenía un taller de estructuras metálicas. Yo digo que de ahí fue cuando me fui directo al acero.
Mencionó que en el París de los 60 importaba la obra, no tanto la nacionalidad o el género del artista, ¿cómo ve esta época para la mujer con el movimiento #MeToo?
En el primer taller de la Cité Internationale des Arts había una directora y ella me dijo: "¿Quiere dejar su solicitud? solo que hay 60 propuestas". Y fui seleccionada, era parte de esa época en la que sólo importaba el valor de la obra.