Andrés Neuman (Argentina, 1977) lanza una mirada nueva, humorística y poética sobre el cuerpo humano: la piel, tobillos, el codo, la vagina, el pene y hasta el alma son protagonistas de su obra y advierte: “no tiene photoshop”.
El libro se llama Anatomía sensible (Páginas de Espuma) y se publicó en España en 2019, pero llegó la pandemia y evitó que se editará en nuestro país. Pasaron unos años, pero por fin el escritor se encuentra en México para presentarlo como se debe, de cuerpo presente.
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Encuadernaste, por así decirlo, al cuerpo humano.
Me parece una definición muy ocurrente y precisa (risas). Hay que decir que el cuerpo humano es mucho más rico, voluminoso, atrevido y desobediente de lo que nos han enseñado a imaginar. El libro no es un manual de instrucciones, es un mapa para desordenarse y jugar. Es un cuerpo colectivo del que trata el libro, es como un especie de campo de batalla.
¿Estás repensando el cuerpo?
Tiene que ver con repensar todo esto que la tradición nos ha hecho percibir como imperfecciones. Digamos que hoy en día, el photoshop elimina y censura, incluso a veces autocensura. Lo que yo hago es intentar reivindicar e iluminar. Si en lugar de un libro, fuese un disco, podríamos pensar que Anatomía sensible es una recopilación de caras B sobre el cuerpo, todo eso que posponemos o nos enseñaron a no mirar o no apreciar: la manera en la que los cuerpos envejecen, engordamos, cicatrices, arrugas, pelos. El libro trata de aplicar una especie de mirada humorística y poética como de auténtica celebración de todo eso que nos han enseñado a subestimar.
Leíste libros de anatomía.
Es un libro que tiene intenciones muy distintas, por no decir casi opuestas a los manuales de anatomía, sin embargo se nutre de ellos. Leí libros de medicina antigua, de anatomía de otras épocas, viendo cómo cada época miraba y metaforizaba el cuerpo de distintas maneras. Estoy seguro de que cuando estudien la mirada sobre el cuerpo del siglo XXI, con toda esa acumulación de botox, filtros, rellenos, cirugías estéticas, etcétera, lo verán como una época verdaderamente bizarra y de representaciones corporales, no menos extrañas que las medievales o las helénicas para nosotros.
Es un juego literario interesante.
Es como un rompecabezas de la mirada con 30 textos sobre el cuerpo. Por un lado era dedicarle textos a partes muy subestimadas por la tradición erótica (como la rodilla, el talón, la frente o el codo) y por otro, hay textos que tratan de mirar de nuevo estas zonas que están saturadas de intereses como los genitales, el pecho, las nalgas, etcétera. Quería tomar esos lugares y tratar de escribirlos y celebrarlos a contracorriente, es decir, bajándole el volumen a la obsesión por la perfección.
Es un cuerpo coral, no uno solo.
Es una especie de cuerpo colectivo. Cada uno de estos textos trata de pensar cada parte como una especie de poliedro, es decir, que cuando se dice: “barriga o vientre” se piensa en hombres y mujeres o personas no binarias. Se piensa en el vientre de un gimnasio, embarazado, posparto o una barriga cervecera, es decir, todas las clases de vientres que se nos puedan ocurrir.
¿El tema de lo anatómico tiene un punto de conexión con tu obra?
Me fui dando cuenta de que en mis libros cada vez más aparecían cuerpos raros o no ortodoxos. Hace unos años publiqué una novela que se llamaba El viajero del siglo y era la historia de amor entre dos traductores en una Alemania imaginaria. Sin embargo, cuando se quitan la ropa, ella, siendo joven, tiene los pechos caídos y estrías, mientras que él es un hombre que tiene pelos en los dedos de los pies y el vientre flácido. Hay un momento de la desmitificación del héroe y la heroína romántica, y a partir de ahí los cuerpos empiezan a decir la verdad. Hay otra que se llama Hablar solos y es sobre las personas que cuidan a seres queridos y cómo cambia nuestra percepción cuando convivimos con un cuerpo enfermo. Me fui dando cuenta de que cada libro desembocaba en una reflexión sobre las posibilidades y las diversidades del cuerpo, por eso acabé escribiendo un libro sobre él.
Las zonas absurdas del cuerpo tienen un toque diferente.
Recuerda que en la pandemia comenzamos a saludarnos con el codo y eso, desde el punto de vista literario era fascinante, porque el codo es uno de los puntos más subestimados e ignorados de la historia del cuerpo humano, nunca nos importó y de pronto se convirtió en la única posibilidad de tocarnos, al menos de manera colectiva. Una buena parte de la población empezó a unirse y abrazarse a partir de ese lugar que, hasta entonces, sistemáticamente fue ignorado, pero de pronto dijeron que no lo usáramos; el auge y la caída del codo sucedieron en un par de años. Yo trato de jugar a eso con cada parte del cuerpo.
El alma es el último texto, ¿hay alguna razón?
El primer contacto con el mundo se da necesariamente a partir de la piel y también con el placer y con el dolor. Pero luego me pregunté ¿cómo termino? Pues con el alma que es, de algún modo, otra clase de piel, y me divertí al pensarla como una parte del cuerpo más. El alma debe estar en los lugares más insospechados, en los que nadie mira, en una papada, detrás de una rodilla o en el codo. El alma debería estar en todo el cuerpo.
¿Cuáles fueron los lugares más complicados?
Los únicos que me daban cierto pánico literario y cultural de los mecanismos de representación, eran obviamente los genitales. Dejé para el final el pene porque es como el centro del patriarcado, por así decirlo, de nuestra cultura. ¿Qué decir del falo a estas alturas? Pero no podía omitirlo. La vagina me intimidaba más porque ni siquiera tengo una. Hice como una encuesta literaria de las maneras de mirar los genitales femeninos y tratar de pensarlos desde el presente, desde el siglo XXI, ¿qué representan hoy? Al final fue muy placentero, muy divertido, y descubrí muchas cosas.
Se retrasó mucho la publicación del libro en México.
Salió en España justamente antes de la pandemia y se iba a editar enseguida en México pero se fue posponiendo. No queríamos publicarlo sin el cuerpo del autor. Imagínate qué contradicción, hacer un libro que fuese una reivindicación salvajemente analógica del cuerpo. ¿Cómo íbamos a hablar de todo esto mediante una pantalla? Pero ya estamos aquí, en México, que es como mi segunda casa.
Tus libros 'Anatomía sensible' y 'Umbilical' (2022) se unen en el tema del cuerpo.
Hay una cierta relación entre estos dos últimos libros, son breves y tratan de cuestionar distintos tipos de canon, donde el cuerpo tiene mucho que ver. También en la forma y el género del libro, que experimenta con lo narrativo, lo poético y tiene una forma extraña de pensar nuestros vínculos a través del cuerpo. En la literatura, habitualmente no hay espacio para las imperfecciones del cuerpo, tampoco hay mucha costumbre de preguntarnos, ¿qué tipo de vínculos existen entre hombres y bebés? Entonces, los dos libros tienen en común cuestionar lo que percibimos como natural, que en realidad es aprendido y cultural. En algunos casos, referidos al cuerpo y sus bellezas, en otro, al vínculo padre e hijo (tema de Umbilical).
hc