Al tenor Diego Torre (CdMx, 1979) su hija de cinco años le recuerda íconos del ex DF a los que los chilangos han dejado de prestar atención: tenis colgados en cables de teléfono, el colorido de los mercados, puestos de fritangas callejeros que la joven Johanna compara con las barbecue, las grill al aire libre en Australia.
La víspera de su regreso a Bellas Artes para interpretar al bandido mexicano Dick Johnson/Ramírez, Torre confiesa en entrevista que está buscando cómo se llama una canción de Natalia Lafourcade con Los Ángeles Azules, el grupo de cumbia sonidera que, como él, salió “de Iztapalapa para el mundo”.
Desde 2011 canta con Ópera Australia, en la Sydney Opera House, desde donde ve a los turistas que los cruceros llevan del mar al puerto citadino y que lo primero que quieren es ir al edificio del arquitecto Jørn Oberg Utzon para escuchar a la compañía en sus interpretaciones de Aída, La Bohéme, Rigoletto, Un ballo in maschera, Don Carlo, Luisa Miller, Simon Boccanegra o Madama Butterfly.
—¿Alguna vez ha cantado música popular? –le pregunto en la charla al tenor que en cinco días seguidos protagonizó en el escenario australiano cinco óperas y que este 26 de septiembre exhibió la madurez de su portentoso instrumento vocal en el reestreno de Sergio Vela, de La Fanciulla del West, mientras en el café de Coyoacán suena como música incidental “Cosas de enamorados”, de Juan Gabriel.
—Claro, quien diga que es mexicano, desde los tres o cuatro años ya debería haberla cantando. Curioso que estemos escuchando a este compositor, la primera canción que recuerdo haber interpretado es “Querida”. Mi mamá me hace recordar que me la pasaba cante y cante, aunque no supiese qué estaba diciendo. Desde niño conocía toda esa herencia cultural musical, que es grandísima. En las fiestas de mi familia siempre era estar cantando con mariachis, tríos, aunque soy el primero que incursiona en ópera.
Torre no volvía a Bellas Artes desde que hizo Cavaradossi, en 2011. Cantó en la Ópera de Los Ángeles, en la MetOpera de Nueva York, en Alemania y en Australia su público es internacional, en una sociedad multicultural y donde lo tratan como en casa. Integrado a su país adoptivo, habla ya incluso con cierto acento anglosajón y usa un hermoso sombrero australiano de fieltro de conejo y banda y ribete de canguro, que recuerda a Cocodrilo Dundee y que también porta como parte del vestuario con el que caracteriza a Dick Johnson/Ramírez.
Giacomo Puccini ha marcado su carrera más que ningún otro, aunque su sueño sea Richard Wagner, principalmente Siegfried. Llegó a Australia invitado por tres meses para hacer Rodolfo, en La Bohéme, el personaje que más ha interpretado, y allá se quedó. Se fue de México con el pintor trágico de Tosca y vuelve como bandido mexicano con La Fanciulla del West.
¿Qué es lo que más le gusta fuera del escenario?
Soy muy hogareño, disfruto estar con mis hijos, tocar la guitarra, leer. En México también: estar en casa de mis padres, que siempre han vivido en la Unidad Vicente Guerrero. Más ahora. Lo voy a decir: hace seis meses mi papá falleció y curiosamente estoy cantando un personaje en La Fanciulla del West que en el segundo acto dice: “...mi padre murió hace seis meses (‘...or sono sei mesi egli mori...’)...”. Se me hizo una broma de mal gusto de la vida, del destino, aunque ahora que lo canto quiero tomarlo como un homenaje a mi padre. Y al regresar ahora a la casa de mi madre es cuestión de nostalgia, de querer nada más estar en la casa, recordando la figura paterna.
¿Su lugar favorito en tantos viajes por el mundo?
Los fiordos noruegos. Son fabulosos, todos esos ríos que desembocan en el mar, es una experiencia increíble, con una calidad de aire asombrosa y montañas. Quedarse ahí una noche o dos es paradisíaco.
¿Y canta ahí a Wagner?
Todavía no incursiono en Wagner, pero imagino que ahí sería una experiencia fabulosa.
¿Qué le atrajo de Australia? ¿Qué bebe? Los australianos son buenos bebedores.
Mi bebida favorita, inclusive estando fuera de Australia la busco aunque no con mucho éxito, es la cerveza de jengibre. Puede ser alcohólica o no. Encuentro maravilloso el sabor del jengibre, que ayuda mucho al cantante también. Mi primer contacto con él fue en Noruega, donde lo toman en té con lo que llaman miel de mantequilla, para no beber mucho café y soportar el frío. Ahí nació mi inclinación por él, muy sana, es muy saludable. Y al llegar a Australia conocí esta cerveza de jengibre y me enamoré.
¿Qué como? La comida en Australia es muy diversa, es un país multicultural, no hay una cocina propiamente australiana, así que se encuentran platillos de todo el mundo. Tengo una inclinación muy propensa hacia la comida de India, me agrada bastante, tal vez porque hallo similitudes con la mexicana, tiene muchas especies, adobos, moles, y se utilizan muchas carnes. Me gusta mucho la carne. Allá se consume la carne de canguro; es rica, muy saludable y cero por ciento grasa.