Aunque cueste creerlo, Antonio Lazcano reprobó en tres ocasiones bioquímica. Gracias a esto, quien es uno de los científicos eminentes de México aprendió que los libros y la educación son fundamentales para contagiar el gusto por la ciencia.
Doctor en Biología Molecular y divulgador de altos vuelos, ha sido profesor invitado en universidades de España, Estados Unidos e Italia, entre otros países, y este 6 de diciembre, a las 16:30, participará en la actividad Mil jóvenes con Antonio Lazcano, en el Auditorio Juan Rulfo.
- Te recomendamos José Gordon: la clave del siglo XXI está en un gato encerrado FIL
—¿Cómo cultivar la ciencia entre los jóvenes?
Todo mundo se pregunta cómo funcionan las cosas y todos buscamos explicaciones. Ahí está el origen de un pensamiento científico. A los niños les encanta experimentar y por eso ven las estrellas o tienen juegos de química. Hasta ahora nunca me he encontrado ningún estudiante sin curiosidad por la ciencia, aunque no sea su principal vocación. Yo, desde pequeño, supe que quería ser científico. Le debo mi carrera al Programa Espacial Soviético. Vivimos en Estados Unidos y me tocó una época en la que, a consecuencia del Sputnik y la carrera espacial, los gobiernos locales y federales invirtieron en la enseñanza de la ciencia. Se necesita generar una atmósfera social y política para la ciencia.
—¿Por qué durante la niñez llaman la atención los dinosaurios o el espacio?
Hay una anécdota muy famosa de la revista Time. Hace muchos años publicó en portada la imagen de un dinosaurio con su nombre abajo. A la siguiente semana, en su sección de correspondencia, los editores contaron que recibieron miles de cartas de niños corrigiéndoles el nombre del animal. Creo que les gustan porque son grandotes, temibles, pero ya están muertos. Además, en el fondo los niños son como dinosaurios: dejan una estela de destrucción por donde pasan.
—Si tenemos este interés desde pequeños, ¿por qué con el tiempo se relega?
Uno de los problemas es la discontinuidad entre los distintos niveles de educación. Los maestros de primaria y secundaria son vistos como una fuerza política y no como gente fundamental para el desarrollo de toda sociedad. En Finlandia, ser maestro implica respeto social y buen salario. en México no es así; la mayoría tiene sueldos ridículos y necesita hacer otra cosa para vivir. Otro problema es que los medios casi no promueven el interés por la ciencia, aunque debo decir que acabo de tener una experiencia maravillosa. El doctor José Franco decidió adaptar la Noche de las estrellas a México y hace unos días había miles de niños y jóvenes viendo el espacio con un telescopio. Eso es astronomía pura.
—Me parece que ahora hay más interés en la divulgación científica.
Antes, la comunidad científica era pequeña, pese a que tenemos casos como el de Bartolache, un ilustrado del Virreinato que tradujo a Newton al náhuatl y tenía un periódico de novedades científicas; esto, mientras en Estados Unidos se hacían los clubes para leer la Biblia. En el siglo XIX las sociedades científicas hacían divulgación. Debido a la obsesión por el progreso y la ciencia surgieron planetarios y laboratorios. México no fue ajeno a eso, aunque quizá llegó después. Hay que recordar al biólogo Alfonso Herrera, quien organizó el Museo del Chopo como una forma de democratizar la cultura. En esencia, la divulgación es eso: democratizar el conocimiento. A mí me tocó, en la Facultad de Ciencias de la UNAM, la época de Luis Estrada, un científico que impulsaba mucho a los jóvenes.
—¿Ayudan fenómenos mediáticos como la serie The Big Bang Theory?
Se va a sorprender. Aunque mi amigo José Gordon me ha recomendado verla, no lo he hecho. Se de qué va, pero creo que el fenómeno es inverso. El enorme interés por la ciencia llevó a los productores a hacer una serie exitosa. Carl Sagan sentó políticas y paradigmas de divulgación científica. En biología, aunque la bioquímica puede ser aburridísima, lo sé porque la reprobé tres veces, recuerdo que los libros eran insufribles, pero de repente un título muy bueno llamado Molecular Biology of the Gene empezó a recibir un tratamiento editorial diferente y marcó una ruptura enorme en la enseñanza. La producción de títulos bellos e interesantes es muy importante.
—¿Niel deGrasse Tyson está al nivel de Sagan o Hawking en materia de divulgación?
Una vez un amigo me invitó a dar una charla en la Universidad de Arizona y coincidí con él. Al final, en los micrófonos laterales se formó la gente a hacer preguntas y la mayoría eran jovencitas negras. Eso me pareció maravilloso porque siempre faltan mujeres en la ciencia, pero en Estados Unidos la presencia de la comunidad negra es aún menor. Ya con eso, Tyson cumplió una labor fundamental.
—¿Cuál es la pregunta que con mayor frecuencia le hacen los jóvenes?
En Estados Unidos es si soy religioso. En México, ¿cuándo puedo ir a su laboratorio? Las puertas de la Facultad de Ciencias de la UNAM siempre están abiertas.
—¿Y es religioso?
No, recibí una educación católica a la mexicana y por lo mismo sé apreciar el arte sacro y el barroco, pero no soy religioso.
Mil jóvenes con Antonio Lazcano
Viernes 6 de diciembre, 16:30 horasAuditorio Juan RulfoCharla
ÁSS